Llevar al límite la negociación del ajuste en las finanzas gubernamentales
Jose Luis Arce | Jueves 19 mayo, 2016
Llevar al límite la negociación del ajuste en las finanzas gubernamentales
En las últimas semanas, la discusión en torno al ajuste que requieren las finanzas gubernamentales ha tomado un camino preocupante y, por otro lado, muy revelador de la disfuncionalidad del actual sistema político.
Los diferentes actores políticos y grupos de interés han empezado a cuestionar de manera cada vez más intensa no la magnitud del problema, sino los costos que el ajuste implicaría y, particularmente, la forma en cómo estos pretenden ser distribuidos entre ellos.
Era algo natural y esperable, que las partes que participan en esta dura negociación valoraran los efectos que tienen sobre ellos las opciones de ajuste que se han presentado y que, además, empezaran a procurar, con los diferentes mecanismos que tienen a su alcance, minimizarlos. Es la lógica de los grupos de interés y, en alguna forma, la lógica de la negociación en un entorno democrático.
Lo que resulta menos natural y sin duda desesperanzador es la inusual campaña de desinformación que han estado gestando los diferentes participantes en este proceso acerca de los costos de las medidas de reducción del desequilibrio fiscal.
En las últimas semanas, los sectores que ven en la agenda de proyectos de contención del gasto público que impulsa la oposición una amenaza a muchos de los beneficios que disfrutan —especialmente ligados a los grupos sindicales en el sector público— han empezado a lanzar cifras apocalípticas —y la mayor parte de ellas tendenciosamente incorrectas— acerca de lo que dichas iniciativas podrían implicar en términos de recortes de gasto.
Pero es aún más preocupante, que el Ejecutivo se sumara a esta guerra de desinformación con argumentos similares a los de los grupos que se sienten afectados directamente por las medidas de austeridad que se han puesto sobre el tapete.
Naturalmente, el Gobierno no es un actor desinteresado en esta discusión. Sería ingenuo pedirle una neutralidad absoluta o que se conduzca como si estuviera por encima del bien y del mal o como una entelequia tecnocrática.
El Ejecutivo sabe que buena parte de su respaldo político real viene de los sectores que se sienten más afectados por la forma en como la oposición pretende reducir parte del desequilibrio en las finanzas gubernamentales.
Y no solo desde la perspectiva práctica, sino que además política e ideológica prefiere y necesita un proceso de ajuste fiscal que implique elevar la recaudación rápidamente y que ojalá sea percibido con un tinte de progresividad aceptable por esos sectores.
La oposición política y otros grupos de presión conocen esto, y por tanto una forma de llevar al límite las posiciones en la negociación es confrontar la agenda gubernamental de reforma tributaria (más impuestos y mayores controles) con una de recorte de gasto como la que han planteado en las últimas semanas.
En este punto, la pregunta relevante es ¿puede esta estrategia derivar en una negociación política exitosa en el sentido de que desactive la bomba de tiempo fiscal y conduzca a una distribución de los costos del ajuste socialmente aceptable?
La respuesta dependerá de la voluntad y de la responsabilidad de los diferentes actores. Algunos de ellos pueden querer llevar al límite la negociación con el objetivo de que no pueda avanzarse en ningún sentido —ni ingresos ni gastos— en la solución de la problemática fiscal. Estos grupos pueden pretender ingenuamente que de esta forma evitan los costos que el ajuste implicaría sobre sus espaldas o maquiavélicamente querer beneficiarse de la polarización y del caos que podría implicar una salida no ordenada al desequilibrio en las finanzas públicas.
No lograr avanzar pronto en un proceso de ajuste ordenado y balanceado en términos de los sacrificios para los diferentes sectores impondría costos económicos y sociales elevados para la gran mayoría de la población, alimentando peligrosamente la indignación de la ciudadanía y agravando la crisis política. Hoy más que nunca requerimos de las fuerzas políticas y sociales un liderazgo lúcido, realista y centrado en el bien común.
José Luis Arce
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