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Buenos huyen de la política

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 07 diciembre, 2012


Costa Rica requiere un renacer de valores y esperanzas; reencontrar en el bien común un bastión de ayuda para los más necesitados


Buenos huyen de la política

El riesgo de ser manchado de forma infundada en la política nacional genera que personas buenas y preparadas huyan paulatinamente de cargos públicos, perdiéndose así su experiencia a la hora de enfrentar los problemas del país.
Conforme las personas honestas se abstienen de participar en la política y construir una mejor sociedad, están dejando la mesa servida a los corruptos.
Por más aislados o individualistas que podamos sentirnos respecto a los asuntos públicos, e incluso apáticos a todo lo relacionado con la política, estamos siendo a la vez afectados por las decisiones que se toman desde los centros del poder democrático.
Recientes acontecimientos han demostrado que ni siquiera la división de poderes, tal cual es concebida en la Constitución, es garante suficiente de libertad, si no cuenta con la participación ciudadana.
De esta contribución depende en buena forma la sostenibilidad de una convivencia social armónica.
En este sentido, las agrupaciones profesionales y empresariales están llamadas también a participar de modo activo en la consecución del bien común.
Esto ha resultado transcendental a la hora de enfrentar a quienes dentro de nuestra democracia intentan coartar libertades y derogar conquistas sociales, como el lamentable caso de la recién aprobada ley mordaza por la actual Asamblea Legislativa.
La parálisis, la ingobernabilidad, la incapacidad de reducir la pobreza, son solo ejemplos de nuestras renuncias a los valores superiores que nos unen como nación.
A nivel mundial, durante el periodo de crisis económica que viven países desarrollados ha surgido una dimensión nueva donde se reafirma el bien común como “una llamada a todos a asumir sus responsabilidades comunes”.
Para este punto de nuestra historia democrática debería ser claro que ni más dinero, ni más leyes, ni siquiera un endurecimiento de estas, es decir ningún instrumentalismo va a lograr que nuestros servidores públicos encuentren la mística en su función al servicio de los demás.
Esta solo volverá cuando empecemos a creer como pueblo que el destino está en nuestras propias manos, en la construcción de un sistema más inclusivo y equitativo en oportunidades.
Costa Rica requiere un renacer de valores y esperanzas; reencontrar en el bien común un bastión de ayuda para los más necesitados.

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