Costa Rica ante la crisis
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 17 octubre, 2008

Luis Alberto Muñoz
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El plan de rescate orquestado entre europeos y estadounidenses consiste en llenar de dólares el mercado, inyectados a los bancos en problemas con el objetivo de reactivar el sistema crediticio.
Estas medidas desde las perspectivas de las “libertades económicas” representan sin dudas un claro intervencionismo.
Algunos gustan llamar a este proceso, la compra de bancos por parte del Estado o nacionalización, otros prefieren denominarlo recapitalización. Es un asunto de ideologías.
Lo cierto es que estas medidas reducirían la capacidad de estos Bancos Centrales para comprar títulos o “papel comercial”. Esto limitaría a las grandes compañías para financiar parte de su crédito congelado por la crisis actual.
Esta situación, sumada a un desplome de la confianza de los consumidores en los grandes mercados, representa un panorama de preocupación para los pequeños países.
En estas circunstancias, las autoridades económicas de Costa Rica solo tienen dos opciones, intervenir o no intervenir.
Quienes defienden la intervención abogan por forzar una reducción del crédito, limitar las importaciones y contraer el gasto superfluo tanto del gobierno como de los consumidores.
Quienes se oponen al intervencionismo, sostienen que la propia contracción de la economía mundial es suficiente para generar restricciones internas en el consumo y por ende ajustar el resto de variables.
Costa Rica por ser una economía pequeña y muy abierta presenta limitaciones en ambos sentidos.
Una política intervencionista podría generar un mayor desarrollo de mercados subterráneos (contrabando). Por otra parte, una falta de intervención podría impulsar un grave desbalance comercial (gastar con frenesí más de lo que se puede) y precipitar una crisis interna.
En este sentido, lo mejor sería apelar por un camino medio, es decir intervenir en procura de una mejor regulación bancaria (en especial al crédito) sin caer en restricciones forzosas y traumáticas al comercio. Contener el gasto superfluo del Estado, pero incentivar programas de reactivación productiva. Emplear los recursos de crédito estatales para vivienda, con el fin de auxiliar a los sectores más vulnerables. Finalmente, aprovechar la fuerte rebaja del petróleo en el mundo causada por la desaceleración para bajar la inflación.
Con una mentalidad sin prejuicios ideológicos es posible extraer lo mejor de las dos propuestas para ayudar a que Costa Rica pase la crisis sin consecuencias desastrosas.
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