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COLUMNISTAS


La importancia de ser gemelo

Alberto Salom Echeverría albertolsalom@gmail.com | Viernes 17 junio, 2022


Descubrimiento a los setenta años de vida

Dedicado a mi hermano gemelo Roberto

y a todos los pares de gemelos idénticos del Planeta.

Por la Madre Tierra: “Gemelos idénticos del mundo, ¡Uníos!”

La verdad les digo, me ha costado mucho conocer cuál es la importancia de ser gemelo; ya que, como en estos 70 años no he sido más que gemelo y no sé del todo como es no serlo, carezco de un verdadero parámetro de comparación que me permita aquilatar lo uno frente a lo otro.

Sin embargo, como mucha gente es tan rara y nos ha preguntado reiteradamente, obviando lo anterior, ¿qué se siente ser gemelo?, me he visto obligado a buscar una respuesta a esa rareza hurgando y poniendo más atención en la vida de mi hermano Rober que en la mía propia, como una forma de “descubrir” por fin, aunque de manera algo sesgada, al menos ¿qué se siente tener un hermano “idéntico a vos”, o sea, gemelo de una misma “bolsa” o placenta?

Deseo hacerles saber algo: lo primero que he llegado con el tiempo a advertir es que, no somos “idénticos”, si por ello se entiende como dice la Real Academia, que “idéntico” es el dicho de una cosa: que es lo mismo con lo que se compara…Tras haber llegado a este “descubrimiento”, después de tanto esfuerzo, he quedado un poco más desconcertado todavía, porque, aunque de los gemelos univitelinos (ya dije que son los que vienen al mundo dentro de la misma “bolsa”) llegué a saber que, biológicamente son aquellos que tienen las mismas características hereditarias y externamente son muy parecidos, no son la misma cosa.

Este fue, aunque no lo crean mi primer hallazgo, cuyo “descubrimiento”, casi me revienta los sesos de tanto esfuerzo. Ciertamente, no es la respuesta a la inquietante pregunta que nos hicieran muchos, pero es algo: ser gemelo no es lo que alguna gente piensa cuando pregunta con reiteración: ¿pero ustedes son idénticos? A lo cual, ahora sé que habría que responder con un rotundo “¡no!”; en lugar de ¿¡Idiay, pero usted no nos está viendo!?

Como me ha dicho Rober que le dijo una bióloga de la UCR alguna vez, el proceso de diferenciación de los gemelos univitelinos comienza con la mitosis. Esta consiste, como lo saben los entendidos en la materia, en la división longitudinal de los cromosomas, y en la división del núcleo y del citoplasma; de donde se sigue que, a resultas de lo cual, se constituyen dos células hijas, con el mismo número de cromosomas y la misma información genética que la célula madre. Pero, algo fundamental radica en que, con la mitosis nacen dos células y no una. Al principio de este aserto, me quedé como en Babia, o sea en la luna. No lo entendí en toda su hondura.

Lo cierto es que, lo investigado, me llevó a rebobinar la película de nuestras vidas, y mi sobresalto fue mayúsculo: Roberto salió primero del vientre, y de seguro habrá deseado que yo saliera rápido despuesito de su alumbramiento, porque me dejó el cordón umbilical enrollado al cuello; si no me hubiera puesto las pilas para salir de inmediato, no estaría aquí contándoles el cuento. A los diez minutos exactos asomé la cabecilla, después los hombros y los pies de último, me desenrollaron el cordón umbilical y, me habrán tenido que soplar los médicos y enfermeras para que respirara, cosa que evidentemente hice sin mucha demora. Ahí estábamos los dos sanos y salvos y empezando a dar qué hacer.

Al cabo del tiempo, como a la edad de cuatro o cinco años, otra vez, primero Rober, pero yo enseguida comencé a experimentar el estrabismo en nuestros ojos, que ocurre cuando los ejes oculares no están alineados con el objeto de fijación. Algo así como que, los dos ojos no se dirigen a la misma dirección, por lo que con un ojo veíamos para un lado y con el otro para cualquier otra parte. Pues nada, Rober fue llevado por nuestros padres con premura, al hospital San Juan de Dios, donde fue operado con éxito para enderezarle la vista. Al ratico, Alberto (o sea yo) siguió por la misma ruta que ya había recorrido mi hermano Roberto. Del nosocomio salimos, en cuanto nos recuperamos, para donde el oculista, Dr. Edgar De La Cruz, a que nos pusieran lentes a los dos, tanto para terminar de corregir nuestro estrabismo, como por la hipermetropía que, igualmente ambos padecemos desde muy pequeños.

