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Infraestructura vial y democracia

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 19 marzo, 2014


Ahora que el Foro de Occidente y el Gobierno anuncian la concreción del proyecto, de la ruta San José-San Ramón tiramos campanas al vuelo


Hablando Claro

Infraestructura vial y democracia

Al igual que varios miles de conciudadanos del este cada mañana me enfrento al desafío de atravesar el monumento a la incompetencia que se refleja en el gran charral en el que terminó inconclusa la autopista Florencio del Castillo. Entre tanto, otro grupo maniobra para colarse a San José por la antigua Galera.
Sigo atenta los reportes de entrampados conductores que alertan sobre el calvario matutino de las rutas y ruego a las alturas para que solo por hoy no me saque la rifa con ningún atraso mayor que me impida cubrir con éxito en media hora los apenas 9 kilómetros que me separan del trabajo.
Me pregunto si me alcanzarán los años de vida para asistir al feliz momento en que se inaugure la finalización de esta vía.
Lo sé. Mi historia es la suya.
Cuando por fin se pudo terminar la Ruta 27, los puntarenenses llevaban 33 años de espera. Los sancarleños cuentan 40 años esperando la nueva ruta de acceso por Florencia; el mismo tiempo que llevamos los capitalinos anhelando la conclusión del anillo de circunvalación por el norte. Los limonenses claman al cielo porque el ir y venir al Atlántico es todo un desafío que los ahoga.
Al menos los guanacastecos tienen la ilusión de mejorar sus vidas porque la construcción de la ruta Cañas-Liberia avanza bien y nos está devolviendo la esperanza, aunque no sabemos cuánto habrá que esperar para que sea una realidad su obligado complemento: Barranca-Cañas.
La obra pública en general y la infraestructura vial en particular, se nos volvió hace mucho un valladar para el desarrollo y una enorme grieta para apuntalar la confianza en la gestión pública y la adhesión al sistema democrático.
No digo por supuesto que esa sea la única razón de la erosión para con el sistema, pero es sin duda uno de los factores determinantes de nuestra generalizada inconformidad.
Una carretera es más que una simple obra asfáltica. Es una enorme nota de crédito y confianza en la viabilidad del sistema. Es un verdadero estandarte del empuje, el tesón y la determinación de querer y poder hacer bien las cosas. Es la muestra palpable de la capacidad (o no) de un Estado de apuntalar los cimientos de la democracia para seguir creyendo en ella.
Por eso ahora que el Foro de Occidente y el Gobierno saliente anuncian la concreción del proyecto que sustituye la malograda concesión de la ruta San José-San Ramón tiramos campanas al vuelo. No exagero.
Poder llevar a cabo este proyecto parecía casi imposible hace escasamente un año cuando el país entero asistió a una protesta ciudadana que hincó a la administración.
Y claro, ciertamente todavía falta camino por recorrer. Hay que esperar que la vía se siga allanando para que llegue el día en que transitemos pagando apenas 1.200 colones por una carretera que se nos anuncia será de primer mundo.
Y cuando eso suceda, ciertamente, empezaremos a recuperar la confianza en nuestras venidas a menos capacidades para hacer obra buena pública.
Y podremos, ojalá, hacer muchas de las otras obras pendientes de este largo rezago.
Que así sea.

Vilma Ibarra
 

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