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Llegó el fin

Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 31 diciembre, 2007


Llega hoy el final de un año. Hoy hacemos un balance de lo bueno y lo malo que vivimos en los últimos 365 días. Nos vienen a la mente los propósitos que, firmemente, hicimos hace 8.760 horas y nos damos cuenta de que se quedaron exactamente en el mismo lugar donde los hicimos, por lo menos la gran mayoría.

Ni estamos más flacos, ni dejamos de fumar, ni dejamos de tomar, ni dejamos de insultar en las calles, ni…

Al igual que lo comenté en mi columna de la semana pasada, el día para ser firme en nuestros propósitos no es el 31 de diciembre, ni el 1º de enero. Son todos los días de nuestras vidas.

En lugar de ser tan egoístas y hacer propósitos para nosotros, hagamos propósitos para los demás. El compromiso es más fuerte.

No es lo mismo decirse uno mismo “Mañana dejo de fumar” que “A partir de este momento lucharé por ser más condescendiente con mis hijos”.

No tiene el mismo peso decir “Mañana empiezo la dieta” que “A partir de este momento seré más cortés con todas las personas que comparten la carretera conmigo”.

Esas son intenciones que podemos tener todos los días. Incluso podemos poner un recordatorio en nuestro celular, colocar un letrero en el baño o en la oficina, una tarjeta en nuestra billetera o cartera.

Cada día que amanece es una hoja en blanco en la que podemos dibujar lo que queramos. Cada año que empieza es un libro en blanco, que vamos llenando poco a poco con las hojas de cada día. En nosotros, y solamente en nosotros, está lo que hagamos o dejemos de hacer con nuestras horas, con nuestros días, con nuestros meses o con nuestros años.

Nadie puede vivir nuestras vidas por nosotros, ni nosotros debemos permitir que alguien lo haga. Nadie puede dirigir nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras acciones.

En nuestra independencia de criterio está nuestra fortaleza y es esa independencia la que nos permite elegir entre ser felices o no; entre sacar lo positivo de las experiencias o dejarlas caer al canasto del olvido.

Somos dueños de nuestras vidas y de nuestros sentimientos. Somos responsables de nuestra propia felicidad y, al ser felices, podemos hacer felices a otros.

En lugar de los viejos y añejos propósitos de todos los fines de año, propongámonos para este 2008 ser más felices cada día y poner todo de nuestra parte para que así sea.

Les deseo a todos un 2008 lleno de felicidad. Está en cada uno hacerlo realidad.

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