Por qué hay animales que tienen un tercer párpado y nosotros no
Daniel Baumgardt - The Conversation* | Sábado 18 mayo, 2024
Nuestro perro tenía un párpado extra bastante notable y que era especialmente evidente cuando se quedaba dormido en la alfombra, casi siempre boca arriba.
Es una cortina carnosa que se ve en la esquina del ojo, la más cercana a la nariz. También se la llama comúnmente membrana nictitante, literalmente “parpadeante”.
Es posible que hayas notado que estos “terceros” párpados de tus mascotas aparecen de modo ocasional, tal vez durante sus momentos de sueño o cuando disfrutan de un poco de cariño.
Pero, ¿qué hace realmente esta estructura inusual? ¿Y por qué los humanos no tenemos uno de estos también?
Los párpados terceros se extienden en una dirección generalmente horizontal a través del ojo en lugar de verticalmente como lo hacen los párpados superior e inferior.
En realidad, son un pliegue especializado de la conjuntiva, que es la membrana delgada y húmeda que recubre los otros párpados y la parte blanca expuesta del ojo, es decir, la esclerótica.
Se encuentran en muchas especies de mamíferos, pero no es una condición exclusiva. Aves, reptiles, anfibios y peces también pueden tener un tercer párpado.
La estructura también varía; en muchas especies un esqueleto cartilaginoso les sirve de soporte, mientras que otras contienen glándulas que secretan lágrimas. Es probable que esta variación ayude a los animales a adaptarse a múltiples entornos: mar, aire e incluso hábitats arbóreos.
En diferentes estudios se ha examinado el tercer párpado para ayudar a comprender su papel en erizos, canguros y osos pardos. Y han demostrado que funciona de manera muy similar a como lo hacen los párpados superior e inferior: protege el ojo y elimina cualquier residuo invasor. También distribuye las lágrimas por la superficie del ojo, manteniéndolo húmedo y evitando la formación de úlceras.
Esto último es particularmente importante en perros braquicéfalos (de cara plana), como los pugs y los Cavalier King Charles spaniels, cuyos ojos saltones no están tan bien protegidos en comparación con otras razas.
En la naturaleza
Tanto los animales domésticos como los salvajes (incluidas las especies de las familias canina, felina y equina) necesitan protección ocular y contra cuerpos extraños.
Los animales salvajes pueden necesitarlos aún más, ya que pueden estar explorando pastizales o enfrentándose a mordeduras y arañazos de presas o animales rivales.
Prevenir, atrapar y eliminar residuos es crucial para los animales del desierto como los camellos, donde la arena y la suciedad pueden dañar los ojos. Su tercer párpado es parcialmente transparente y esto les ayuda a conservar algo de visión en medio de una tormenta de arena al tiempo que se cubren los ojos.
En los matorrales, los osos hormigueros también tienen un tercer párpado, tal vez para proteger sus ojos mientras buscan insectos.
El tercer párpado puede ofrecer protección contra el agua, y una membrana translúcida puede ayudar a la visión submarina de los animales acuáticos, incluidos los manatíes (curiosamente, los manatíes provienen del orden Afrotheria , que también incluye a los osos hormigueros).
A su vez, las especies de tiburones más grandes (los azules, por ejemplo) suelen proteger sus ojos con el tercer párpado cuando cazan y se alimentan.
Para las aves, las corrientes de aire rápidas pueden resultar igualmente dañinas. Así, en aves rapaces, el párpado se utiliza durante el vuelo rápido en la caza. A menudo, las ráfagas de aire provocan el parpadeo del tercer párpado como un reflejo protector natural. Les ocurre por ejemplo a los halcones o los búhos.
En otras especies de aves podría protegerlas contra el daño causado por crías de pico afilado. Imagínate un pájaro que regresa con un premio de comida a un nido de polluelos voraces y hambrientos, todos picoteando y escarbando para conseguir su parte.
Los estudios sugieren que el tercer párpado desempeña un papel único en los pájaros carpinteros , cuyos cráneos sufren un traumatismo por vibración al perforar el tronco de los árboles con el pico.
Surgen dos problemas como resultado de este fuerte golpe en la cabeza: daños en el tejido ocular más blando y el serrín que cae sobre ellos. En este caso, el tercer párpado puede actuar como cinturón de seguridad y visera.
En las regiones polares, donde el paisaje blanco refleja la luz del sol, los rayos ultravioleta pueden dañar los ojos y puede llevar a una pérdida temporal de la visión, una afección conocida como ceguera de la nieve.
Por tanto, es posible que algunos animales árticos, como los osos polares, tengan un tercer párpado que absorba la luz ultravioleta. Aún no hay evidencia establecida de esto, pero su tercer párpado es transparente, lo que les ayuda a que sean hábiles cazadores marinos.
Pérdida evolutiva
Los humanos y la mayoría de los primates (excepto los lémures y el anguantibo o poto de Calabar, de la familia Lorisidae) han evolucionado hasta el punto en que ya no es necesario un tercer párpado propiamente dicho.
Los ojos humanos y de los primates tienen menos probabilidades de resultar dañados por la caza, la rivalidad y el medio ambiente. Además, los ojos humanos son muy sensibles y capaces de reconocer y responder al peligro cerrándose de un modo más rápido.
Pero el tercer párpado no ha desaparecido por completo. Los humanos tienen un remanente llamado plica semilunaris en la parte de los ojos más pegada a la nariz. Este pliegue en forma de luna creciente también se puede ver en el rabillo del ojo. Mírate en el espejo.
Algunos científicos han argumentado que la plica aún puede ayudar a drenar las lágrimas. Hay dos pequeños conductos en el ángulo de nuestros párpados que permiten que el exceso de lágrimas y las lágrimas viejas escapen hacia la cavidad nasal. Eso explica por qué cuando lloras te moquea la nariz.
Pero, ¿nos serviría de algo recuperar nuestro verdadero tercer párpado? Quizás el extraterrestre de la película Hombres de negro podría ofrecer una opinión. Quizás podría permitirnos mantener naturalmente nuestros ojos más limpios, menos irritados o quitarnos esa lente de contacto que no se sale.
Tendremos que aceptar que no compartimos la naturaleza inteligente del tercer párpado de nuestras mascotas. Pero tampoco podemos competir con su visión nocturna, su oído agudo o su sentido del olfato… La lista es larga.
*Daniel Baumgardt es profesor titular en la Facultad de Fisiología, Farmacología y Neurociencia de la Universidad de Bristol (Reino Unido).
El artículo original fue publicado en The Conversation y reproducido bajo licencia de Creative Commons. Puedes leerlo aquí.
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