Reflexiones: Política fiscal o monetaria en época de pandemia.
Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 31 marzo, 2020
El país está enfrentando una de las crisis más profundas de su historia. La situación del COVID19 nos está produciendo una caída libre de la producción y del consumo, la oferta y la demanda están cayendo y tendremos serias consecuencias en materia de empleo, pobreza, desigualdad social y reorganización de la propiedad de los medios de producción. Las personas han pasado en cuestión de tres semanas de una condición de estabilidad a una pérdida sustantiva de sus condiciones materiales para sobrevivir. Las MIPYMES formales e informales ya han cerrado o están a punto de hacerlo. El estado está seriamente afectado en sus ingresos presentes y futuros y además, exageradamente endeudado. Tenemos entonces todas las condiciones para ser afectados sustantivamente por este fenómeno. Cuando los problemas llegan a esta magnitud la posibilidad de tener una salida requiere de la concurrencia de todos.
Lamentablemente el país ya carga una serie de desigualdades históricas en cuanto a la contribución al estado. El país ha venido subsidiando a importantes sectores privados empresariales por casi 35 años, las zonas francas y las grandes cooperativas y consorcios de exportación se han beneficiado de dichos subsidios por décadas. Lamentablemente hemos tenido pasajeros gratis que no han contribuido adecuadamente al financiamiento público y hoy, desde los medios de comunicación que los representan, se dedican a recetar justicia social y solidaridad con los recursos de otros, sin siquiera mirar sus propias falencias. Es por eso que la solución a la crisis requiere que exista consciencia de que los que piden patadas, también deberán contribuir seriamente a la solución del problema.
Las soluciones requieren de una autentica solidaridad. Ciertamente nadie está seguro en medio de esta crisis. Unos se encuentran al borde dela quiebra por el problema de endeudamiento. Una buena parte de estos simplemente no podrán pagar sus deudas y tendremos una contaminación real del sistema financiero. Otros a pesar de tener un salario razonable, verán un efecto neto negativo por la pérdida relativa de ingreso producto de la esperada devaluación del colón. Otra vez, los bancos con créditos en dólares verán perder su cartera. Pero lo más difícil viene de las empresas, dado que se han quedado sin capital de trabajo y muy pronto no pagarán sus facturas ni sus deudas, cayendo claramente en bancarrota. Todo lo anterior generará también un efecto rebote en el sistema financiero costarricense, morosos, quebrados y sin margen de pedir liquidez.
Es por eso que ante la imposibilidad de tener una política fiscal reactiva, el país debe considerar seriamente su riqueza financiera acumulada en el Banco Central y pensar si en la necesidad de enfrentar la emergencia sanitaria o la emergencia social producto de la primera, se requiere tomar un 20 a 30% de dicha riqueza financiera y utilizarla para este momento. Ciertamente se requiere una propuesta de aporte solidario de todos, unos y otros, privados y públicos, empresarios y banqueros. Empero, en el corto y plazo y dada la urgentísima necesidad del estado de atender lo urgente, se hace necesario acudir a la riqueza financiera del Banco Central para afrontar la emergencia. Ciertamente no es un barril sin fondo y tiene consecuencias en la estabilidad macroeconómica a largo plazo, pero tampoco se puede morir de hambre la población, teniendo las joyas de la corona disponibles.
El reclamo de los monetaristas y banqueros es que dichas reservas son su tabla de salvación, sin embargo, como lo he dicho en párrafos anteriores, nadie está a salvo de la crisis. El sector financiero ya está contaminado con la epidemia, salvarlo con las reservas monetarias del país sería no solamente poco ético, sino además, poco coherente con un país donde lo que cuenta es las personas y sus vidas. Los que no han querido escuchar y siguen prestando a tasas de usura no merecen tener en esta circunstancia la primera copa en la fila. Los ciudadanos de a pie, los que han perdido el empleo, los que están dando la lucha en hospitales y en las calles, esos deberían de estar primero en la lista. La solidaridad nos llama a contribuir a todos, empresarios, trabajadores públicos y privados, organismos financieros internacionales. No se vale echarle la carga al vecino sin contribuir. La solidaridad no es de patadas, es el tender la mano y entregar lo mejor de nosotros mismos.
Dr. Leiner Vargas Alfaro
Economista de la Universidad Nacional
www.leinervargas.com
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