La misión (imposible) de Andrea Morales
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 19 junio, 2008
La misión (imposible) de Andrea Morales
Tomás Nassar
Sin duda llegó al Congreso con la ilusión de cumplir sus sueños y el propósito de hacer una política diferente. Esa fue la razón por la que se afilió al PAC, para romper los esquemas, el desencanto y la desesperanza. Creyó.
La escuché comentar como se sintió atraída por la propuesta de una “nueva forma de hacer política”, en la que el interés nacional prevalecería sobre los motivos de los políticos tradicionales.
Estaría plenamente consciente de que la razón del endémico desprestigio de la Asamblea se causa precisamente por su marcada incapacidad de concertar, de hacer un esfuerzo para, más allá de razones ideológicas e intereses electorales, realizar la labor que el país requiere; perspectiva desde la cual es posible legislar sin claudicar.
Cometió el pecado de la credulidad, de no haber sabido interpretar con la malicia que exige el oficio político, el discurso excluyente en el que solo hay una verdad absoluta y un líder con la condición excepcional de ser incorruptible. Ese discurso para el que saludar y conversar con el contrincante político, tomar café o comer galletas son actos deleznables de la más repudiable corrupción y entrega a los anti-valores del enemigo y que justifica la descalificación, el aislamiento, el repudio y la intromisión en la vida privada de quien comete tan deleznable bajeza.
Escuché su conversación con doña Amelia Rueda sobre las expresiones proferidas por miembros del PAC en relación con su conducta legislativa y su vida personal. Triste manera tradicional de hacer la misma política que los demás, los que sí comen galletas con el presupuesto legislativo, pero que respetan la institucionalidad democrática de las decisiones populares.
Le oí también mencionar su compromiso de conciencia de votar en contra del paquete de la agenda complementaria y como, de manera sistemática fue siendo aislada en su fracción y en la agrupación, por ser amiga de un diputado gobiernista y porque, como presidenta de la Comisión de Jurídicos, asumió con responsabilidad el cargo, poniendo a discusión esos proyectos necesarios para que el TLC entre en vigencia.
Me dio mucha tristeza el desencanto con que Andrea comentaba que pretendía hacer política de altura y que su bancada le permitiera discutir los argumentos que basaban su convicción de estar actuando correctamente.
La diputada Morales es congruente con sus principios y con el compromiso que asumió con sus electores, entiende que el país necesita salir del impasse para poder entrar a discutir otros proyectos de la agenda nacional. Ha demostrado respeto a las decisiones populares y a las instituciones del sistema democrático en el que creyó para postular su nombre y en el que depositó confianza para decidir sobre el TLC.
Su peor pecado fue objetar la idolatría de un liderazgo indisputable e inequívoco, donde no hay espacio para cuestionar, disentir y menos contradecir.
Quien se opone se suicida políticamente, entra en el limbo donde van los que no merecen el aura sagrada.
Bienvenida Andrea al terreno de los mortales, de los que discuten, confrontan y concuerdan.
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