Tiempo
Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 18 febrero, 2008

Marcello Pignataro

El paso del tiempo es inexorable. No perdona y no se limita. Tampoco respeta. Todos los días tienen las mismas 24 horas para un empresario, para un obrero, para un ama de casa, para un mendigo… Sin embargo, el uso que se hace de ellas variará mucho para cada uno.
A muchos quizás las 24 horas que hay en un día nos parezcan muy pocas, otros sentirán que son demasiadas. Habrá días en que se inviertan las percepciones y los días se hagan eternos para los primeros y cortísimos para los segundos. Sin embargo, el tiempo no varía. Las horas duran los mismos 60 minutos y estos a su vez los mismos 60 segundos.
Hoy me sorprendo al saber que ya ha transcurrido más del 10% de 2008. ¿Pero cómo? ¿No acabamos de darnos todos unos calurosos saludos llenos de buenos deseos para este año?
Los segundos son interminables para alguien en agonía e imperceptibles para una pareja de novios. Los minutos son eternos para alguien que va tarde para una reunión y se encuentra las tradicionales presas de San José, mas no suficientes para quien esté teniendo problemas resolviendo un examen. Las horas no se terminan nunca cuando nos encontramos en una presa, regresando a casa luego de un viaje a la playa, pero para los que estemos en el concierto del próximo 26 de febrero nos parecerán fugaces instantes.
Hoy estamos a más de la mitad del segundo mes de 2008. ¿Pero cómo? ¿No acabo de cumplir años en octubre?
Posiblemente en estas fechas (escribí la columna antes) se esté solicitando la prórroga a los países firmantes del TLC para que nos permitan terminar de implementar las leyes complementarias en un plazo mayor al originalmente acordado. Los días antes de recibir respuesta parecerán siglos para quienes esperamos con ansias la ratificación del Tratado, pero se irán volando para los opositores.
A veces siento que mis dos hijos nacieron la semana pasada. Uno ya va para 12 y el otro acaba de cumplir seis.
El tiempo vuela para los enamorados. El tiempo vuela en vacaciones y se estanca cuando faltan cuatro días para llegar al pago quincenal. El tiempo no se detiene para nada, ni para nadie. El tiempo perdido hasta los santos lo lloran, dice mi abuela. El tiempo todo lo cura. Hay que dar tiempo al tiempo. El tiempo de seguir escribiendo esta columna se me acabó.
manogifra@gmail.com
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