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Economía de la oferta y contingencia eléctrica

Rodolfo Piza | Miércoles 03 junio, 2015


Economía de la oferta y contingencia eléctrica

Se atribuye a Juan Bautista Say la expresión de que “toda oferta crea su propia demanda”. Tanto los inventos más antiguos (el automóvil, la televisión, el avión) como los más recientes (desde el celular al estent; desde el iPhone hasta Wikipedia o Facebook), parecen darle la razón: la oferta de esos nuevos productos crearon nuevas demandas y necesidades. Y hasta nuevas formas de vivir y de entender la vida.
Cuando leo en una entrevista reciente la afirmación de que no se necesita la Ley de Contingencia Eléctrica porque “la demanda nacional… se satisface con el plan de expansión en ejecución y la previsión de necesidades del país hasta el 2035”; pienso que su autor está enfocando una demanda limitada y una oferta ideal (suponiendo que todos los proyectos eléctricos salgan como están previstos); no en una visión más amplia del desarrollo, lo cual evoca a aquellos productores de velas del siglo XIX, que rechazaban la necesidad de la electricidad afirmando que ellos serían capaces de mantener la demanda de iluminación para el siglo que se avecinaba.
Ciertamente, el crecimiento de la demanda de electricidad ha caído en años recientes. De ahí se sacan conclusiones que pueden estar equivocadas. Ese decrecimiento seguramente es producto de dos factores coyunturales, como la desaceleración de nuestra economía y el aumento de precios de la luz; y de uno estructural, la mejora tecnológica.
Pero si queremos recuperarnos, no podemos esperar que la demanda se mantenga deprimida. Que tengamos suficiente oferta para 2018 no significa que la tendremos de ahí en adelante (cuando podrían entrar en operación los primeros proyectos energéticos de aprobarse dicho proyecto de ley).
Se debe discutir y aprobar la Ley de Contingencia Eléctrica para expandir nuestras fuentes de energía sostenible y renovable, no solo en función de la matriz eléctrica del país, sino en función de ampliar los oferentes (públicos y privados), y la propia oferta de energía.
Lo que importa no es reafirmar “la responsabilidad del suministro en manos del Estado”, como se afirma, sino garantizar un suministro creciente generado limpiamente —por el ICE, por las cooperativas, por las empresas, por los hogares—, que termine por abaratar los altos costos eléctricos que pagamos todos.
Queremos un aumento de la oferta eléctrica, porque necesitamos bajar los precios y porque necesitamos un aumento de la demanda que ayude a recuperar el ritmo de crecimiento económico y de generación de empleo.
Si el aumento de demanda de electricidad solo pudiese cubrirse con fuentes contaminantes, estaríamos de acuerdo en contenerla. Pero sucede que hoy podríamos aumentar la producción eléctrica sin acudir a las fuentes térmicas o a la quema de hidrocarburos.
Hoy podríamos ver florecer miles de proyectos solares (en cada casa, en cada industria, en cada finca), decenas de proyectos eólicos y algunos cuantos hidroeléctricos y geotérmicos que ampliaran la oferta y nos permitieran bajar los altos costos a los consumidores de electricidad.
Eso es lo que no perciben quienes conservadoramente promueven métodos del pasado, cuando lo que necesitamos es una visión innovadora, orientada hacia el futuro que podemos y debemos construir.

Rodolfo E. Piza Rocafort

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