Para colmo de males, cuando a un gemelo le daba sarampión, al otro también le daba; con la varicela la misma historia, y la rubeola, y las paperas, y hasta la influenza, y… Estas últimas enfermedades de naturaleza infecciosa y contagiosa, pero no hereditaria llevaron a algunos parientes y amistades de nuestros padres a exagerar el parecido entre los gemelos y preguntar ahora, todavía más confundidos; ¿Y qué gemelos, cuando uno de ustedes se resfría, el otro también?

En el caso de todas estas últimas enfermedades tan contagiosas, cuando Alberto las adquiría de primero, luego solía contraerlas Roberto y viceversa, y como el derrumbe de un castillo de naipes seguía Manuel Ignacio, Lyannette y finalmente hasta Mauricio que, el salado para estos efectos había llegado siete años después. Es más, cuando la enfermedad no nos daba muy fuerte, como aún no había vacuna contra algunos de estos virus, los pediatras recomendaban a nuestros padres que, “agarraran” a toda la marimba de mocosos y los zambulleran en la misma cama, para que todos salieran de la enfermedad a la misma vez. Así lo hacían casi todos los padres que procreaban a una marabunta de “carajillos”, como era usual todavía por aquellos días en Costa Rica. A pesar de ello, en nuestro caso, alguna gente decidía ignorar la evidencia y atribuir el contagio a la similitud de los gemelos entre sí. ¡Qué necios!

La confusión continuó después con respecto a los gemelos, con los golpes, las chichotas, las raspaduras y hasta con la quebrada de los lentes, sin que muchas de estas personas lograsen entender que todas aquellas contingencias no nos ocurrían por ser gemelos, sino porque fuimos hermanos educados muy juntos y durante los juegos hacíamos las mismas travesuras; con lo que, en demasiadas ocasiones experimentamos la misma suerte: nos caíamos de los mismos árboles, uno detrás del otro, muchas veces ambos sufrimos un traspié en la bicicleta aprendiendo a manejarla y un largo etcétera.

Eso sí, tengan la seguridad de que, las maldades y travesuras no son hereditarias entre los hermanos gemelos, aunque sí, algunas veces son contagiosas. Pero, igual ocurre entre dos hermanos cuando son muy seguidos, o entre dos amigos pequeños que siempre juegan juntos, solo que algunas personas lo pasan desapercibido entre hermanos y amigos, mientras que cuando ocurre entre gemelos lo atribuyen a su parecido. Es más, muchos inventan que, las malas artes entre estas personas tan similares se deben a su condición de gemelos. Creen que es algo congénito. Por eso, se ha generalizado la creencia de que los gemelos somos “malos per se” y hasta que “comemos ropa”; o, peor aún que, uno de los dos es “el malo”. Vieran que daño puede ocasionar ese invento tan arbitrario. Aunque en mi caso, que fue al que, por lo general se me zampó ese epíteto, cuando un amigo muy querido, un hermano adquirido para mí, que usa hacer estas bromas, me obsequió una camiseta con la leyenda “evil twin” (gemelo malo), le seguí la sorna vistiendo la camiseta con mucha frecuencia.

Como se nos atribuye la maldad y el parecido es evidente entre los “gemelos idénticos”, hay personas que, han llegado al extremo de preguntarse si Rober y yo compartíamos las novias; sin advertir siquiera que, en tal caso la viveza sería de la dama que simulara dejarse seducir por gemelos masculinos, ya que, la intuición femenina hubiera detectado la treta gemelar al instante; por lo que de seguir adelante con el cortejo, la pizpireta y abusadora sería ella y nunca podría ser atribuible al par de hermanos, los que, habrían entrado como diría mi Tata, “con todo y valija”.

Ahora, vean qué cosa, por si todo lo descrito con anterioridad no fuera suficiente, las coincidencias entre nosotros han continuado ya entrados a la “tercera edad”, cuando algunos comenzamos a quejar males antes que otros. Rober que, como he dicho, vino primero al mundo, empezó a anticiparme algunos padecimientos “de pura viejera”, conforme se le fueron presentando a él. Un día se me presentó y me dijo: “Vas a tener que operarte de cataratas”. Dicho y hecho, el mismo día y a la misma hora fuimos intervenidos por el mismo oculista, para eliminar con éxito sendas cataratas en nuestros respectivos ojos. Poco después, ocurrió algo semejante, cuando debimos ser sometidos a una cirugía de la próstata, con apenas un mes de diferencia. De nuevo Rober primero y yo después.

