¡Qué mujer más empunchada!
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 19 febrero, 2009
¡Qué mujer más empunchada!
Tomás Nassar
Recién había cumplido 20 años cuando ingresé al Departamento Legal del MOPT, una institución a la que tengo particular cariño y la que creo conocer bastante bien. Los años en que tuve el honor de formar parte de la planilla del Ministerio fueron determinantes para mí en la orientación de lo que luego habría de ser el campo más importante de mi práctica profesional. Aprendí mucho de la integridad y compromiso moral de la inmensa mayoría de sus servidores y me convencí de que hay que tener una madera especial para asumir cualquiera de los puestos que componen su jerarquía, en particular el cargo de Ministro.
Es extraordinariamente difícil conducir una institución con una diversidad tan grande de competencias que requieren conocimientos tan profundamente especializados y con tantas dependencias tan disímiles. No es “comida de trompudos” afrontar el déficit de ejecución de obras públicas que se arrastra desde hace décadas, resolver el problema de los puertos más ineficientes, caros y burocratizados de la región, dar un final feliz al culebrón de Alterra, lo que implica, por supuesto, lidiar con una maraña de reclamos, acusaciones, demandas y contrademandas embrolladas aun para el equipo de abogados del “médico chino”.
Hay también que complacer a taxistas, porteadores, informales y cuanta denominación venga usted a saber, mantener los autobuses circulando, asegurarse un servicio que el público exige de primera con buses de quinta, tener a las comunidades felices, o al menos tranquilas, levantar bloqueos, afrontar los daños del terremoto y de las inundaciones, vérselas con los sindicatos, atender a los periodistas, sonreír a los diputados, recibir misiones internacionales, empujar a ochenta y tantas municipalidades.
No termina ahí la cosa, también hay que promover reformas legales, fiscalizar el tránsito, negociar con los trabajadores portuarios, atender a los empresarios, recibir dirigentes comunales, vigilar la concesión de Caldera e intentar abrir Limón y Moín, luchar denodadamente contra los conductores borrachos e irresponsables, invertir en los aeropuertos nacionales, promover obras que tienen 30 años de estar durmiendo el sueño de los justos.
Y como si fuera poco, sin plata. Váyase “mijita” al BID, al BCIE, a la autoridad presupuestaria o donde pueda y consiga lo que pueda para hacer lo que las apelaciones, recursos, la Contraloría, las denuncias, la maraña de leyes y decretos y la burocracia le permitan hacer.
Ah, y pase por alto las caritas, la politiquería y las críticas fundadas e infundadas, que usted no vino aquí a estar tranquila, sino a partirse el alma.
“Qué mujer más empunchada” me dijo ayer uno de los más destacados empresarios de la construcción; “es que no para de trabajar”, terminó mientras me aseguraba que, pese a todos los pesares, se ha alcanzado un importante mejoramiento de la red vial del país y otros logros posiblemente menos visibles pero determinantes.
Soy de los que creen que la ministra González, a pesar de los obstáculos que le impone el sistema, está cumpliendo a cabalidad desde una de las posiciones más ingratas de la administración pública, que solo le retribuirá en la satisfacción de saber que ha dado lo mejor de sí.
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