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León Cortés, León con los pobres, Cortés con los ricos

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Viernes 20 octubre, 2017


Pizarrón

León Cortés,
León con los pobres, Cortés con los ricos

Durante todos mis años de docencia, en los cursos universitarios de Historia de las Instituciones de Costa Rica, al explicar y analizar los sucesos de las décadas de 1920, 1930 y 1940, hablaba de los personajes que a partir de esos años empezaban a tener relevancia, sobre todo para entender mejor los sucesos que culminaron con la Guerra Civil o el Movimiento Armado de 1948 y los años siguientes.

Les dediqué siempre un espacio para analizar sus esbozos y rasgos biográficos, el contexto en que se desarrollaron, los elementos que contribuyeron en su formación, y así dar elementos de juicio para entender mejor su paso por la vida política e institucional.

En la década de 1920, a principios o finales, los principales actores de la década de los 40 ya son visibles, unos más que otros, pero empezaban a escalar, junto a otros, ya reconocidos caudillos de la época. Así, Ricardo Jiménez Oreamuno, Cleto González Víquez, León Cortés Castro, Otilio Ulate Blanco, José Figueres Ferrer, Manuel Mora Valverde, Rafael Ángel Calderón Guardia, Teodoro Picado Michalski, para tan solo citar a los que resaltaron en el ámbito político, en las luchas político-sociales, político-electorales, en las esferas del poder, como diputados o congresistas, como ministros o secretarios de Gobierno, como designados a la Presidencia, como se llamaba a los vicepresidentes, o presidentes. Está claro que la continuidad y permanencia de ellos en la vida política respondió a sus propios méritos y reconocimientos públicos, al apoyo popular que tenían y a la influencia que ejercían en sus propios partidos o movimientos políticos, donde destacaban como líderes.

De todos estos mencionados me interesa señalar algunos aspectos, por ahora de uno de ellos, que se ha puesto en discusión, aunque todavía no muy desarrollada, ni muy académica, y es más de orden político, que es León Cortés Castro.

A finales de la década de 1910, durante la dictadura del gobierno de Federico Tinoco empieza a resaltar León Cortés en la vida política activa.

Así, fue diputado por Alajuela, en el gobierno de Alfredo González Flores, 1914-1917, y también en el periodo 1922-1929 por reelección consecutiva, durante los gobiernos de Julio Acosta García, 1920-1924, el segundo gobierno de Ricardo Jiménez Oreamuno, 1924-1928, e inicios del segundo gobierno de Cleto González Víquez, 1928-1932.

Fue Gobernador y Comandante de Plaza de Alajuela, durante la dictadura de Federico Tinoco, 1917-1919, donde se distinguió por sus métodos represivos contra los ciudadanos, con arrestos, palizas, registros y violación de domicilios. En el gobierno de Tinoco también representó a Costa Rica como ministro en Guatemala, 1917-1918.

Al caer la dictadura e iniciar de nuevo el orden democrático fue Juez del Crimen de Cartago, 1919-1920, durante los gobiernos de transición hasta la llegada del presidente Julio Acosta García, 1920-1924.

De nuevo volvió al Congreso de la República, donde llegó a ser presidente del Congreso Constitucional, 1925-1926. En este periodo legislativo cuando se discutía la Ley de Accidentes de Trabajo influyó en todo lo que pudo para que su aprobación se diera sin incluir a los campesinos, que eran los que venían luchando por esta ley desde 1908, y que era la mayoría de la población trabajadora de esta época.

En el gobierno de Cleto González Víquez, 1928-1932, fue ministro o secretario de Instrucción Pública durante los años 1929-1930, y secretario de Fomento y Agricultura desde mayo hasta noviembre de 1930. Al subir a su tercer gobierno, a la Presidencia, Ricardo Jiménez Oreamuno, 1932-1936, lo nombró secretario de Fomento y Agricultura, durante el periodo 1932-1935, además de que fue nombrado por el Congreso de la República, Tercer designado a la Presidencia, equivalente hoy a vicepresidente, durante todo su gobierno. En este gobierno también fue ministro de Educación Teodoro Picado Michalski.

En el gobierno de Ricardo Jiménez Oreamuno, tanto León Cortés como Teodoro Picado se dedicaron a perseguir a los jóvenes comunistas que acababan de fundar el Partido Comunista de Costa Rica, en 1931.

