Costa Rica, sexo sin fronteras
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 09 mayo, 2008

Luis Alberto Muñoz
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Empresarios del sector han manifestado su descontento con la marca país utilizada hasta el momento por considerarla desactualizada, cuando las playas han tenido que absorber gran cantidad de construcciones, llenándose de “ingredientes artificiales”.
Sin embargo, si se trata de realidades, no es necesario hacer un esfuerzo grande para abrir los ojos y darse cuenta que con el tiempo y la llegada del desarrollo turístico, los “virginales” atributos naturales de los que tanto se jactaba, se han perdido, junto con otras cualidades.
El posicionamiento de Costa Rica como destino sexual crece y pocos resultados se han logrado al intentar revertir esta imagen peyorativa, la cual en el largo plazo traerá consecuencias negativas al auge turístico y comercial.
En lo que a campañas realistas se refiere, es posible que el lema “Costa Rica, sexo sin fronteras” ya se esté grabando en la mente de muchos extranjeros.
No menos alarmante fue el reciente descubrimiento de una red mafiosa que trajo al país más de 400 dominicanas obligadas a trabajar como prostitutas para pagar sus deudas a esta organización.
Parte de las detenciones surgieron tras redadas policiales llevadas a cabo en ciudades turísticas como Jacó y Quepos.
La explotación sexual es una forma de esclavitud moderna.
El tráfico de seres humanos debe ser desvinculado del turismo, más aún siendo esta última la principal actividad económica en Costa Rica.
Entre las dominicanas detenidas, se encontraron maestras, universitarias y hasta una ex policía, algunas de ellas aseguraban haber sido traídas con engaños, simplemente debían pagar las deudas a la nefasta organización.
Pese a que en la actualidad las consignas feministas hablan de discriminación, igualdad y reclaman una mayor compensación de género en aspectos laborales, existe una fuerte invisibilización social de este problema en Costa Rica.
El sistema proxeneta radica en mantener la dominación masculina, la objetificación sexual de las mujeres y la aprobación cultural de la violencia contra ellas.
Normalizar la prostitución o simplemente verla como una forma de trabajo, contradice la lógica que busca la igualdad de las mujeres en el puesto de trabajo, es decir desvirtúa sus derechos de protección.
En una visión de mercado y de libertades comerciales, hoy se ve a las mujeres como una mercancía, hasta el punto ridículo y malentendido de buscar establecer “derechos” a la explotación de este género.
Un estudio publicado por el diario inglés The Guardian, demostró que cerca del 90% de las prostitutas en esa nación quieren dejar su actividad.
En Costa Rica no necesitamos más cuentos de hadas sobre este tema, es vital desvincular pronto la rentable actividad turística de una de las formas más lucrativas de crimen organizado.
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