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Chisporroteos

Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Sábado 27 octubre, 2007


¿Cómo no unirse a ese coro de amigos y admiradores que está atónito elogiando a Elena Nascimento que, acercándose a los 90 años ha obtenido su título de abogada en la Universidad de Costa Rica?

Tica por adopción y por ósmosis, ¿cómo no iba a terminar tica casada con Joaquín Gutiérrez, ese tico que más tico se ponía cuanto más tiempo residía lejos de Costa Rica… y de Limón? 

Tal vez Elena no recuerde cuándo nos conocimos que fue cuando ella vino a Costa Rica, creo que en 1943 no estoy seguro, a que aquí naciera su hija primogénita Alejandra, y Edmond Woodbridge me llevó a saludar al padre de la criatura, viejo amigo, ya poeta, ya ajedrecista pero novelista todavía no, aunque desde siempre un representante genuino de lo que algunos habíamos dado en llamar “la alegría perenne de los Gutiérrez Ross”.

Felicitaciones a Elena. Por su título, pero también por la decisión de buscarlo y el empeño de obtenerlo. Albricias.

Hace días vengo con ganas de perder el tiempo señalando el empleo que están haciendo ciertos periodistas de la palabra “origen” como si fuera un sinónimo de “nacionalidad”. Llega a Costa Rica, digamos, un cantante salvadoreño, y en la prensa dicen que es de origen salvadoreño, cuando la realidad es que tiene y ostenta la nacionalidad salvadoreña.

De origen salvadoreño soy yo, el autor de estas líneas, puesto que tres de mis ocho bisabuelos eran salvadoreños. El Ministro de Relaciones Exteriores Bruno Stagno es de origen chileno, pero de nacionalidad costarricense. Como don Pepe Figueres era de origen español, don Chico Orlich de origen croata, don Otilio Ulate de origen francés, don León Cortés de origen colombiano y don Daniel Oduber de origen holandés. Pero todos de nacionalidad costarricense.

Un grosero anglicismo de tono y lomo se coló el jueves en una información de La Nación, y se lo señalo al redactor Ernesto Rivera, quien dijo que los directivos (¿directores?) de cierta asociación, rentan el 85% de un lote.

En inglés lo rentan (to rent), pero en español lo alquilan. Y es el lote el que renta. Rentar en español es producir una renta, no cobrarla. Hay casos en que los idiomas son antónimos.

Consejo: aunque el Tratado de Libre Comercio haya sido aprobado, todavía tenemos que hablar en español y debemos seguir cuidando el idioma… por lo menos el idioma.

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