León Cortés y Teodoro Picado desde sus respectivos ministerios persiguieron a los jóvenes militantes comunistas, en las organizaciones sindicales, agrupadas en esa época especialmente alrededor de la Unión General de Trabajadores, que se había fundado en 1928, impidiéndoles u obstaculizándoles su sindicalización, su acción sindical y expulsando del trabajo a dirigentes sindicales y comunistas.
Teodoro Picado hizo lo suyo en el magisterio. De allí echó a los hermanos Ferreto Segura, a todos, Arnoldo, Judith, Luciano, que eran educadores, cerró la Escuela maternal de Carmen Lyra, entre otros.

Para 1928 se había fundado, con apoyo de la Embajada de Italia en ese entonces, el Comité.

Fascio de Costa Rica, cuyo secretario fue el Dr. José Corvetti, y otro de carácter centroamericano, tratando de estimular el desarrollo del fascismo italiano en el país y en la región.

Ya el movimiento fascista italiano, como luego el nacionalsocialista alemán, el nazismo, se desarrollaba como una fuerza anticomunista, al interior de Italia y con proyección europea.

Cuando el Partido Comunista de Costa Rica intentó participar en elecciones con este nombre, el Gobierno de Ricardo Jiménez lo objetó obligándolo a participar en procesos electorales con el nombre de Bloque de Obreros y Campesinos, nombre que correspondía a la alianza estratégica desarrollada por Lenin para la lucha política socialista y comunista, también desarrollada por uno de los congresos de la III Internacional Comunista, del cual se impulsaron movimientos con este nombre. De manera que en esta prohibición de usar y participar con el nombre de “comunista” estuvieron involucrados Ricardo Jiménez, Teodoro Picado y León Cortés, entre otros. Del mismo modo apoyaron la expulsión de Costa Rica, en 1933, de Rómulo Betancourt y José Palacios, estudiantes venezolanos que habían llegado al país a finales de la década de los 20 y se habían involucrado en el nacimiento y desarrollo inicial del Partido Comunista, así como acordaron la expulsión de Adolfo Braña Rosas y Rafael Ángel Llubere a España.

Miembro del Partido Republicano, en 1936, León Cortés fue elegido presidente de la República para el periodo 1936-1940.

Para esa campaña de 1935-1936, como resultado del V Congreso de la III Internacional Comunista, de 1935, realizado en Moscú, en el que participó Costa Rica, con Rodolfo Guzmán, líder sindical comunista, se impulsó la política de los Frentes Populares, para tratar de frenar no solo el desarrollo del fascismo sino también del nazismo. En la Conferencia de Partidos Comunistas de La Habana de 1935, donde se conocieron estas resoluciones, y donde participaba, por Costa Rica, Arnoldo Ferreto, se trató de constituir para las elecciones de 1936 un Frente Popular que no se logró para impedir la llegada a la Presidencia de León Cortés.

Los años 1928-1934 fueron de repercusión de la crisis económica mundial en el país, situación económica depresiva, de altísimo desempleo, de grandes huelgas, luchas y movilizaciones populares, entre ellas la huelga bananera, la huelga de zapateros y la huelga de trabajadores de café, todas de 1934, dirigidas por el Partido Comunista.

Resultado de esta situación se produjeron algunos cambios significativos, como el desarrollo del Banco Nacional de Costa Rica, para lo cual Costa Rica había preparado altos funcionarios en Chile. Se trae al país una misión chilena para evaluar la economía y la educación. De la Misión Económica, dirigida por Hermann Max, resultó el Banco Nacional y de la Misión Educativa, dirigida por Luis Galdámez, entre otras cosas, resultó la propuesta de abrir la Universidad, que en ese momento no existía, desde 1888.

Lo del Banco Nacional resultó un éxito con sus tres Departamentos, emisor, de cooperativas y de crédito hipotecario. Lo de la Universidad no resultó porque el gobierno de León Cortés no la apoyó, ni estimuló, y en cierta manera se opuso a abrirla, lo que no se hizo hasta la llegada al gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia, 1940-1944, cuando la abrió en 1940 y empezó a funcionar en 1941.

La crisis mundial de la Depresión se superó hacia 1935, de manera que al gobierno de León Cortés le tocó una buena época económica, de bonanza de buen comercio internacional.

