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La Reforma Penitenciaria

| Jueves 11 agosto, 2016


Al gobierno del Sr. Carazo y a su Ministra de Justicia les tocó, por una cuestión electoral de cambio de gobierno, cerrar la Penitenciaría Central

La Reforma Penitenciaria

Linda Berrón

Soy suscriptora del periódico La República desde hace tiempo y disfruto diariamente la lectura del periódico, en especial la sección de Opinión.
El motivo de escribirle es el siguiente: En los últimos tiempos se han estado publicando numerosos artículos sobre la insostenible situación de las cárceles. Este tema me interesa particularmente por haber sido parte, junto con un gran equipo de profesionales, del gran esfuerzo que se hizo en el periodo 1974-1978 en favor de la población carcelaria con la creación de un sistema penitenciario integral.
En dos ocasiones, hace un tiempo el Sr. Madrigal y ahora, el Sr. Nassar, han tocado el tema denunciando el abandono en el que se ha tenido durante estos últimos años la población penitenciaria. Sin embargo me sorprendió y entristeció ver que se adjudica a la señora Odio el mérito de acabar con la Peni y de hacer la Reforma Penitenciaria. Al gobierno del Sr. Carazo y a su Ministra de Justicia les tocó, por una cuestión electoral de cambio de gobierno, cerrar la Penitenciaría Central. Pero quien estuvo al frente durante cuatro años de la Reforma Penitenciaria no fue ella, sino mi esposo el Dr. Gerardo Rodríguez. Al principio él fue Director de la Escuela de Capacitación Penitenciaria creada justamente para formar el personal que debería encargarse de la atención de los internos. A partir de esa Escuela se dio cuenta que de nada serviría preparar mejor el personal si las condiciones materiales y el sistema de encierro seguían siendo miserables. Así fue como se puso en marcha una verdadera revolución penitenciaria que incluyó no solo la capacitación del personal, y la construcción de un nuevo centro, con talleres, huertas, escuelas, campos de deportes, etc., sino un nuevo Sistema Penitenciario Progresivo, con un Centro de Diagnóstico y una serie de etapas por las que iría pasando el interno según su evolución en el tratamiento. Nunca hubo tantos profesionales jóvenes y con mística trabajando para la población penitenciaria. El Dr. Rodríguez, un líder que sabía motivar tanto al personal como a los internos, tuvo que enfrentar una lucha sin cuartel contra casi todo el mundo: los burócratas que estaban parapetados en sus oficinas en San José, los medios de comunicación que acosaban al proyecto y a su personal un día sí y otro también, debido a las fugas que inicialmente se dieron en las etapas menos restrictivas, e incluso contra los "capos" de la Peni que perdieron su poder y amenazaron de muerte al Dr. Rodríguez, pero que al final no les quedó más remedio que aceptar que habían perdido todos sus privilegios debidos al terror que imponían a los demás presos y al mismo personal.
Fue una verdadera odisea llena de obstáculos. Ya estaba vacío ese odioso antro de la Peni. Solo faltaban detalles y el último gesto simbólico de apretar el botón que produciría la explosión delante de los reporteros. Eso fue lo que les tocó hacer a la señora Odio y al señor Carazo.
Después, al año de su gobierno, en su primera y maratónica participación ante los diputados, el presidente Carazo se adjudicó la liquidación de la Peni y la creación de la Reforma. Esta mentira se ha repetido en varias ocasiones. Hace poco cuando le hicieron un homenaje a la señora Odio en el Teatro Nacional, el locutor volvió a repetir que había realizado la Reforma Penitenciaria. La verdad de los hechos es que la señora Odio cuando fue nombrada ministra de Justicia, despidió al Dr. Gerardo Rodríguez y ante el levantamiento de parte del personal y de los propios internos, que recogieron listas de firmas para revertir ese despido, reaccionó de la manera más represiva e irracional que se pueda imaginar. No solo acosando al personal y promoviendo acusaciones judiciales contra ellos, sino tomando medidas para desestabilizar el movimiento de los internos: como mandar a los líderes más notorios —sin que mediara ninguno de los trámites establecidos en el Reglamento— a otras cárceles de provincias; o peor aún, para ganarse a los internos y evitar concentraciones, el primer domingo después del despido del Dr. Rodríguez, tomó la medida de abrir las puertas a las visitas sin requisa alguna. Entraron, claro, y al ver que no había requisa, ni control algunos, posiblemente entraron armas y drogas sin control. Eso fue lo que ocasionó al lunes siguiente, el primer "logro" de la señora Elizabeth Odio como Ministra de Justicia: EL PRIMER MUERTO EN LA REFORMA. Después de las 24 muertes en la Peni, el Complejo Penitenciario La Reforma, podía lucir con orgullo no solo sus talleres y escuelas, su Escuela de Capacitación, sus instalaciones decentes para los funcionarios y un maravilloso pozo que suministraba el agua necesaria, sino sobre todo NINGÚN muerto. Ella tuvo ese dudoso honor. Les cuento todo esto por un afán de justicia, de verdad.






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