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Lecciones del Tíbet

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 28 marzo, 2008


Lecciones del Tíbet


Luis Alberto Muñoz

El principal fracaso del comunismo como ideología fue su intento por separar del ser humano su dimensión espiritual.
Pese a que la guerra fría quedó décadas atrás sepultada, los recientes acontecimientos de protestas en el Tíbet despiertan fantasmas del pasado.
Los intentos por autorizar, dirigir y limitar la forma en que las personas viven la fe son realidades que la mayoría de las veces no logran captar la atención mediática.
Aunque la persecución religiosa parezca algo lejano en la historia, solo durante el siglo pasado produjo más víctimas cristianas que en los 19 anteriores, por tomar un grupo de ejemplo.
Los cálculos estiman que existieron más de 26 millones de mártires en los últimos cien años, según David Barrett, autor de la Enciclopedia del Mundo Cristiano.
Podría ser fácil de olvidar, pero hace más de medio siglo la humanidad sufrió la crueldad del comunismo, nazismo, fascismo y el resto de teorías de dominación, que pretendían salvar a pueblos con doctrinas totalitarias.
Budismo, judaísmo, islamismo, hinduismo, es claro que no existe una religión que no haya sido perseguida a muerte.
En el fondo el mayor problema tal vez no sea la religión, sino la ambición del hombre por dominar al hombre.
Al menos se podría decir que algo se aprendió durante estos siglos de odio, sin embargo habrá que ver si los acontecimientos recientes abren esperanzas de cambio.
El resurgimiento de la fe en China es una realidad para la cual el gobierno del gigante asiático debe prepararse.
Es inconcebible pensar en una nación respetada por la comunidad internacional, donde la libertad religiosa no exista.
Si bien es cierto, por una parte los enfrentamientos en el Tíbet han tenido una intención de provocar un escándalo mediático con vísperas a las Olimpiadas de Pekín 2008, por la otra han despertado un recordatorio sobre la necesidad del respeto a los Derechos Humanos en un mundo que pretender ser más civilizado.
En las propias palabras de los representantes chinos, “los incidentes del Tíbet han sido un hecho triste, pero en cierto sentido pueden ser algo bueno, ya que de ellos podemos aprender lecciones”, reconoció ayer Qin Gang, portavoz oficial del Ministerio de Exteriores, quien acompañó a periodistas internacionales a un recorrido organizado por el gobierno asiático en el lugar de los enfrentamientos.
La falta de información contrastada ha sido uno de los elementos que despiertan dudas.
Datos oficiales chinos indican un saldo de 19 muertos y 382 heridos. Mientras que el gobierno tibetano en el exilio defiende la cifra de 140 muertos.
Los intentos de los tibetanos por defender su autonomía política y cultural han sido el principal hecho que ha desatado las protestas, sin embargo en su afán etnocentrista han logrado demostrar al mundo las limitaciones filosóficas del régimen actual del gobierno chino.

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