Sin reforma fiscal y reforma fiscal de verdad
Francisco Villalobos fvillalobos@icstax.com | Sábado 30 agosto, 2008
Sin reforma fiscal y reforma fiscal de verdad
Que moverse hacia una especie de flat tax sea una reforma fiscal de verdad, no sé. Bien decía Gary Kasparov que la innovación sin un sólido respaldo nos hace cometer errores preciosos. Ese disparate del flat tax solo encuentra eco en quienes no quieren pagar impuestos. Y yo no los culpo. La verdad, llevan razón cuando vemos las ineficiencias con las que los gobiernos de turno gestionan la cosa pública. Eso, sin hablar de los temas de corrupción que sin duda son un aliciente y justificación de fondo para los que de plano deciden no pagar.
A Janis Joplin la encarcelaron por no presentar su declaración de impuestos. Protestaba contra la guerra de Vietnam y no quería ser parte de su financiamiento. Entonces yo podría entender que los defensores del flat tax sean más bien tax protestors como fieles hombres de estado que son. Ahí coincido con ellos.
Pero voy un paso más allá. Si el tema es protestar entonces, que ni paguen impuestos, ni que voten.
Si el tema es hacerse de un modelo para no pagar casi nada, dentro de un sistema económico poco distributivo, con grandes inconsistencias en el gasto público, con diferencias de velocidad en el desarrollo y nada solidario, entonces el flat tax es una licencia de corsariato.
La política sin duda es el arte del pragmatismo. No tiene nada que ver con capacidad ni con inteligencia, ni con justicia ni con la lógica. Tiene que ver con la oportunidad.
Por eso está lleno de oportunistas como quienes ocupan curules de rebote o los que tienen a sus hijos con becas en el exterior – que pagamos los que pagamos impuestos – por pegar banderas, por ejemplo.
Es entonces absolutamente inteligente la decisión del gobierno actual en no desgastarse en un fuego cruzado en el Congreso por tratar de aprobar alguna reforma fiscal que en todo caso y según me han contado, distaría mucho – la que se tenía en mente presentar en esta legislatura – de una verdadera reforma fiscal como la que se planteara en el gobierno de Abel Pacheco y que tanto enfureció a los libertarios.
Esa si era una reforma de verdad pues variaba elementos clave de nuestro sistema actual y enrumbaba a Costa Rica en la dirección de la atracción de capitales, de certeza de la inversión y de consolidación de la inversión extranjera directa en el país.
Se ha demostrado la capacidad indiscutible de la Dirección General de Tributación en la gestión fiscal efectiva, que sin embargo, opera y gestiona unas leyes que se hacen la vista gorda del verdadero y burdo fraude y que castiga a los empresarios honestos con toscas interpretaciones y falta de certeza y derechos de los contribuyentes. O sea, la decisión de no enviar leyes de impuestos a la Asamblea Legislativa es acertada, ocurrencias como el flat tax, no.
Que moverse hacia una especie de flat tax sea una reforma fiscal de verdad, no sé. Bien decía Gary Kasparov que la innovación sin un sólido respaldo nos hace cometer errores preciosos. Ese disparate del flat tax solo encuentra eco en quienes no quieren pagar impuestos. Y yo no los culpo. La verdad, llevan razón cuando vemos las ineficiencias con las que los gobiernos de turno gestionan la cosa pública. Eso, sin hablar de los temas de corrupción que sin duda son un aliciente y justificación de fondo para los que de plano deciden no pagar.
A Janis Joplin la encarcelaron por no presentar su declaración de impuestos. Protestaba contra la guerra de Vietnam y no quería ser parte de su financiamiento. Entonces yo podría entender que los defensores del flat tax sean más bien tax protestors como fieles hombres de estado que son. Ahí coincido con ellos.
Pero voy un paso más allá. Si el tema es protestar entonces, que ni paguen impuestos, ni que voten.
Si el tema es hacerse de un modelo para no pagar casi nada, dentro de un sistema económico poco distributivo, con grandes inconsistencias en el gasto público, con diferencias de velocidad en el desarrollo y nada solidario, entonces el flat tax es una licencia de corsariato.
La política sin duda es el arte del pragmatismo. No tiene nada que ver con capacidad ni con inteligencia, ni con justicia ni con la lógica. Tiene que ver con la oportunidad.
Por eso está lleno de oportunistas como quienes ocupan curules de rebote o los que tienen a sus hijos con becas en el exterior – que pagamos los que pagamos impuestos – por pegar banderas, por ejemplo.
Es entonces absolutamente inteligente la decisión del gobierno actual en no desgastarse en un fuego cruzado en el Congreso por tratar de aprobar alguna reforma fiscal que en todo caso y según me han contado, distaría mucho – la que se tenía en mente presentar en esta legislatura – de una verdadera reforma fiscal como la que se planteara en el gobierno de Abel Pacheco y que tanto enfureció a los libertarios.
Esa si era una reforma de verdad pues variaba elementos clave de nuestro sistema actual y enrumbaba a Costa Rica en la dirección de la atracción de capitales, de certeza de la inversión y de consolidación de la inversión extranjera directa en el país.
Se ha demostrado la capacidad indiscutible de la Dirección General de Tributación en la gestión fiscal efectiva, que sin embargo, opera y gestiona unas leyes que se hacen la vista gorda del verdadero y burdo fraude y que castiga a los empresarios honestos con toscas interpretaciones y falta de certeza y derechos de los contribuyentes. O sea, la decisión de no enviar leyes de impuestos a la Asamblea Legislativa es acertada, ocurrencias como el flat tax, no.