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Hinchas de fútbol serán jueces más duros de Neymar

Bloomberg | Viernes 19 febrero, 2016 12:00 a. m.




Si hay un brasileño que no necesita presentación es Neymar. El delantero de 24 años estrella del FC Barcelona es el jugador de fútbol más famoso del país después de Pelé. Los mismos gestos heroicos en el campo de juego que lo mantuvieron en yates y autos elegantes también han sido una especie de bálsamo para un país golpeado por los escándalos políticos y una regresión económica brutal.

Hasta ahora, en cualquier caso. Esta semana, un juez federal en Brasil ordenó congelar activos de Neymar por cerca de $50 millones, entre otros, su avión privado, un yate, y una colección de autos veloces y casas lujosas. La cifra supera por mucho los alrededor de $16 millones que según los fiscales este grande del fútbol dejó de pagar en impuestos en los últimos años: la penalidad estándar de Brasil por evasiones fiscales incluye los impuestos adeudados más una multa abultada.

Que los ídolos no estén por encima de la ley es una buena noticia para Brasil. Después de todo, el país se halla en plena limpieza de transacciones sospechosas en el gobierno y los directorios de empresa. La investigación llamada Operación Lavado de Dinero (Operation Car Wash) por corrupción en la empresa petrolera estatal Petrobras llevó ante la justicia, e incluso a la cárcel, a algunas de las figuras públicas y los ejecutivos más poderosos.

El escándalo supurante obliga a la presidenta, Dilma Rousseff, a seguir luchando contra una ofensiva de juicio político que se está cerrando sobre su enormemente popular predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, quien aceptó presuntamente coimas corporativas para engalanar una casa de campo y remodelar un departamento en la playa.

Resulta tentador, por ende, pensar que la causa contra Neymar es parte de una reforma ética más amplia. Ya quisiera Brasil: la mano dura de Lavado de Autos es alentadora pero reciente, y una carrera en la política todavía sigue siendo vista como un pase rápido a la impunidad.

Tomemos, por ejemplo, el Congreso brasileño, donde hasta diciembre casi 30% de los representantes de la cámara baja y 40% de los senadores enfrentaban cargos penales, según Congresso em Foco, un sitio Web que hace un seguimiento de la legislatura.

Y sin embargo, estos legisladores tienen la libertad de votar leyes y cobran salarios, a menos que sus colegas los priven de la inmunidad parlamentaria y la Corte Suprema los condene. Pero cálmese: sólo 16 legisladores en funciones han sido condenados en los últimos 28 años.

A las celebridades les resulta más difícil. Si bien algunos brasileños están en la categoría de ídolos del rock, la fama puede convertirlos en blancos fáciles, sobre todo en el fútbol. Pelé, el eterno ídolo reverenciado en Brasil como “el Rey”, figuró en la lista de invitados de palacios de todo el mundo, pero su aura no le sirvió de mucho cuando su hijo fue condenado por lavado de dinero y por su participación en una banda de drogas, ni tampoco alejó a Pelé de las primeras planas de los diarios cuando su compañía de marketing deportivo fue acusada de quedarse con dinero destinado a beneficencia. (Pelé no estaba implicado personalmente, pero su reputación sufrió).

“La impunidad es más para los poderosos que para los famosos”, me dijo el periodista deportivo Juca Kfouri. “Los ídolos de Brasil nunca se han salvado”.

Será tal vez algo cultural. El futebol, después de todo, es prácticamente una religión en Brasil, quizá porque es donde el mérito y el talento vencen a las conexiones y la riqueza. Los brasileños están justamente orgullosos del juego que les ha valido cinco Copas Mundiales inigualables (pese a la caída de la selección nacional en el último campeonato) y el talento local es probablemente la exportación con valor agregado más exitosa del país.

La supuesta evasión fiscal de Neymar puede parecer un pecadillo en comparación con los delitos de los que se acusa a los poderosos arrogantes de Brasil. Pero posiblemente no contará con la compasión ni de la justicia ni de la calle brasileña. Habrá que ver cómo termina el juego para el equipo de la elite de políticos y magnates del país.







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