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Mentalidad reguladora

Luis Mesalles lmesalles@ecoanalisis.co.cr | Jueves 01 noviembre, 2007


Los costarricenses nos hemos acostumbrado a la idea (errónea) de que todo debe ser regulado. Existe la noción, entre mucha gente, de que el Estado debe intervenir en muchas de las actividades de la vida cotidiana, para normarlas y mantenerlas dentro de cierto marco controlado. Esto ha llevado al país a un exceso de leyes, reglamentos, normas, decretos y regulaciones, que aunque pretenden regular mucho, los resultados tienden a ser poco efectivos y muy onerosos.

Un ejemplo de esto es una noticia que salió hace unos meses, que me llamó mucho la atención por la manera en que estaba enfocada. En ella, se informaba de la presencia en Costa Rica de extranjeros que venían a ofrecer instrumentos financieros a inversionistas ticos, en forma privada. Según la noticia, la visita de estos agentes extranjeros constituye un problema, ya que operan dentro del país sin ningún tipo de regulación de parte de las autoridades locales. La conclusión a la que nos lleva la noticia es que debe regularse la presencia de estos agentes.

El problema con este tipo de noticia es que llega muy rápido a la conclusión de que existe la necesidad de regular el mercado, sin analizar a profundidad la raíz del problema. Si bien estamos de acuerdo en que algún tipo de regulación se justifica dentro del mercado financiero, hay que entender que es imposible controlar todos los aspectos del mercado, especialmente a la luz de nuevas tecnologías e instrumentos que surgen a diario en un negocio tan dinámico como el financiero.

En este caso, la existencia de la Superintendencia de Valores se justifica en el tanto se pretende defender a los inversionistas de deficiencias en el flujo de la información sobre los títulos financieros que adquieren. La supervisión debe ir enfocada a ayudar a los inversionistas para que puedan tomar decisiones inteligentes sobre donde invertir su dinero.

No podemos pretender que la labor de la Superintendencia sea tan titánica como para librar a los inversionistas de todo riesgo existente en el mercado. Al inversionista le queda una buena tajada del trabajo de discernir entre las opciones que tiene, para lo cual debe estudiarlas con cuidado y medir cuánto riesgo está dispuesto a aceptar, según sus preferencias y situación personal.

Volviendo al caso de la noticia mencionada, si algún extranjero viene a ofrecer títulos, haciendo visitas privadas a inversionistas, sin hacer oferta publica y sin estar bajo la supervisión de las autoridades locales, el riesgo lo corren los inversionistas. En estos casos, la labor de la Superintendencia llega hasta el punto de informarle al público sobre los riesgos existentes.

Así como se da en esta noticia que menciono, existe la misma mentalidad reguladora en la mayoría de los ticos. Ante el primer problema que se presenta, piensan que el gobierno debe intervenir y regular. No se dan cuenta que, si bien la intención puede ser buena (muchas veces tampoco lo es), los costos de la intervención pueden ser mucho mayores que los beneficios que se pueden lograr.

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