Así, se fortaleció el mercado de café a Europa, especialmente a la Alemania Nazi, igual que el abacá, comerciándose de la misma manera, y la producción de azúcar y su comercio en manos principalmente de alemanes en Costa Rica. El principal ingreso económico del Estado en estos rubros provenía del comercio con la Alemania Nazi, con Hitler a la cabeza desde 1933.

La nueva situación económica, 1936-1940, le permitió al gobierno de León Cortés impulsar una gran obra de infraestructura nacional en carreteras, edificios públicos de diversa naturaleza, estimuló el trabajo, al punto que se recuerda su gobierno con la idea del “gobierno del hierro y la varilla”, y como un gobierno, en este sentido, muy progresista y desarrollista.

Durante el gobierno de León Cortés se llegó a fortalecer esta relación económica con Alemania con fuertes lazos diplomáticos, además uno de sus hijos estudiaba y vivía en Alemania.

León Cortés llegó a simpatizar con los métodos autoritarios del gobierno alemán, y con el mismo Hitler, al punto que se ha afirmado que en su escritorio, de la Casa Presidencial, tenía un retrato de Hitler.

Durante su gobierno se persiguió con más saña a los comunistas y a los sindicalistas, así como impuso severos controles en el ejercicio y cumplimiento del trabajo en el sector público. Esto le valió que el movimiento sindical y laboral del país le tratara con la consigna “León con los Pobres, Cortés con los Ricos”, con lo cual también se caracterizaba su gobierno desde una perspectiva clasista. En las acciones represivas de la policía a caballo se usaba la cincha contra los manifestantes.

Políticamente para las elecciones de medio periodo, de 1938, que se elegían diputados, anuló la elección del diputado comunista, del poeta Carlos Luis Sáenz y destituyó al Consejo Electoral de ese momento.

También durante su gobierno se tomaron disposiciones migratorias importantes para impedir la llegada de judíos, de origen polaco, que huían de Europa. Al frente de la Oficina de Migración puso a un ciudadano de origen alemán de claros sentimientos antijudíos, Max Effinger, a quien se le reconocía como líder del Partido Nazi de Costa Rica, además de que asesoraba al presidente Cortés en estos asuntos. Incluso, llegó a cerrar las fronteras de Costa Rica, como lo hacían otros países latinoamericanos, para evitar que llegaran huyendo de las atrocidades y crímenes nazis de que eran objeto en Europa. Y llegó ordenar la expulsión de los judíos que había en Costa Rica.

También, durante el gobierno de León Cortés el propio presidente participó en una serie de actos públicos, exhibiciones de películas nazis, desfiles militares, actos oficiales pro nazis en la Cancillería, y otros actos, en donde se exaltaba al régimen nazi de Adolfo Hitler, acompañado de diplomáticos nazis y de agentes nazistas de Costa Rica.

Conservador, como era, realizó una alianza estratégica con la Iglesia católica, de ese momento, con el propósito de lanzar a Rafael Ángel Calderón Guardia como candidato presidencial en las elecciones de 1939, con el compromiso de derogar las leyes liberales de 1882-1888.
Rafael Ángel Calderón había empezado a hacer su carrera política en 1930, recién regresado de Bélgica, en la Municipalidad de San José. Y en 1934 fue electo diputado, al igual que Manuel Mora Valverde y Efraín Jiménez Guerrero, los primeros diputados electos comunistas, donde empezaron a hacer amistad, al punto que Efraín Jiménez se pasó.

Frente al intento de derogar las leyes liberales, se trató con participación de los comunistas, los liberales, los masones, con Ricardo Jiménez que se separó, por este motivo, del Partido Republicano, un movimiento político que lo enfrentara en las elecciones de 1939, para lo cual se impulsó la Alianza Democrática Nacional, que finalmente no participó en las elecciones, participando en esa elección Rafael Ángel Calderón Guardia, Manuel Mora Valverde y otro candidato, obteniendo Calderón el 88% de los votos, los comunistas el 11%, siendo los comunistas la segunda fuerza electoral en ese momento, y el otro un 1%.

Cuando Hitler invadió Polonia, el 1° de setiembre de 1939, que fue el detonante de la II Guerra Mundial, donde impuso un gobierno títere, Teodoro Picado publicó un folleto apoyando esta invasión y al gobierno títere impuesto.

