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EDITORIAL


No a la muerte y la desgracia

En este periodo festivo, peatones y conductores tienen que comprometerse con la vida

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 17 diciembre, 2010


Editorial 17 de diciembre 2010


No podemos consolarnos con el menor de los males, aunque hasta noviembre pasado se habían producido 20 muertes menos en carretera que el año anterior, se proyecta que el país llegue a perder cerca de 300 vidas por esta causa.

La frialdad de las estadísticas fácilmente podría inducirnos a una falta de sensibilidad que una sociedad civilizada, como la costarricense, no puede permitirse.

El país no puede darse el lujo de despilfarrar su recurso humano, ni dilapidar los fondos de la seguridad social en gastos que la prudencia ciudadana podría evitar, para que estos se destinen a casos más urgentes e ineluctables.

El duelo no tiene por qué ensombrecer las celebraciones navideñas en nuestra familias.

En este periodo festivo, peatones y conductores tienen que comprometerse a respetar las reglas del tránsito, no por temor a sanciones penales o pecuniarias sino porque se adhieren a un compromiso con la vida, precisamente en una época dedicada a la fe, el amor y la esperanza; como quien dice, a la alegría.

Ciertamente la Dirección General del Tránsito habrá de reforzar sus campañas de concientización, para recordar a los conductores su responsabilidad al momento de tomar el volante.

Sin duda, el Estado tiene el deber de velar por que se ejecuten las normas e imponer sanciones a los infractores, de cara a este periodo de prisas, fiestas e imprudencias.

También los legisladores deben tomarse más en serio esa tarea pendiente que tienen de darle forma a nuestra Ley de Tránsito. Sus decisiones no pueden fundamentarse en la insensatez, como el lucro que las multas puedan proporcionar al fisco, sino en un legítimo interés de proteger la vida de los ciudadanos.

Pero el afán que hoy nos inquieta en este espacio es el de recordar a los costarricenses que cada uno de nosotros tiene en sus manos el poder para decir no a la muerte y la desgracia.

En la mayoría de los casos, detrás de los accidentes no hay más que infracciones de algún tipo o exceso de confianza. El factor humano es fundamental y este es el mejor momento para reforzar la importancia de la responsabilidad individual.

El Estado no es el único responsable de controlar el tránsito. Tenemos que madurar como ciudadanos y asumir la cuota de responsabilidad que nos corresponde como miembros de una sociedad civilizada.







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