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Dialéctica

¿Cómo están las cosas?

Juan Manuel Villasuso jmvilla@racsa.co.cr | Viernes 19 octubre, 2007


Han transcurrido casi dos semanas desde el referéndum y los ánimos aún no se sosiegan. Muchos argumentos se escuchan y actitudes diversas se observan.

En el gobierno parece existir cautela respecto a los próximos movimientos, aunque después de quince días ya hay voces que llaman a la acción y en la Asamblea Legislativa la “mayoría automática” parece galvanizarse para ciertos proyectos de la agenda de implementación.

El talante del Ejecutivo se mantiene conciliador, pero no formula propuestas concretas para concertar intereses. Además, hasta ahora se ha movido únicamente en el ámbito político, sin convocar a las organizaciones sociales y cívicas que conformaron la coalición del “no”.

Entre los opositores al TLC las cosas son un poco más complejas por la amplia diversidad de pensamientos, intereses y grupos: partidos políticos, sindicatos, empresarios nacionales, pequeños agricultores, académicos y, desde luego, los comités patrióticos.

Cada uno de estos colectivos tiene su propia estructura organizativa y una visión de la realidad. Su cohesión para el referéndum provino, entre otras cosas, del rechazo a un tratado internacional visto como consolidación de una estrategia de desarrollo que amenaza al Estado social de derecho, y de una valoración crítica de la institucionalidad costarricense por la pérdida de credibilidad en entidades como la Sala Constitucional, el Tribunal Supremo de Elecciones, la Asamblea Legislativa, y claro está, el Poder Ejecutivo.

La escasa mayoría con que se aprobó el TLC y las cuestionables circunstancias vividas en las horas previas a la votación: declaraciones de funcionarios del gobierno norteamericano y uso/abuso de los medios de comunicación por autoridades gubernamentales, dejaron en muchos sectores del “no” un sabor amargo y un sentimiento de que las reglas de la democracia no se aplican con imparcialidad y el juego electoral ha dejado de ser limpio.

En cuanto a las organizaciones que se coaligaron en contra del Tratado, el papel que les corresponde desempeñar ahora, una vez celebrada la consulta popular, se expresa de manera distinta para cada una de ellas.

Para los partidos políticos del “no” (PAC, Frente Amplio y PASE), el congreso se convierte en el espacio donde deben confrontar y conciliar las visiones de apertura comercial y de solidaridad social, al tiempo que la agenda de implementación (y ojalá una más amplia de desarrollo) ocupará en los próximos meses su atención prioritaria.

Pero también los partidos políticos del “sí”, especialmente el PLN y el Libertario, tendrán que revisar sus actuaciones. El primero, para lograr algún margen de maniobra frente a una cúpula empresarial que quiere seguir alejándolo de la socialdemocracia, y el segundo para buscar nuevas banderas al desaparecer dos importantes monopolios estatales.

Para las organizaciones sociales la tarea también se perfila difícil. Han tenido que soportar el ataque despiadado de un sector de la prensa que ha tratado de deslegitimar no solo a sus líderes sino a las propias instituciones y ahora deben asumir posiciones constructivas en un entorno que no les resulta favorable.

Finalmente están los comités patrióticos, entes sui generis que emergen espontáneamente en un contexto particular y que constituyen expresiones auténticas de participación ciudadana pero cuya solidez y permanencia para asumir nuevas responsabilidades todavía está por verse.

Así están las cosas al día de hoy. Veremos cómo evolucionan a corto y mediano plazo.

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