La Iglesia católica era muy conservadora y anticomunista en este periodo, 1931 1941, incluida la costarricense, liderada por Monseñor Otón Castro hasta 1940, cuando a su muerte es jefe hasta 1952, Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez. En ese periodo 1939, como obispo de Alajuela, desde 1930 hasta 1940, fue un anticomunista declarado, pero con un claro propósito en todo su actuar eclesiástico, restituirle los espacios perdidos a la Iglesia con las reformas liberales del siglo XIX, de allí el apoyo importante que le da al gobierno de Rafael Ángel Calderón continuando el Pacto hecho con León Cortés para esa candidatura y la presidencia del Dr. Calderón Guardia.

Al iniciar la II Guerra Mundial, 1939-1945, volvió a entrar en crisis la economía nacional. El mercado europeo y alemán se cerró. La economía nacional tenía importante presencia de compañías extranjeras norteamericanas. En el año 1941 fue cuando más se sintió esta crisis. El Partido Comunista propone su Plan Nacional de Emergencia para salir de la Crisis de Guerra, de alguna manera el marco que le permite negociar posteriormente la aprobación de las Garantías Sociales y el Código de Trabajo.

En diciembre de 1941 el ataque a Pearl Harbor provoca que Estados Unidos tenga que ingresar a la II Guerra Mundial, que hasta ese momento no lo había hecho. Por este motivo el Gobierno de Costa Rica le declara la guerra en diciembre de 1941 a Italia, Alemania y Japón, por lo cual se enfrenta fuertemente a los sectores filofascistas costarricenses, al capital alemán, que le había dado apoyo en la campaña de 1939 y al propio León Cortés que se le enfrenta por estas medidas y las que en adelante impuso el gobierno de control sobre los alemanes en el país, incluyendo campos de concentración y expulsión de algunos a Estados Unidos. Hasta un intento de golpe de Estado, por esta situación, hubo contra Calderón Guardia. Esta problemática lo hizo virar hacia el pacto con el Partido Comunista y la Iglesia católica en 1942 y 1943, con el que terminó su gobierno.

A principios de la década del 40 surgieron las clases medias urbanas organizadas de manera más política. El Centro de Estudios para los Problemas Nacionales, 1940-1945, fue su centro intelectual más dinámico.

La alianza en 1943, de la Iglesia, con Monseñor Sanabria al frente, del gobierno de Calderón Guardia y el Partido Republicano, y de Manuel Mora y su Partido Comunista, se materializó en el cambio de nombre del Partido Comunista por Vanguardia Popular, en la declaración del Arzobispo de que los católicos podían ingresar a la nueva organización, Vanguardia Popular, “sin cargo de conciencia alguna”, en una nueva central sindical, la Rerum Novarum, que funda la Iglesia con Benjamín Núñez al frente, paralela a la que tenía el Partido Comunista, la Confederación de Trabajadores de Costa Rica, en cederle un campo a la Rerum Novarum de los dos que tenía la CTCR en la Junta Directiva de la CCSS, electoralmente en el llamado Bloque de la Victoria, con el que se esperaba continuar el desarrollo de las Garantías Sociales y el Código de Trabajo. A su vez, el Centro de Estudios para los Problemas Nacionales se convierte en el polo opositor político e ideológico de este gobierno y su alianza con los comunistas.

Los comunistas no estaban muy contentos ni de acuerdo con la candidatura de esta alianza, la de Teodoro Picado, por su historia anticomunista y filonazista en 1939, por lo que la apoyan reservándose “la crítica pública”, y por mantener el Pacto del Bloque de la Victoria y el desarrollo de las Garantías Sociales que había que impulsar.

La oposición por su parte se prepara para las elecciones de 1944 postulando a una reelección presidencial a León Cortés, que gozaba de su buena imagen pública como expresidente en el periodo 1936-1940, y con el apoyo de las clases medias urbanas, de sus sectores intelectuales y de importantes sectores del capital nacional.

Las elecciones fueron tensas, y como en todas las elecciones anteriores a 1948, se hizo fraude, que fue denunciado por los cortesistas. “Aun sin fraude hubiéramos ganado”, se dice que afirmó Teodoro Picado. Esto provocó una gran reacción política. Los sectores antigobierno eran partidarios de desconocerlo, por ser “hijo del fraude”.

