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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



COLUMNISTAS


¿Se ha hecho el sistema energético mundial más vulnerable y más expuesto a eventos internos y externos?

Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 25 julio, 2022


La transición hacia fuentes de energía más limpias debía necesariamente estar diseñada y desarrollada para hacer que los sistemas energéticos fueran más competitivos, menos vulnerables, más sostenibles y más resistentes a los impactos de eventos internos y externos.

Pero la realidad actual muestra que, en medio de un cambio fundamental enfocado en lograr una ruta eficiente y eficaz hacia las energías más limpias, el sistema energético mundial se hizo sorprendentemente más frágil, más vulnerable y más fácil de desequilibrar de lo que era antes, lo cual condujo a la crisis energética mundial actual.

Todo esto está sucediendo en un momento en que los expertos internacionales proyectan que el consumo de energía aumentará un 60% para el 2050.

A medida que el mundo empezó a salir de la recesión económica en el 2021, creada por el coronavirus, la demanda de energía también empezó a aumentar.

En el segundo semestre de ese año, se empezó a dar un peligroso desbalance estructural y coyuntural entre la oferta y la demanda, lo cual impulsó los precios de la energía hacia una rápida alza.

El aumento continuo de la demanda mundial de energía, combinado con un grado inapropiado de escasez a nivel de la oferta energética, ha creado una gran volatilidad, particularmente en los precios de los combustibles líquidos y gaseosos, lo cual es una señal de que el mundo podría transitar por un período inestable durante algunas décadas.

Luego, la invasión de Rusia a Ucrania en febrero del 2022 no hizo más que agravar la crisis que se inició en 2021. Fue la tormenta perfecta.

El detonador de esta crisis, sobre la cual aún no se sabe cómo ni cuándo terminará, fue una importante subinversión que se venía dando en el sector energético mundial, tanto en el desarrollo de las energías renovables como las no renovables.

Las consecuencias probablemente podrían ir desde períodos de inflación impulsada por la energía más cara hasta la amenaza inminente de cortes de energía y una pérdida importante de crecimiento económico y producción. Todo esto afectará el crecimiento económico y social y aumentará las desigualdades de ingresos de la población.

La International Energy Agency (IEA), brazo energético de los países de la OCDE, considera que la crisis actual es mucho más severa y preocupante que las crisis energéticas anteriores, incluyendo las crisis de la década de los 70s y los 80s.

Esta crisis va a modificar también el mapa energético en el mundo con cambios importantes.

Un tema clave es que la transición que se venía dando en el mundo estaba creando un faltante de la oferta causado por la subinversión en renovables y en no renovables (particularmente petróleo y gas natural).

Como consecuencia de la subinversión en renovables y la compleja realidad (económica, financiera, social, tecnológica, etc.) del despliegue de la nueva infraestructura, la oferta de éstas no estaba llenando los espacios dejados por el faltante en la oferta de petróleo y gas natural.

Los expertos internacionales indican que el proceso se convirtió en una ‘transición no sincronizada’ entre la demanda y la oferta energética (renovable y no renovable), debido a que las energías renovables no han crecido lo suficiente como para poder reemplazar las fuentes no renovables de energía que en principio deberían ser desplazadas progresivamente del sistema, pero sin poner en riesgo el abastecimiento.

Entre muchas otras cosas, todo esto ha provocado además un resurgimiento imprevisto del carbón en muchos países, cuya demanda venía bajando por ser una de las fuentes de energía que más impacta el ambiente (incluyendo el cambio climático).

Este resurgimiento se está dando inclusive en los países europeos, que son los países del mundo más comprometidos con la lucha contra el cambio climático y que se habían comprometido a desterrar el carbón.

Un artículo publicado el viernes pasado por EuroNews, titulado “La guerra en Ucrania y los temores de escasez de gas natural han dado un renacimiento inesperado al carbón”, señala lo siguiente para el caso de Alemania: “Es una locura. Es comprensible que todos estén asustados. La gente quiere carbón para el próximo invierno”.

Hay que tener claro que la demanda energética es el “driver” que conduce la oferta y la transición energética, ya que es la demanda la que induce los cambios en la oferta. No es al revés.

Por lo tanto, no se puede realizar una transición restringiendo la oferta (por subinversión u otros medios), lo cual conduce a crisis energéticas, como la que estamos viviendo actualmente.

Para que un sistema energético y su transición funcionen apropiadamente, se debe operar con suministros de energía abundantes, costos bajos, seguridad energética, aceptación social y emisiones decrecientes al ambiente.

En otras palabras, durante la transición energética es necesario disponer de abundancia de todas las fuentes de energía, tanto renovable como no renovable.

Lo anterior para no crear desajustes peligrosos entre la oferta y la demanda durante la transición energética, como los peligrosos desajustes que han provocado esta crisis.

Por esta razón es que en este momento no solamente está aumentando la inversión en el desarrollo de fuentes renovables (particularmente la solar y la eólica) sino que también la inversión en la exploración y el desarrollo de yacimientos de petróleo y gas natural.

Los expertos internacionales prevén que la energía solar y la eólica serán las dos fuentes renovables de más rápido crecimiento (para generar electricidad), junto con el gas natural. Estas son las tres fuentes de energía que están liderando la transición energética en el mundo. El consumo de petróleo también crecerá, pero más lentamente. Se espera que el consumo de carbón disminuya conforme esta crisis vaya desapareciendo.

La transición energética llevará décadas. Durante este largo período las fuentes de energía más limpias irán desplazando paulatinamente los combustibles fósiles, de los cuales el mundo depende hoy en día en más de un 80% para su abastecimiento energético.

Por su naturaleza misma, un proceso de transición energética es lento (dura décadas) y requerirá de nuevos y continuos adelantos tecnológicos para fortalecerlo.

Los expertos internacionales señalan que la crisis energética actual es un mensaje de advertencia sobre lo compleja, difícil y lenta que va a ser la transición energética.

Lo señalado en esta columna, y en mis cuatro columnas anteriores tituladas “Primera crisis mundial en la era de transición hacia las energías más limpias (I, II, III y IV)”, permite concluir lo siguiente:

• Que, contrario a lo que muchos esperaban, el sistema energético mundial se ha vuelto más vulnerable y más expuesto a los impactos de eventos internos y externos.

• Que la transición energética es un proceso muy complejo en el cual pueden surgir gran cantidad de eventos potenciales imprevistos, los cuales crearán muy posiblemente otras crisis energéticas, para las cuales los países deben irse preparando desde ahora.

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