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CHISPORROTEOS

Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Miércoles 14 enero, 2009


CHISPORROTEOS


Alberto F. Cañas

Inicio mi labor del 2009, pero no me atrevo a desear a mis lectores el Feliz Año Nuevo de la fórmula. ¿Cómo, después de lo que nos ha pasado?, ¿después de lo que nos ha pasado a todos los costarricenses?

Pasan los días y no me repongo: Y como le ha sucedido a mi colega columnista Marcello Pignataro, no dejo de pensar en esas dos niñas que, como él señala, “no tenían que estar allí”, y que a mis ojos representan una parte muy concreta de la vida costarricense: Los campesinos que están cultivando la tierra y luchan con la pobreza; la esposa que ayuda a la casa confeccionando cosas fáciles que las niñas salen a vender. Un cuadro que todos conocemos, y que de alguna manera resume y define ciertas conductas, cierto modo de vida. Y las dos niñas que salieron a vender las cajetas y simplemente desaparecieron ahogadas por la tierra.

Es una imagen patética que se me clava en lo más hondo y no me abandona desde el jueves, como si ese drama concentrara y resumiera la pavorosa tragedia que hemos sufrido todos.

No es cuestión de pensar lo terrible que esto habría sido de haberse suscitado en un lugar de mucha población, como sucedió en Cartago en 1910. Ese es un pensamiento inútil, una idea que de nada sirve ante el drama profundo, tremendo, individual que sufren millares de compatriotas nuestros. ¿Qué va a ser de los supervivientes? ¿Qué va a ser de esa tierra hermosa que nos iluminaba con su belleza cada vez que la recorríamos?

Siguen fijas en mi mente las dos niñas que andaban vendiendo las cajetas que elaboró su madre. No puedo quitármelas. Me van a acompañar mientras mi mente viaje —y viajará mucho, lo sé— hasta esa zona bella, de cautivantes paisajes, que ya no tenemos.

Bulle dentro de mí ese narrador que hace años colgó la pluma. Narrar ¿qué? ¿hablar sobre esa gente que desapareció, sobre sus allegados que la buscan casi seguramente en vano, sobre la vida que podrían continuar viviendo esos campesinos, y las niñas que vendían cajetas? Hacer literatura sobre cualquiera de esos temas me parece que sería casi sacrílego. Que descansen en paz. Que nunca los olvidemos. Que la paz regrese al espíritu de los sobrevivientes, y pensar que sobrevivientes somos todos. Y que, como es inevitable, la vida siga adelante en este Año Nuevo que ha comenzado tan poco Feliz.


afcanas@intnet.co.cr

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