Para este momento había surgido en la vida política José Figueres, empresario, que defendió a los alemanes de las políticas represivas que impulsaba el gobierno de Calderón Guardia, lo que le costó su expulsión del país, situación que lo levantó como líder político. José Figueres era partidario de derrocar al gobierno de Teodoro Picado por las armas. Los líderes políticos, Otilio Ulate, ya en la oposición y León Cortés, eran de las tesis de ir a las siguientes elecciones, 1948, y si en ellas se repetía el fraude, entonces… a las armas.

León Cortés se había convertido en el líder político opositor más importante de esa época y de ese momento, con posibilidades presidenciales. Sin embargo, su muerte en 1946 impide su posible triunfo electoral en 1948.

Su figura, luego de su muerte, siguió siendo el manto ideológico de la oposición. Su figura emergió como el gran líder y su presidencia se divulgó como una de las mejores que hubo hasta entonces en el país. Su figura emblemática alcanzó el clímax cuando se le hace la estatua que se coloca al final del Paseo Colón, al iniciar el Parque Metropolitano La Sabana, y con la Declaratoria de Benemérito de la Patria, en 1949. También se declaró con su nombre un cantón, León Cortés Castro.

José Figueres y la Junta de Gobierno de 1948-1949 fortalecieron los sentimientos anticomunistas, con su triunfo, con el entorno internacional existente de la Guerra Fría, con el Decreto No.105 de julio de 1948, con el cual pusieron fuera de la ley y de los procesos electorales a los comunistas, y con el segundo párrafo del Artículo 98 de la Constitución Política de 1949 que le servía de fundamento constitucional para perseguirlos. Del mismo modo, bajo la Junta de Gobierno, en diciembre de 1948, con el conocimiento de sus integrantes, y probable aprobación, se cometió el crimen del Codo del Diablo, en el cual mataron varios dirigentes comunistas que estaban presos. Igualmente, Figueres, en su gobierno de 1970-1974 devolvió guerrilleros sandinistas a Nicaragua donde los mataron.

De manera que cuando se recupera, en la forma que lo hace José Figueres, la figura y la imagen de León Cortés, en esa época, se hace evocando los odios de la Guerra Civil, y los sentimientos políticos anticomunistas, en primer lugar, e implícitamente, los sentimientos antijudíos y pronazis, de su gobierno, en segundo lugar, y para hacer sempiternos su figura y su ideario político, así como para afirmar el entorno anticomunista mundial que se impulsaba después de la II Guerra Mundial.

En la construcción, en 1952, e inauguración del monumento o la estatua se exaltó a León Cortés como “un gestor de amor profundo a las instituciones de los pueblos libres”, este último concepto sin lugar a dudas dentro de la nueva correlación de fuerzas internacionales anticomunistas, donde los pueblos libres se identificaban como los no comunistas, dado que ya existían los países socialistas de Europa, la China Popular, y otros países que estaban en esa lucha, a la par de las llamadas “Cortina de Hierro” y “Cortina de Bambú”, con las cuales se trataba de aislar ideológicamente, y con acciones políticas, a los países socialistas de Europa y de Asia, y a los movimientos de liberación anticolonial que se daban en esas regiones. Por ese motivo José Figueres rompe las relaciones diplomáticas que había establecido Rafael Ángel Calderón Guardia con la Unión Soviética.

Desde entonces, la figura de León Cortés Castro ha estado en el imaginario nacional como parte de los expresidentes del país. Forma parte, como todos los que han ejercido este alto cargo, de la Galería de Jefes de Estado y Presidentes que está en la Asamblea Legislativa, tiene el reconocimiento más alto que se le otorga a un ciudadano, el benemeritazgo, y un cantón lleva su nombre. A esto se suma el pequeño monumento fúnebre en su tumba, en el Cementerio General, y la estatua, o monumento, como más se conoce, que está al final del Paseo Colón.

Su legado presidencial y de hombre público se reduce a muy poca información en libros de historia, en cartillas históricas, en manuales de historia nacional, y hasta en la información de las fuentes electrónicas de consulta, sin resaltar estos matices políticos de represor del movimiento sindical y laboral, de anticomunista, de filofascista, de antijudío, como también algunos autores lo señalan.

