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Gobernabilidad en el país de las maravillas

Rodolfo Piza | Miércoles 20 enero, 2016


 Necesitamos liderazgo y replantear nuestro diseño institucional. El mejor chofer no sirve si el carro está jodido. El mejor carro no sirve si el piloto no sabe para dónde va

Gobernabilidad en el país de las maravillas

Costa Rica padece problemas muy serios que son necesarios de abordar, por encima de banderías políticas. Para abordarlos, necesitamos dos tipos de acciones: a) impulsar y ejecutar políticas públicas; b) impulsar y ajustar reglas de “gobernabilidad”.
Las primeras exigen “liderazgo” y visión de país. Ambos suponen autoridad moral, convicción e independencia, pero sobre todo, saber lo que se puede y se debe hacer, desde el Gobierno, por la educación, el desarrollo económico, la pobreza, la igualdad, la salud, la seguridad ciudadana, el empleo, etc.
Saber adónde se quiere llegar es la primera pregunta. En “Alicia en el País de las Maravillas”, Alicia le preguntó al Gato: “¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato. No me importa mucho el sitio... —dijo Alicia. Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato”.
Tan importante como saber adónde queremos llegar, es saber cómo se puede llegar. Ello exige escoger gente capaz de impulsar y desarrollar las propuestas a partir de los instrumentos constitucionales, legales, políticos y burocráticos del país. Analizar con cuidado, los problemas que necesitan reforma constitucional (los menos), los que necesitan ajustes legales y los que pueden abordarse, al menos parcialmente, con acciones y decisiones político-administrativas. Luego, emprender el camino.
Pero no basta con liderazgo y con saber lo que se puede y se debe hacer. En Costa Rica hay también un problema de gobernabilidad democrática (que no es necesariamente la que interesa al Presidente), y esto por dos razones esenciales: a) la sociedad ha perdido la fe en las instituciones (se distancia de ellas); b) los mandatos de los electores muchas veces no se pueden cumplir por las autoridades electas ni por las mayorías constitucionalmente previstas para ello.
La democracia supone y necesita un nivel de gobernabilidad posible: una gobernabilidad “democrática”. No es la gobernabilidad de la imposición o del poder, al margen de la sociedad y de los derechos humanos. Es la capacidad de que los mandatos de los electores puedan cumplirse razonablemente, de acuerdo con las reglas constitucionales.
Si esos mandatos no se pueden cumplir por más conocimiento y esfuerzo que se pongan en ello, el rito de las elecciones pierde sentido práctico, lo que se traduce en frustración con la democracia. La democracia se pierde tanto cuando los gobernantes se vuelven autoritarios, como cuando los tecnócratas o los grupos de presión impulsan sus propias prioridades (las de los burócratas que pretenden saber lo que el pueblo necesita) en vez de los mandatos y las prioridades apoyadas por los electores.
Los equilibrios democráticos suponen la posibilidad efectiva de un gobierno de la(s) mayoría(s) con respeto para las minorías.
Necesitamos hoy, abordar los dos temas simultáneamente. Necesitamos liderazgo y replantear nuestro diseño institucional. El mejor chofer no sirve si el carro está jodido. El mejor carro no sirve si el piloto no sabe para dónde va.

Rodolfo E. Piza Rocafort
 

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