Ladrones y políticos
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 12 diciembre, 2008
Vivir en paz en el país sin ejército no es sencillo.
Los asaltos en las paradas de buses, bajonazos, los quiebra vidrios, secuestros, vivimos una paranoia colectiva, lo más triste es que no parece cambiar.
Muchos costarricenses se preparan como todos los años para disfrutar de sus vacaciones. La opción más popular es la playa.
La zozobra se inicia en el primer momento después de cerrar la puerta de su casa.
La mayoría sabe que las probabilidades de ser víctima de la creciente hampa son cada vez más altas, principalmente ante la incapacidad del Estado para detener el flagelo.
De gobierno a gobierno se escuchan las mismas excusas, no hay recursos, no hay policías, no hay capacitación.
Este tema es sin dudas la mayor preocupación nacional, sin embargo en la Asamblea Legislativa no se le da la importancia que merece.
La instalación de alambres navaja, rejas, sistemas de vídeo, vallas eléctricas, y cuanto invento sale al mercado no parece detener el problema.
Cada día los costarricenses tienen que destinar más dinero de su presupuesto a pagar guardas privados, compañías de seguridad, alarmas, sistemas antirrobo para vehículos, y hasta servicios municipales, mientras las estadísticas demuestran que el país está cada vez más violento y sometido a la delincuencia.
Esta es la verdadera crisis nacional, que pocos políticos toman en serio.
No obstante, lo más triste es que las ideas para solucionar este conflicto brillan por su ausencia.
“Estar preocupado” ya no es suficiente.
Si el Estado no es capaz de brindar seguridad a los ciudadanos falla en lo fundamental, el bienestar. De qué vale toda la parafernalia.
Si Costa Rica no es capaz de resolver su problema de inseguridad por sí misma, el gobierno debe tener la humildad de pedir ayuda internacional.
Abrir el portillo a la impunidad es un camino peligroso.
Por otra parte, la destrucción sistemática de la familia y su modelo como célula fundamental de la sociedad. Los espacios de convivencia son cada vez más reducidos. Por esta razón, en Europa las legislaciones laborales han insistido en dotar de suficientes vacaciones y feriados para esta convivencia.
El recrudecimiento de la violencia en las calles es el resultado de la violencia dentro del hogar.
Los niños que se educan en las calles son los futuros maleantes.
Sin embargo, la destrucción de la familia es orquestada, de la misma forma que se busca desprestigiar a las pocas instituciones (Iglesia católica) que hoy en día la defienden con valor.
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