En este momento se ha levantado un movimiento para quitar el monumento de León Cortés, del Paseo Colón. Quienes lo impulsan, recogiendo firmas, afirman que “el presidente León Cortés Castro no merece un monumento frente a la principal avenida del país, ni en ningún otro espacio público. Su legado debe permanecer en los museos y libros de historia donde se recuerde que Costa Rica no está vacunada contra el fascismo y el nazismo”… “ un monumento a un caudillo filofascista es un endoso a sus ideas. Esto nos preocupa profundamente y creemos que no representa los intereses de la comunidad costarricense”.

Afirman que mantener este monumento “es complacer la presencia de la iconografía caudillista, filofascista, anticomunista y antisemita en los terrenos del principal y más grande espacio público de la capital”. Igualmente se cuestionan sus principios y valores de pensamiento democrático.

Así, sostienen que la imagen del “monumento no guarda relación alguna con los actos del León Cortés Castro de carne y hueso”, por lo que se debe “recuperar la perspectiva histórica y resituar el monumento en un museo, no en un espacio de glorificación pública”.

Obviamente, esta propuesta genera ya polémica e intercambios de ideas y posiciones encontradas.

Bienvenidas estas discusiones. En Costa Rica falta, como parte de nuestra cultura histórica, de nuestra memoria histórica, de nuestra formación histórica, de nuestra recreación histórica, mayor conocimiento de las grandes figuras públicas, discusión de sus virtudes y defectos, análisis exhaustivo de sus vidas, que se discutan como héroes o como villanos, como santos o diablos, pero sobre todo como los personajes de carne y hueso que fueron.

Por ahora la discusión ha sido planteada por resituar, cambiar de lugar, la estatua o monumento de León Cortés. Solo esta discusión planteará igualmente el lugar de traslado y de si los residentes donde les puedan meter esta estatua o monumento, también estarán de acuerdo o no, si es otro sitio público, porque también se plantea que del todo no se instale en otro lugar público.

Me he sumado a la carta que se ha dirigido a las ministras de Educación y de Cultura, con este propósito, porque estoy de acuerdo con que se abra este debate, que espero dé inicio a una gran discusión, con foros, mesas redondas, valoraciones sobre la pertinencia o no de la existencia de estas expresiones arquitectónicas. No es un simple decreto administrativo de mover una estatua o monumento, lo que es otra discusión, lo que está en juego o en discusión. La Oficina de Patrimonio Histórico también está involucrada en este lío que está por desatarse.

La existencia de la estatua o del monumento puede servir también para explicar la época de León Cortés, la época que ojalá no se repita en los aspectos negativos que se le critican, cuestionan y condenan.

Que yo recuerde nunca se le hacen homenajes a León Cortés, a su memoria, a su gobierno, a su liderazgo. Es una figura de mucho peso histórico, hoy dichosamente, muy devaluada en el imaginario histórico y en la conciencia histórica nacional.

Una campaña como esta tiene el riesgo también de resucitarlo en sus valores, los de León Cortés, que hoy también campean con nuevo cuño en Europa, en los países exsocialistas, en América Latina, en Estados Unidos, y, también, en Costa Rica donde hay quienes los profesan, alimentan y les rinden culto.

Está abierta la discusión: ¡León Cortés, sí!, o ¡León Cortés, no!… en el Paseo Colón.

A propósito, el nombre de Paseo Colón, en honor al almirante Cristóbal Colón no debiera entonces discutirse al mismo tiempo con la situación del monumento o estatua de León Cortés. De pronto habrá gente interesada u ocurrente de poner en su lugar un monumento a Cristóbal Colón, lo cual implicaría otra discusión sobre el carácter violento de la conquista y la colonia.

La discusión del monumento o estatua de León Cortés traería, de seguido, de igual modo, a discusión la de otros monumentos o estatuas de otros personajes ubicadas en la capital…

Esta situación es como la discusión que se dio más a nivel legislativo, y se mantuvo por el óleo, la pintura, de la Galería de Presidentes de la República, en la Asamblea Legislativa, cuando quitaron el del dictador Federico Tinoco Granados, y luego lo restablecieron en el lugar que le correspondía… como debía ser.

Cada uno de los presidentes ha tenido su momento, su época, han sido hijos de sus circunstancias… nos gusten hoy, o no, sus épocas y sus propias figuras.

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