Honremos con valentía y unidad el Bicentenario
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 20 septiembre, 2021
La celebración de los 200 años de nuestra independencia ha de ser ocasión para aprender de nuestros antepasados y acicate para actuar sin miedo.
Hace 22 años en la última celebración oficial de nuestra independencia en el siglo XX convoqué a mis compatriotas a que enfrentáramos sin miedo los retos de construir un futuro de progreso compartido y bienestar para todos.
Señalé: “Les pido a los costarricenses que desterremos el miedo de nuestros corazones, de nuestros hogares y de nuestra sociedad. Que expulsemos de Costa Rica el temor a enfrentar los retos. Que dejemos atrás nuestros prejuicios, nuestro recelo a la prosperidad. Les pido a los costarricenses que abramos nuestras puertas al desarrollo humano, al bienestar y a la unidad. Que encontremos fuerza para crear, en la solidaridad que nos llama a vencer la pobreza. Les pido que entendamos, de una vez por todas, que "como hombres y como pueblos, hemos venido a este mundo a hacer algo que valga la pena". Si somos libres, es porque quienes estuvieron antes de nosotros, superaron el miedo, el miedo al cambio, el miedo al progreso. Esta es una tierra libre porque sustenta a personas libres, y la libertad implica ser responsables y no tener miedo. El miedo es el peor enemigo de una persona, de una familia y de un pueblo”.
Hoy los pueblos que unidos fueron capaces de asumir su propio destino, sufren en el Bicentenario de la Independencia que la mayoría de los países de Centroamérica se encuentren sumidos “en la peor crisis en décadas, en concreto, desde la época en que los conflictos político-militares asolaban el área” (VI Estado de la Región 2021).
Hace seis meses me permití dirigirme al Sr Presidente y externarle: “¡Centro América llora! La pobreza, la inseguridad, la violencia, el desarraigo, la frustración, el desempleo, la informalidad que ya sufrían millones de centroamericanos antes del COVID-19 han sido magnificados por esta pandemia”. Que urgía y era “necesario relanzar los esfuerzos para el desarrollo humano de nuestros pueblos que han perdido el impulso integrador y se han aislado en la introspección de sus dolores” y que “Las condiciones internacionales son propicias para que esta hora de dolor sea el inicio de una época de prosperidad. Las migraciones ilegales, miles de niños maltratados pidiendo entrada en la frontera de Estados Unidos, la trata de personas, el narcotráfico, la contención del cambio climático y la defensa de la naturaleza, la necesidad de estimular el crecimiento mundial, favorecen las posibilidades de que se organice un gran movimiento internacional de apoyo a América Central”.
“Nuestra aspiración debe ser (sugerí) una Gran Alianza por SICA que nos permita sacar provecho de las nuevas tecnologías y conectar a todos los hogares del área con las redes del conocimiento; digitalizar la enseñanza y superar la ignorancia; fortalecer el estado de derecho, el respeto a los derechos humanos y erradicar la corrupción; establecer sistemas de salud que nos preparen para nuevas contingencias pandémicas y de la naturaleza; descarbonizar nuestras naciones y generar energías limpias interconectadas, construir infraestructura vial y ferroviaria descarbonizada; ejecutar las acciones de prevención y mitigación que nos protejan del calentamiento global y hagan uso que preserve y obtenga frutos de una relación armoniosa con la naturaleza”.
Propuse que Costa Rica asumiera un liderato con ese objetivo lo que pudo haberse intentado cuando el Secretario de Estado Antony Blinken hizo su primera visita en las Américas a nuestro país en junio pasado y aquí se reunió con cancilleres de la región. Pero posiblemente mi objetivo, que indiqué saber que era muy difícil de lograr, podría haberlo propuesto de mejor manera. Entonces no se me ocurrió lo muy evidente que luego en una reunión para analizar políticas internacionales favorables a la región y a nuestro país escuché de un apreciado amigo: que lo conveniente era una acción conjunta con ese propósito de Panamá, República Dominicana y Costa Rica.
Los países de SICA con el liderato de EEUU, y la participación de México, la Unión Europea, Japón y Corea, por ejemplo, podrían desarrollar en conjunto esa Gran Alianza con la cual todos saldríamos favorecidos.
¿Por qué actuar unidos los países de SICA si sabemos que -como indica el VI Informe de Estado de la Región- “El impulso integracionista inaugurado a finales del siglo pasado obtuvo logros tangibles de desarrollo humano en años recientes, pero muestra claras señales de agotamiento político”?
¿Por qué los países del Triángulo Norte van a tener interés en que los demás miembros de SICA participen disfrutando de recursos que EEUU puedan asignar a su desarrollo para evitar las migraciones?
¿Por qué Panamá, República Dominicana, y Costa Rica se van a involucrar en los difíciles problemas de gobernabilidad, económicos y sociales de países con menor ingreso económico que ellos?
¿Por qué EEUU va a actuar en unión con SICA si esto trae el problema de la membresía de Nicaragua bajo la dictadura de Ortega y Murillo?
¿Por qué México va a unirse en esta aventura si es tan celoso de sus relaciones con EEUU?
Un gran programa de infraestructura que diera una nueva dimensión al Plan Puebla Panamá (idea que en la reunión a la que aludí propuso quien fue Ministro de Comercio Exterior en mi gobierno y luego siguió una brillante carrera diplomática ante la Casa Blanca y la Unión Europea, Tomás Dueñas) con una extensión a República Dominicana en temas de energía, turismo y transporte marítimo podría de verdad generar los niveles de empleo que generen un crecimiento acelerado y retengan la población en sus países de origen, aliviando los problemas de inmigración desordenada a EEUU, México, Belice, República Dominicana, Costa Rica y Panamá.
La institucionalidad de SICA y SIECA revigorizadas haría más atractiva y políticamente aceptada la inversión de recursos de los países desarrollados en el área.
En el cambio de las reglas tributarias internacionales que OCDE y EEUU vienen analizando la acción conjunta de los países de SICA podría garantizar a todos, sin costo para ninguno, que se les aplique las normas más favorables que se vayan a establecer.
Un programa de estas dimensiones sería una palanca poderosa que promovería la democracia en Nicaragua, la buena gobernanza en el Triángulo Norte y el respeto al estado de derecho y a los derechos humanos en toda la región.
Claro que vencer estas dificultades y lograr estos objetivos es muy difícil. Se requerirá de estudios académicos, de generación de políticas públicas internacionales cuidadosas de los gobiernos de los países de SICA y de los países cooperantes, la participación promotora e innovadora de los sectores privados y de las sociedades civiles, y la movilización de la opinión política y de la opinión pública en cada nación.
Pero la oportunidad es inmejorable y los resultados serían muy satisfactorios para los EEUU, los países de SICA, México y las otras naciones cooperantes.
Ya algunas naciones vienen analizando estas posibilidades. Me consta que lo hace con seriedad República Dominicana.
¡Si vencemos los miedos lo podríamos lograr!
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