¡Qué enredo! Porque entre otras vicisitudes de la vida que no provinieron de nuestro interior cromosómico como las anteriores, sino más bien del mundo exterior, hubo otras coincidencias: cuando la guerra estalló en Nicaragua contra el tirano Somoza, Rober se enroló en 1979 en una brigada; yo en cambio me fui después en 1983, incorporado en otra columna, para enfrentar a la contra. Rober se convirtió primero en dirigente académico en la UCR, en calidad de director de la escuela de sociología y antropología primero, vicedecano de la Facultad de Sociales y ulteriormente vicerrector de Acción Social; yo en cambio, con algún tiempo de retraso tuve la oportunidad de ser director del Instituto de Estudios del Trabajo (IESTRA), casi de seguido vicerrector de Vida Estudiantil, y honrosamente tuve la ocasión de asumir la rectoría en la UNA. Puedo seguir, pero creo que basta por ahora con todo este intríngulis que, de pronto, como ustedes tal vez ya lo habrán advertido, no me ha llevado a ninguna parte.

Por contraposición, puedo asegurar que, este viaje a lo largo de setenta años con mi hermano Rober a la parcita, ha sido una verdadera fortuna para mí. Todo lo que diré en adelante tiene que ver estrictamente con él y no necesariamente se me acredita a mí; porque al referirme a sus cualidades de personalidad, ellas se relacionan con la sociocultura, una gran parte de la cual interactúa con cada ser humano de manera particularísima, aunque de ella provienen también rasgos comunes que, son los que impregnan a un conglomerado social, lo que contribuye a conformar la identidad de un pueblo o nación.

Rober se ha forjado como un ser humano muy sólido en el campo de la sociología política. Sus estudios de licenciatura y maestría fueron y son todavía de gran vigencia; fue muy serio en ello graduándose con sendas tesis de grado y posgrado de mucho valor intelectual, las cuales fueron publicadas como libros. Mi hermano gemelo posee un razonamiento científico muy riguroso que, él se ha preocupado por seguir alimentando toda la vida con lecturas permanentes. Siempre tiene entre sus manos un libro de contenido social y humano.

En su vida social, se distingue por un espíritu de entrega hacia los demás; ha sido particularmente generoso conmigo, debo reconocerlo, de una manera que me ha enseñado siempre el valor de la solidaridad. Puedo decir que Rober ha antepuesto los intereses de los demás al suyo propio, cuando ha considerado que, está de por medio una causa humanista, social y profundamente democrática, es decir, justa y equitativa.

Rober ha sido y es lo que se puede decir un hombre recto, amante de la búsqueda de la verdad, que sabe huidiza y por lo consiguiente reconoce que ella no es patrimonio propio, ni de nadie. La verdad se persigue sabiendo que, jamás se llega a obtener de manera absoluta, sino solo relativa. Espero en este capítulo tan importante, no tergiversarlo, porque sé con creces que, para Rober es extremadamente importante la verdad en punto a la objetividad a la que permite acceder la ciencia social.

En esta octava década de nuestras vidas, que vamos a comenzar a recorrer estamos juntos otra vez en una lucha por la vida en el Planeta Tierra, nuestra Madre Tierra. Y ahí sí estamos igualmente convencidos ambos de la relevancia de esta empresa, porque la voracidad de la sociedad moderna, el insaciable espíritu de lucro de las multinacionales que producen hidrocarburos, tiene al Planeta sumido en una vorágine de calentamiento global, que ha conducido al cambio climático, derivado de la producción de gases de efecto invernadero. De modo que, la sociedad industrial y vorazmente consumista, con el ser humano en el centro (el “Homos Económicos”), son los responsables principales del despeñadero por el que vamos; sin embargo, estamos igualmente convencidos que, es este un momento en que aún podemos (“el Homo Sapiens” humanista), ralentizar o, hacer más lenta esta ola infernal de calentamiento planetario. Este sería nuestro legado principal a los amados descendientes y, junto al resto de los movimientos sociales que en todo el mundo luchan por una vida más austera, frugal y equitativa, podrá ser de nuestra parte, aunque sea en pequeña escala, el aporte para lograr un desarrollo ambientalmente sostenible y sustentable con la Naturaleza. ¡Será sin duda, el mejor legado a la humanidad entera!

Rober ¡Felicidades en nuestro común setenta cumpleaños! Deseo con fervor que vivas muchos años más con salud y, como nos lo has enseñado, plenos de amor al prójimo que dé lugar a la solidaridad del quehacer humano.

De tu hermano gemelo, Alberto.

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