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EDITORIAL


Juegos dolorosos

| Sábado 03 noviembre, 2012





Nada parece haberse ganado con que no se venda pólvora a los menores si son sus propios padres u otros adultos quienes luego de comprarla la ponen a su alcance


Juegos dolorosos

El inicio en el país de la temporada de fin de año, trae consigo una diversidad de costumbres y tradiciones, la mayoría de mucho atractivo.
Entre planes para celebrar en familia la Navidad, compras, regalos, viajes, vacaciones, reuniones con amigos y Año Nuevo entre otros, los costarricenses entran, en su mayoría, en febril actividad. Es época en que también comienzan las vacaciones para los niños y estos disponen de más tiempo para disfrutar.
Entre las tradiciones, sin embargo, hay una que, muy lamentablemente, año tras año llena de dolor a muchas familias y en especial, a los niños que sufren las consecuencias de ella. Hablamos de los juegos con pólvora.
No es nada nuevo, el Hospital Nacional de Niños y su personal prácticamente se preparan cada vez que se acercan estas fechas, para ver llegar a esos pequeños que fueron entusiasmados para pasar un buen momento, generalmente auspiciado por sus propios padres o familiares, y acabaron envueltos en ese terrible dolor de sentirse quemados por la pólvora.
Un dolor por cierto que, como bien lo dicen quienes buscan hacer campañas para prevenirlo, “dura para toda la vida”.
Es evidente que cualquier regulación que se haya implementado para la importación y venta de juegos de pólvora, no ha dado los resultados que se necesitan porque no se ha complementado con educación para un cambio en la cultura.
Nada parece haberse ganado con que no se venda pólvora a los menores si son sus propios padres —u otros adultos— quienes luego de comprarla la ponen en manos de los niños, o a su alcance, o la encienden irresponsablemente junto a ellos al punto de producirles horribles quemaduras.
Sobra decir, desde luego, que además suele haber un tráfico ilegal de estos explosivos que atraviesa las fronteras sin control de ningún tipo.
Costa Rica debe encontrar necesariamente la forma de modificar hábitos nefastos, como el de los juegos de pólvora, que ponen cada año su nota de dolor y tragedia en medio de festejos que solo deberían significar unión familiar, disfrute de la amistad, descanso y sana diversión.
 







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