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"Dignidad" para Costa Rica

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 23 diciembre, 2011



“Dignidad” para Costa Rica


Las mezquinas rencillas internas fruto de la decadente visión de un exacerbado egocentrismo político no deben, ni se puede permitir que lleguen al punto absurdo de debilitar nuestra imagen externa como nación.
Nuestra dignidad como pueblo parte de la misma esencia de la “autonomía”, de la facultad como pueblo de “emanciparnos” ante las necesidades o amenazas sociales o de los agravios que se nos presenten.
La brillante decisión del gobierno de Laura Chinchilla de construir una vía de 160 kilómetros paralela al río San Juan, es a todas luces una emancipación del pueblo costarricense ante la coerción del gobierno nicaragüense de Daniel Ortega, en la invasión a suelo nacional que aún persiste, por jóvenes sandinistas, sobre Isla Portillo.
Esta carretera, bien llamada “Dignidad”, es una restitución de nuestra soberanía, y nos libera de una innecesaria subordinación o dependencia al caprichoso régimen orteguista.
Desde un principio racional, la dignidad no solo implica la potestad de tutela o servidumbre del propio territorio, sino que consiste en un sentido ulterior en la posibilidad de negar un determinismo radical, es decir que los costarricenses en zonas alejadas estén destinados a vivir siempre pobres.
La rápida construcción de la vía “Dignidad” ha vuelto a despertar las esperanzas de que nuestro Estado, con recursos y maquinaria propios, sí puede cumplir obras sociales anheladas.
El impacto sobre la calidad de vida fue inmediato. Siete escuelas comunicadas, 22 comunidades enlazadas, electricidad, agua potable, para unas 2,5 mil familias fronterizas.
Siempre he creído que una verdadera emancipación debe llevar a una pacificación moral.
La mejor respuesta ante la brutalidad, las provocaciones y el autoritarismo a que están sometidos nuestros vecinos es democratizar las oportunidades de nuestra sociedad, a través de la educación y el desarrollo.
Estas comunidades fronterizas hoy deben ser luceros de la formación humana, en un sentido auténtico de libertad frente a la arbitrariedad de sistemas políticos de comportamientos salvajes.
Esperemos que nuestra Sala Constitucional comprenda la magnitud de esta lucha por restituir el derecho, como pueblo, de emancipación frente a la brutalidad.

Luis Alberto Muñoz

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