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Restricción solidaria

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 17 julio, 2008


Vericuetos
Restricción solidaria

Tomás Nassar

Ciertamente se ven menos carros en las calles de San José. Los trayectos se cubren ahora en menos tiempo y con menor dificultad. El tráfico es más fluido y la gente se ve un poco menos estresada y un poco (no mucho, claro) más cordial.
Personalmente tomé con entusiasmo la medida implementada por el Gobierno de restringir el uso de vehículos un día por semana, no porque no me afecte el inconveniente de tener que dejar el carro en el garaje y jugármela como pueda, sino porque soy un convencido de que la gente tiene que despertar, abrir los ojos ante el futuro que nos espera a muy corto plazo, y actuar en consecuencia.
Siendo objetivo, al menos en mi caso personal, las complicaciones no son tantas. Comprendo perfectamente que hay personas a las que el uso diario del carro les resulta mucho más importante que a mí y que prescindir de él representa una molestia y hasta un perjuicio económico.
Sin embargo, leyendo los presagios de los expertos sobre el deterioro ambiental y sus consecuencias y los vaticinios acerca del agotamiento de los pozos petroleros, me parece que hay muy poco que decir y sí mucho que aportar en el impostergable intento colectivo para que el planeta sea un lugar donde nuestros hijos y nietos puedan vivir felices.
De este tema de la restricción vehicular, me parece que no existe ninguna duda de los beneficios predecibles que ya está dejando la decisión, en términos de ahorro cuantificable en el consumo de combustible, no solo el que dejan de gastar los carros guardados, sino el que dejan de consumir los que circulan con mayor fluidez y logran completar los recorridos en menos tiempo; pero quisiera destacar dos virtudes que ha tenido la medida que quizás no son tan visibles y que para mí revisten enorme importancia.
En primer lugar el ejercicio adecuado de la autoridad. Muy bien la decisión de no aceptar excepciones. Excusas habrá las que se puedan inventar y justificaciones todas las posibles. El problema es común y en la solución debemos participar todos de la misma manera, incluyendo por supuesto, a los funcionarios públicos de más alto nivel, que son los llamados a predicar con el ejemplo.
En segundo lugar, la solidaridad que ha despertado la conciencia ciudadana de que estamos llamados a formar un solo frente en la inconmensurable tarea de ahorrar energía y preservar los recursos. A pesar de los que reclaman, que siempre los habrá, la verdad es que hace mucho tiempo no se mostraba la mayoría de la población tan identificada con una causa común, tan unida, con tanto sentido de pertenencia a la comunidad, con tanta claridad en el mismo objetivo. Me ha llamado mucho la atención y me ha producido satisfacción ver a la gente más joven sentirse tan comprometida y estar tan definida sobre cómo les afectará adversamente el futuro cercano si no actúan ahora con visión y responsabilidad.
La verdad es que de esta experiencia a la que entramos por obligación, podemos derivar muchas más cosas buenas que las que pudimos prever al comienzo.

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