Un insulto con disfraz de disculpa
| Sábado 17 enero, 2009
Un insulto con disfraz de disculpa
Ciertamente la palabra es un arte, quien sea diestro en usarla tendrá la capacidad de enmascarar una injuria por elogio, hasta lo grotesco puede ser glorioso si el ordenamiento de la prosa logra ser un artificio truculento que engañe a su lector.
De esta misma forma se han justificado en la historia un sinnúmero de absurdos, el ejemplo más reciente lo encontré en la respuesta que dio el vocero de una publicación nacional ante la crítica popular que generó la publicación en su portada con una imagen muy fuerte de las víctimas del terremoto y me pareció verdaderamente preocupante la forma discreta en la cual en una parte de su escrito se clasifica a las personas de este país en dos grupos: los que ayudan y los que no.
Según la óptica del escritor, los que ayudan son los que toman fotos desgarradoras y las publican, y los que no ayudan somos los que detrás del escritorio nos dedicamos a la crítica y el insulto.
Lamentable discurso clasista, pues este tipo de señalamientos en vez de crear alianzas entre los unos y los otros, lo que causa es una rivalidad absurda e insana.
Todas las personas somos diferentes y hemos elegido libremente convertirnos en lo que somos o representamos en nuestros trabajos y hogares; creo verdaderamente que es la cualidad del ser humano de ser único lo que lo identifica como pieza fundamental e irrepetible y lo hace acoplar perfectamente en el gran engranaje de una sociedad en la que todos necesitamos de todos.
Los valores de respeto al dolor ajeno, solidaridad y hermandad son universales y no dependen de una óptica según el nivel económico o de estudios que posea la persona; para agravar la situación casi al final de la respuesta se lee: “hay personas que no están preparadas para recibir y entender ciertos mensajes”…
Si un comunicador redacta así una disculpa pública, creo que va a seguir escribiendo una tras otra, pues ahora sí se puede decir que nadie está preparado para recibir esta mezcla de insultos discretos con disculpas.
Queda evidenciado que por más caretas que se utilicen para justificar acciones que son censurables, son solo un breve instrumento de letargo, antes que la honestidad y la verdad se posicionen en su sitio.
Adriana Espinoza
Odontóloga
Cedula: 1-1138-0990
Ciertamente la palabra es un arte, quien sea diestro en usarla tendrá la capacidad de enmascarar una injuria por elogio, hasta lo grotesco puede ser glorioso si el ordenamiento de la prosa logra ser un artificio truculento que engañe a su lector.
De esta misma forma se han justificado en la historia un sinnúmero de absurdos, el ejemplo más reciente lo encontré en la respuesta que dio el vocero de una publicación nacional ante la crítica popular que generó la publicación en su portada con una imagen muy fuerte de las víctimas del terremoto y me pareció verdaderamente preocupante la forma discreta en la cual en una parte de su escrito se clasifica a las personas de este país en dos grupos: los que ayudan y los que no.
Según la óptica del escritor, los que ayudan son los que toman fotos desgarradoras y las publican, y los que no ayudan somos los que detrás del escritorio nos dedicamos a la crítica y el insulto.
Lamentable discurso clasista, pues este tipo de señalamientos en vez de crear alianzas entre los unos y los otros, lo que causa es una rivalidad absurda e insana.
Todas las personas somos diferentes y hemos elegido libremente convertirnos en lo que somos o representamos en nuestros trabajos y hogares; creo verdaderamente que es la cualidad del ser humano de ser único lo que lo identifica como pieza fundamental e irrepetible y lo hace acoplar perfectamente en el gran engranaje de una sociedad en la que todos necesitamos de todos.
Los valores de respeto al dolor ajeno, solidaridad y hermandad son universales y no dependen de una óptica según el nivel económico o de estudios que posea la persona; para agravar la situación casi al final de la respuesta se lee: “hay personas que no están preparadas para recibir y entender ciertos mensajes”…
Si un comunicador redacta así una disculpa pública, creo que va a seguir escribiendo una tras otra, pues ahora sí se puede decir que nadie está preparado para recibir esta mezcla de insultos discretos con disculpas.
Queda evidenciado que por más caretas que se utilicen para justificar acciones que son censurables, son solo un breve instrumento de letargo, antes que la honestidad y la verdad se posicionen en su sitio.
Adriana Espinoza
Odontóloga
Cedula: 1-1138-0990