"Mezclados y agitados"
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 05 enero, 2013
LITERATURA
“Mezclados y agitados”
Cóctel de escritores y alcohol para leer con gintonic
Viértase en una coctelera una parte de escritores alcohólicos, bebedores sociales y abstemios; otra del rol que la bebida juega en sus obras, y una más de recetas de cócteles. El resultado es “Mezclados y agitados”, un libro que su autor recomienda leer tomando “un whisky con hielo o un gintonic”.
Un total de 39 escritores hubo un cuadragésimo que se quedó fuera “por petición propia”, explica el autor, Antonio Jiménez Morato, otros tantos cócteles, y anécdotas sobre la vida de los autores y su obra en relación con las bebidas alcohólicas componen “Mezclados y agitados” (Debolsillo).
“No he tratado de crear una nómina de escritores aficionados al alcohol o con problemas de alcoholemia”, subraya Jiménez Morato, quien opina que la creación literaria “no está más relacionada con el alcohol que el resto de las labores del ser humano”, si bien como droga “potencia la creatividad porque desinhibe nuestras mentes”.
Así debieron de pensar Djuna Barnes (1892-1982), que escribió “El bosque de la noche” a golpe de alcohol en un palacete que llegó a llamarse “hangover hall” (mansión de la resaca), o Charles Baudelaire (1821-1867), un amante del “hada verde” (absenta) como todos los bohemios o poetas malditos de su generación.
A algunos la afición se les fue de las manos, como a Truman Capote (1924-1984), quien no escondió su adicción al alcohol y definió su profesión como “un largo paseo entre copas”; Raymond Carver (1938-1988), cuyo alcoholismo le creó “mucho sufrimiento”; John Cheever (1912-1984) para quien el alcohol fue “una obsesión” o Raymond Chandler (1888-1959).
Otros se encuadran en la categoría de bebedores sociales, como Gabriel García Márquez (1927), Juan García Hortelano (1928-1992), Jaime Gil de Biedma (1929-1990) o Juan Marsé (1933), mientras que otros son abstemios “o, al menos, no beben en público”, caso de Javier Tomeo (1932).
El libro muestra además el protagonismo que la bebida o las tabernas han tenido en sus obras literarias. Así, “en casi todas las novelas y en muchos de los cuentos” de Mario Vargas Llosa (1936), aparecen bares, hasta el punto de que su libro “Conversación en La Catedral” toma el nombre de uno de ellos.
También Mirko Laver (1947) se presenta como un gran captador de la vida de los bares de Perú, o Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), el único de todos los autores invitados a esta “fiesta” como define Jiménez Morato su libro que escribió una obra sobre la bebida, “Beber o no beber”, aparte de las lecciones gastronómicas y vinícolas que transmitió a través de su personaje Pepe Carvalho.
A cada uno de ellos le adjudica un cóctel, describe su historia y explica su receta, por lo que el lector también puede degustar sus páginas maridándolas con un B-52, un bellini, un manhattan, un old fashioned o un tequila macho.
Jiménez Morato (Madrid, 1976), que asegura que no se emborracha “a diario, ni siquiera semanalmente”, ha compartido copas con algunos de estos colegas porque son amigos pero, citando a David Foster Wallace, no recomienda “a nadie que se vaya de copas con un escritor por el hecho de que lo admire”, ya que puede salir decepcionado.
“De los que están en el libro que no conozco hay uno que me gustaría conocer, Juan Marsé, porque pienso que no me decepcionaría en persona, no destrozaría la imagen que tengo de él. Me pensaría mucho irme de copas con Vargas Llosa, en el caso remoto de que él me invitase”, apunta.
Y para que no queden dudas, Jiménez Morato evoca a Álvaro Mutis que creó su propio cóctel y lo bautizó con el nombre de su alter ego poético, Maqroll con su recomendación de “nunca beber para emborracharse”.
Madrid / EFE