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Democracia, referendos y viejos que deciden por los jóvenes

Rodolfo Piza | Miércoles 29 junio, 2016


Cuando un joven no participa en democracia, alguien toma la decisión por él.

Democracia, referendos y viejos que deciden por los jóvenes

Una de las grandes conquistas de la humanidad fue la construcción de la democracia representativa. Esto es, la idea de un gobierno y unos representantes electos por el pueblo para dirigir la sociedad y tomar las decisiones fundamentales por las mayorías previstas constitucionalmente para ello, respetando los derechos fundamentales de todos.
En diversos países se busca cambiar esa democracia, limitada pero operativa y representativa, por una democracia “directa” o por una “democracia participativa”.
Es verdad que la democracia no se reduce a elecciones libres y periódicas, ni a escoger representantes, pero ¿puede subsistir sin ellos? Lo dudo mucho: la democracia solo puede expresarse adecuadamente mediante el sistema representativo, esto es, por medio de la elección de representantes en el parlamento, en el ejecutivo y en los municipios.
La democracia participativa puede —y debe— ser un complemento de la representativa, nunca su sustituto. No se trata de sustituir representaciones transparentes fundadas en elecciones competitivas (con todos sus defectos y virtudes), por representaciones de grupos que solo se representan a sí mismos.
Tampoco puede sustituirse la democracia representativa por una democracia directa (plebiscitaria). Es verdad que algunas decisiones debemos y podemos consultarlas con el pueblo para que sean los electores los que decidan directamente. Para ello existen los llamados “referendos”. El problema es cuando se abusa del instrumento y se acude a él en sustitución de la democracia representativa, con lo que se pierde la capacidad de encontrar acuerdos.
Cuando todo se pone en blanco y negro, cuando se anulan los colores y los grises (las negociaciones entre sectores y los equilibrios que nacen de ellas); reducimos todo a un juego de suma cero, donde unos pierden y otros ganan irremediablemente con lo que dividimos irremediablemente a la sociedad.
Cuando un gobernante (Pilatos, por ejemplo), pretende lavarse las manos y traslada la decisión que le corresponde (absolver a un “hombre justo”), y la pone en manos de una muchedumbre azuzada por sus dirigentes; ese gobernante es tan culpable del desenlace (la crucifixión), como el propio pueblo que escogió a Barrabás.
Digo esto a propósito la “manía referendista” en la que entró el Reino Unido sobre la independencia de Escocia o la salida de la Unión Europea. Al trasladar la decisión del Parlamento al pueblo, se pierde la oportunidad del debate legislativo, del convencimiento crítico y maduro, de la responsabilidad política que cada partido y parlamentario asumen. Al acudirse al referendo, el Gobierno y el Legislativo entregan decisiones de graves consecuencias, a las pasiones y a la demagogia.
Peor aún cuando la decisión de retirarse de Europa, la toman los más viejos (mayores de 45 años), en contra de los más jóvenes (que necesitan y prefieren la permanencia), aunque solo sea porque los primeros acudieron a las urnas y los segundos prefirieron abstenerse mayoritariamente, creyendo que basta con un “me gusta” en su página de Facebook, en sustitución de una participación activa en la decisión. Cuando un joven no participa en democracia, alguien toma la decisión por él.

Rodolfo E. Piza Rocafort

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