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Con Sumo: "Estoy en eso"

Carmen Juncos cjuncos@larepublica.net | Martes 18 marzo, 2008




Con Sumo
“Estoy en eso”

Carmen Juncos
cjuncos@larepublica.net

Los establecimientos de servicio al turismo deberían, en muchos casos, implementar mecanismos de control de calidad en la atención, de modo que esta no se convierta en la enemiga que poco a poco aleje a la gente hacia otros sitios.
Se dice que somos el país de la gente amable, del “pura vida”. En efecto, afortunadamente no decimos, como escuché en un país vecino, para referirse a algo muy bueno que “está de muerte lenta”. Invitamos a la vida, no a la muerte y menos lenta.
Pero les diré, con dos ejemplos, en qué deberíamos cuidarnos, en mi modesta opinión, para no estropear esa buena imagen con actitudes que pueden verse como indolencia, descuido y mala educación.
Una amiga visitó un fin de semana un hotel en Jacó. El lugar indicaba el precio de la habitación con desayuno incluido, sin embargo, cuando pidieron la cuenta para irse se lo cobraron. Ante el reclamo les dijeron que el desayuno incluido era el continental, no el del bufet, que era el que habían tomado. “Pero nadie nos avisó”, explicaron. De nada sirvió. Les cobraron sus desayunos y se fueron con la decisión de no volver a ese hotel.
Regresando de unas cortas vacaciones en Guanacaste con mi familia (un grupo de 12 personas), nos detuvimos en un restaurante en La Fortuna de San Carlos para almorzar. Al finalizar pedí la cuenta al mesero. Después de 15 minutos, como no venía y debíamos continuar me levanté y fui a pedírsela, pero lo encontré jugando con un perrito. Se sorprendió ante mi pedido (se había olvidado) y salió hacia la caja adonde lo seguí. Ahí le pidió a la cajera mi cuenta pero esta como si no hubiera escuchado nada, comenzó un diálogo con el mesero en el que se reían y burlaban de un cliente que acababa de abandonar el restaurante. Al rato insistí en que por favor me dieran la cuenta a lo que la cajera respondió “señora, estoy en eso”. El mesero miró para otro lado ante mi mirada atónita porque era demasiado obvio que estaban en otra cosa. Mucho tiempo después pude cancelar y regresar a la mesa donde mi familia me esperaba ya preocupada por mi “desaparición”. Desde luego, decidimos no volver a ese sitio.






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