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La seriedad de la risa

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 26 agosto, 2010




La seriedad de la risa

“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño,” dice F. Nietszche. La magnitud del éxito de las organizaciones empresariales y deportivas es proporcional a la seriedad con la que sus miembros asumen sus responsabilidades, sin perder el humor.
De esa seriedad nace la confianza en los demás, pues se sabe que lo que se promete se cumple. Los miembros de un equipo toman en serio el desafío de ganar porque creen en la palabra de sus compañeros, de darse al máximo de su potencial. Todos protegen lo que valoran y por eso se rinden cuentas unos a otros, sin darles tregua a comportamientos mediocres. La exigencia por el alto desempeño es una norma de los triunfadores.
Las personas serias son implacables en su persistencia y disciplina para procurar las metas; jamás se alejan mentalmente de la tarea pendiente. No descansan hasta verificar que sus aspiraciones son realidades.
No obstante, esa misma seriedad provoca, paradójicamente, otro comportamiento que lejos de ser opuesto es un gran complemento: el humor. El tener la conciencia tranquila por trabajar al máximo nivel permite disfrutar los retos, gozar al construirlos junto a otros, aprender de los errores, y discernir entre lo crucial y aquello por lo que no vale la pena preocuparse.
Los equipos la pasan mejor cuando ríen juntos. Según un proverbio escocés, la sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. Para V. Borge, la sonrisa es la distancia más corta entre dos personas. La seriedad en el quehacer estimula tanto la alegría del deber cumplido como la satisfacción de estar unidos en las buenas y en las malas. En un equipo así hay tiempo para todo.
El humor fino une, genera creatividad, desintoxica tensiones, crea un lenguaje común, desafía el intelecto, reanima en las caídas y energiza al equipo. Allí no caben los amargados ni los que pierden el tiempo reclamando culpas pasadas.
Es incómodo trabajar junto a los que confunden ser serios con la ausencia del humor. T. Carlyle dice: “El hombre incapaz de reír no solamente es apto para las traiciones, las estratagemas y los fraudes, sino que su vida ya es una traición y una estratagema.”
Los serios ríen, pues de lo contrario no serían serios al entender que, pase lo que pase en esta vida nadie, sale vivo de ella y que, entonces, es mejor disfrutar del humor, llamado por Tomás de Iriarte, “el idioma universal de los inteligentes.”

German Retana
german.retana@inca.edu







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