Se debe reconstruir con gran cuidado
| Miércoles 21 enero, 2009
Se debe reconstruir con gran cuidado
Gonzalo A. Páez Montalbán
El desastre geológico del 8 de enero con su comprensible carga emocional, emanada de mucha humanidad castigada sin sentido por la naturaleza, está procurando, como era de suponer, ayuda pronta y copiosa. Es de esperar que la codicia ceda paso franco al servicio eficiente, y que el grupo al alero de la Comisión Nacional de Emergencia (CNE), al lado de lo técnico y profesional cuide celosamente de la probidad de la inversión, lo que deberá ser prioridad de Estado en esta coyuntura.
Sin embargo, la reconstrucción —y la inversión por ende— tiene un punto a la vez importantísimo y doloroso que resolver. La atenta observación de los parajes destruidos y evidentemente falseados en gran parte de la extensión topográfica afectada, me hacía suponer que, al menos en ciertas partes, era imposible reparar o reconstruir sin exponerse a nuevos desastres, a la erección de obra nueva sin futuro y al desperdicio de recursos económicos y el trabajo físico e intelectual de muchas gente. Don Ignacio Chaves, geólogo de la CNE, refiriéndose a Cinchona, pone el dedo en la llaga y declara, “en mi criterio, a este lugar no se puede volver… Es un sitio que… (ya) no es apto para ser habitado”.
La decisión de abandonar definitivamente trechos de carreteras y caminos, y extensiones de terreno hasta hace nada habitados y cultivados, es durísima y llenará de amargura especialmente a los pobladores que deberán ser desarraigados. El Estado tiene aquí una tarea cuya ejecución habrá de combinar firmeza, eficiencia y amor. No es posible construir en falso, tampoco ceder ante los comprensibles sentimientos de los vecinos —no sabemos de cuántos, y, quizás lo más sensible, habrá que buscar y encontrar los mejores y más seguros sitios para la reubicación, que deberá hacerse con fuertes dosis de solidaridad, tomando en cuenta que los habitantes de esa zona son parte de los de mejor calidad con que cuenta Costa Rica.
Quienes tienen en sus cabezas las decisiones y en sus brazos el empuje de las obras, deberán actuar sabiamente. La zona, el país y su gente no merecen otra cosa.
Gonzalo A. Páez Montalbán
El desastre geológico del 8 de enero con su comprensible carga emocional, emanada de mucha humanidad castigada sin sentido por la naturaleza, está procurando, como era de suponer, ayuda pronta y copiosa. Es de esperar que la codicia ceda paso franco al servicio eficiente, y que el grupo al alero de la Comisión Nacional de Emergencia (CNE), al lado de lo técnico y profesional cuide celosamente de la probidad de la inversión, lo que deberá ser prioridad de Estado en esta coyuntura.
Sin embargo, la reconstrucción —y la inversión por ende— tiene un punto a la vez importantísimo y doloroso que resolver. La atenta observación de los parajes destruidos y evidentemente falseados en gran parte de la extensión topográfica afectada, me hacía suponer que, al menos en ciertas partes, era imposible reparar o reconstruir sin exponerse a nuevos desastres, a la erección de obra nueva sin futuro y al desperdicio de recursos económicos y el trabajo físico e intelectual de muchas gente. Don Ignacio Chaves, geólogo de la CNE, refiriéndose a Cinchona, pone el dedo en la llaga y declara, “en mi criterio, a este lugar no se puede volver… Es un sitio que… (ya) no es apto para ser habitado”.
La decisión de abandonar definitivamente trechos de carreteras y caminos, y extensiones de terreno hasta hace nada habitados y cultivados, es durísima y llenará de amargura especialmente a los pobladores que deberán ser desarraigados. El Estado tiene aquí una tarea cuya ejecución habrá de combinar firmeza, eficiencia y amor. No es posible construir en falso, tampoco ceder ante los comprensibles sentimientos de los vecinos —no sabemos de cuántos, y, quizás lo más sensible, habrá que buscar y encontrar los mejores y más seguros sitios para la reubicación, que deberá hacerse con fuertes dosis de solidaridad, tomando en cuenta que los habitantes de esa zona son parte de los de mejor calidad con que cuenta Costa Rica.
Quienes tienen en sus cabezas las decisiones y en sus brazos el empuje de las obras, deberán actuar sabiamente. La zona, el país y su gente no merecen otra cosa.