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Había una vez una platina

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 29 julio, 2009



Hablando Claro
Había una vez una platina…

¿Qué es el cuento de la platina? La pregunta surgió espontáneamente en medio de una conversación de amigos. Y viéndolo bien, no era una interrogante ociosa. En un país donde todo parece discurrir de acuerdo con los cánones esperables para una población “feliz” y “optimista” de acuerdo con sendos —y serios— estudios internacionales (siempre que uno no vea la TV local porque entonces caerá en inevitable depresión) la platina es un componente metálico del Puente del Virilla con capacidad para generar una de las noticias más importantes de las últimas semanas, en competencia directa con la influenza A H1N1 y muy por encima del ya gastado tema del necesario retorno de Mel al poder.

Lo de la platina, como lo del virus de la influenza es cuestión de expertos. Tanto así que Benjamín Sandino, ingeniero del Conavi a cargo de la obra, se está volviendo una figura tan popular y conocida en la opinión pública, como la mismísima Ministra de Salud lo es a las directrices de la pandemia. Claro que para fortuna nuestra (digo, de todos los costarricenses) las acciones contra la gripe han sido mucho más acertadas que las emprendidas para amortiguar los inquietos golpeteos de la platina, que al parecer está empeñada en mortificar a unos y llamar la atención de los otros, lo cual nos lleva a pensar —como los articuladores de las teorías conspirativas— si todo esto no será un montaje para desviar nuestra atención de los verdaderos problemas nacionales; teoría que adquiere más peso si tomamos en cuenta que todo el problema es por pura apariencia pues según el Ing. Sandino, la platina es pura y simplemente “estética”; o sea, para “tapar” la vista del puente al agua…

Lo paradójico sin embargo, es que al intentar evitar ese “efecto mirón” con la colocación de la hoy famosísima platina, ella misma se convirtió en “noticia”, de modo que a las largas filas de vehículos que se forman todos los días desde el Puente Juan Pablo II , hay que sumar las casi iguales colas que se forman a veces desde el Herradura camino a San José, por los miles de curiosos que desean conocer cuál es y dónde está la famosa platina…
En un país, reitero, de tan pocas novedades (esa debería ser la parte buena a concluir) lo que sucede con el desenlace de la platina; si la soldadura le sirvió , si se volvió a desprender, si chilla o se mueve, provocando infundados temores, ha sido motivo de extensas crónicas informativas. Lo último es que ayer y hoy están colocando un andamio debajo del puente para que el domingo los técnicos coloquen una viga de acero debajo de la platina a ver si es posible que deje de golpear y sonar y deje por fin en paz a los sufridos conductores y los acongojados funcionarios del Ministerio de Obras Públicas y Transportes.
Yo creo que si por la víspera se saca el día, deberíamos ir pensando en sacar mayor provecho de la platina, que ya nos ha sacado ¢12 millones de la bolsa a los costarricenses en reparaciones. Tal vez podríamos organizar excursiones ida y vuelta. Una para pasar por encima de la platina y sentir cómo se mueve el carro y la otra en dirección contraria para hacernos parte del efecto mirón que resulta consustancial a la naturaleza humana…

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