Solidaridad comercial financiera
Marilyn Batista Márquez mbatista@batistacom.com | Lunes 28 diciembre, 2020

Medios de comunicación han informado que ha aumentado la retención de vehículos por falta de pagos debido a la incapacidad de hacerle frente a la deuda, a causa de la pérdida de ingresos y de trabajo por la pandemia. Los casos por cobro judicial y remates de bienes han aumentado en un 30%.
Tradicionalmente las instituciones financieras y los comercios que brindan financiamiento de productos y servicios son implacables con los clientes morosos. Con tan solo tener dos o tres días de atraso en el pago de un crédito comienzan a llamar para hacer su gestión de cobro. Si la cuenta llega a 30 días de mora, las llamadas se convierten en una verdadera persecución y asedio.
Aunque es certera esta situación, me parece justo destacar la solidaridad comercial financiera demostrada por muchos negocios en actividad crediticia. Soy testigo y beneficiaria de ello.
Instituciones como el Grupo Mutual y el Banco de Costa Rica se han destacado en tomar de la mano a sus clientes y acompañarlos por este camino difícil, brindando en forma excepcional refinanciamientos, moratorias y otras alternativas de salvamento en forma ágil y con el mínimo de requisitos. Banco Nacional, Scotiabank y Grupo Monge también lo han hecho y estoy segura que otros más, algunos ofreciendo el servicio hasta en forma virtual, sin tener que presentarse en las oficinas.
El tono de las llamadas y correos de cobro han cambiado. Ahora comunican a los clientes la disponibilidad de acudir a ellos para ponerse de acuerdo en cómo resolver la situación de impago, y hasta se comprometen en eliminar los atrasos en pagos para no manchar el historial de crédito. El servicio al cliente y la gestión de cobro.
Es necesario destacar, que no son solo instituciones financieras del sector público, que han tenido un rol determinante en el impulso al desarrollo social en el país y en donde siempre existirá –o debería existir- un alto grado de compromiso social. Se trata también de empresas privadas, con ánimo de lucro, que han podido comprender la trágica e inusual situación económica por la que atraviesan clientes de altos, medianos y bajos ingresos, y saben que es mejor negociar que perder o entrar en un proceso tedioso y costoso de apropiación de bienes.
Aún con este comportamiento y acciones solidarias, muchas personas han perdido y perderán sus bienes, porque son insostenibles los arreglos de pagos y refinanciamientos recurrentes e infinitos. Es claro que aunque la solidaridad como valor es un sentimiento de unidad que nos mueve a dar sin esperar recibir nada a cambio, este no es el caso de los negocios, ni públicos ni privados, y por lo tanto hay que pagar en algún momento y regresarán las gestiones de cobro implacables. Pero me consuela que en este momento de crisis, los comercios e instituciones hayan implementado las palabras del emperador del Imperio romano Marco Aurelio: “Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza”.
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