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Los maestros son la clave

Rodolfo Piza | Miércoles 20 julio, 2016


Debemos concentrarnos en lo que puede hacer la diferencia para una educación de calidad: maestros preparados, dignificados y comprometidos en la enseñanza

Los maestros son la clave

El centro y la razón de ser de la educación es el estudiante; pero sin profesores preparados, dignificados y comprometidos en la enseñanza, el objetivo no se alcanza. Para ello, no necesitamos encontrar genios o diamantes en bruto, ni al Robin Williams de la Sociedad de los Poetas Muertos. Solo necesitamos seres humanos capacitados y dispuestos a enseñar mejor.

Tampoco necesitamos aumentar sensiblemente los gastos e inversiones en educación. Costa Rica es ya el país del mundo que mayor proporción del gasto público dedica a la educación (35%), y es de los países donde más ha aumentado el gasto en educación como porcentaje del PIB (7,3% contra un promedio del 6,1% de la media de los países ricos). En dólares, somos el segundo país que más invierte por estudiante de la América Latina.

El cambio más significativo en educación, no puede venir por más inversión (ya estamos cerca de la meta constitucional, y en el límite de las posibilidades fiscales), sino por un cambio en la forma en que la abordamos y educamos. Debemos concentrarnos en lo que puede hacer la diferencia para una educación de calidad: maestros preparados, dignificados y comprometidos en la enseñanza.

Según estudios recientes, el éxito educativo no depende principalmente del tamaño de las aulas, ni de reducirlas a menos de 20 estudiantes, ni de tutorías individuales, ni de asistentes de enseñanza, ni siquiera de nuevos edificios, equipos o adecuaciones curriculares. Depende mucho más de la capacidad de retroalimentarnos de los estudiantes, de las estrategias de grandes metas de conocimiento, del aprendizaje en grupos colaborativos. Y puestos a escoger, de buenos maestros. De profesores empoderados, con mayor autonomía para alcanzar las metas educativas. Menos instrucciones y papeleo, mayor poder en las aulas y responsabilidad por los resultados.

Los grandes maestros no nacen, se hacen; nos recuerdan las investigaciones más recientes (ver el resumen sobre el tema de la revista The Economist, 11-Jun-16). Es verdad que las capacidades innatas o una tradición familiar ayudan, pero no son lo esencial. Las maneras de enseñar mejor, pueden ser transmitidas y aprendidas.

Para ello, quizás, necesitemos dedicar más tiempo y más énfasis a educar y reeducar a nuestros profesores en prácticas de educación supervisada y menos en teorías educativas. Si la medicina se enseña esencialmente en los hospitales y centros de salud, bajo la guía y mirada de sus maestros médicos; en educación deberíamos pensar en dedicar más tiempo a enseñar haciendo y menos teorizando.

Más importante que enseñar matemáticas, física, español, inglés o estudios sociales, lo esencial es enseñar a los estudiantes el “cómo” aprender sobre cada una de esas materias. Más importante que responder al “qué” es responder al “por qué” y al “cómo”.

Parafraseando a Matsushita sobre el papel de un gran gerente, puede afirmarse que un gran Ministro de Educación no es aquel que logra cosas extraordinarias con profesores extraordinarios, sino aquel que logra cosas extraordinarias con profesores ordinarios. Hombres y mujeres de alma, carne y hueso que dedican su vida a la educación.

Rodolfo E. Piza Rocafort

 

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