Factor humano
| Martes 30 octubre, 2007
Factor humano
German Retana
german.retana@incae.edu
La promesa de Pelé
El padre de Pelé había preparado una celebración en su casa, sin embargo, la pérdida de Brasil ante Uruguay en la final del Campeonato Mundial de 1950, en el Maracaná, convirtió esa fiesta en lágrimas, pero también en la cuna de una promesa. Pelé tenía nueve años y recuerda así ese momento: “Vi a mi papá llorando, todo Brasil estaba llorando, y mi papá decía que los hombres no lloran, entonces le dije, papá no llores, yo voy a ganar un Mundial y, a los 17 años, en Suecia, Brasil ganó un Mundial, y yo quería ver a mi papá…”.
Este muchacho, que había sido rechazado en varios clubes, demostró que lo más grave no es alejarse de la realidad sino de los sueños. El se aferró a su ilusión, fue campeón mundial en Suecia 1958 y la repitió en 1962 y 1970.
En 2002, en Tokio, presencié la final del mundial a pocos metros de él. Parecía seguir siendo un niño que gozaba plenamente observar a sus paisanos realizando su sueño de ser campeones del planeta. De pie sobre su asiento, saltaba ondeando banderitas de Brasil. Es posible que allí Pelé se remontara 44 años antes, cuando cumplió la promesa a su padre.
En las paredes del Santos se encuentra un telegrama del presidente del Porto Alegre, con fecha de 1957 que dice: “Pelé no interesa. Desconocido. Manden a Pagao”. Este histórico mensaje recuerda cuando él fue descartado como jugador del Porto Alegre. Lejos de desanimarse, Pelé sabía que el fracaso solo pertenece a los que no sueñan o dejan de luchar por sus sueños.
Lo ocurrido en el Maracaná en 1950 fue una amargura para su familia, pero allí mismo, en 1969, anotó su gol número 1.000, otro de sus sueños. Curiosamente, luego del juego reconoció: “Yo tenía mucha experiencia, había estado en mundiales, pero me temblaban las piernas, tenía miedo de no marcar”. ¿Qué hay de malo en sentir miedo? Lo negativo es no soñar, pero el miedo hay que reconocerlo como parte inherente en el camino al éxito; incluso, hasta podemos usarlo como medio de motivación para prepararnos a fondo y así alejarnos del fracaso.
Los compañeros de Pelé en la selección carioca reconocen que él los hizo crecer, pues a pesar de su fama siempre fue un jugador de equipo. No le bastaba solo su extraordinario talento, porque nunca dejó de jugar con y para los demás. Cora Weis afirma que: “Soñar solo es un sueño, soñar juntos lo convierte en realidad”.
Una promesa puso en camino a una estrella. Pelé enseñó la ruta: hagamos la promesa de soñar despiertos, de tener la cabeza en las nubes y los pies en la tierra, de ganar a pesar de los miedos y de trabajar sin cansancio hasta ver los sueños realizados como peldaños para alcanzar nuevas alturas y desafíos. ¿Cuál es tu promesa?
German Retana
german.retana@incae.edu
La promesa de Pelé
El padre de Pelé había preparado una celebración en su casa, sin embargo, la pérdida de Brasil ante Uruguay en la final del Campeonato Mundial de 1950, en el Maracaná, convirtió esa fiesta en lágrimas, pero también en la cuna de una promesa. Pelé tenía nueve años y recuerda así ese momento: “Vi a mi papá llorando, todo Brasil estaba llorando, y mi papá decía que los hombres no lloran, entonces le dije, papá no llores, yo voy a ganar un Mundial y, a los 17 años, en Suecia, Brasil ganó un Mundial, y yo quería ver a mi papá…”.
Este muchacho, que había sido rechazado en varios clubes, demostró que lo más grave no es alejarse de la realidad sino de los sueños. El se aferró a su ilusión, fue campeón mundial en Suecia 1958 y la repitió en 1962 y 1970.
En 2002, en Tokio, presencié la final del mundial a pocos metros de él. Parecía seguir siendo un niño que gozaba plenamente observar a sus paisanos realizando su sueño de ser campeones del planeta. De pie sobre su asiento, saltaba ondeando banderitas de Brasil. Es posible que allí Pelé se remontara 44 años antes, cuando cumplió la promesa a su padre.
En las paredes del Santos se encuentra un telegrama del presidente del Porto Alegre, con fecha de 1957 que dice: “Pelé no interesa. Desconocido. Manden a Pagao”. Este histórico mensaje recuerda cuando él fue descartado como jugador del Porto Alegre. Lejos de desanimarse, Pelé sabía que el fracaso solo pertenece a los que no sueñan o dejan de luchar por sus sueños.
Lo ocurrido en el Maracaná en 1950 fue una amargura para su familia, pero allí mismo, en 1969, anotó su gol número 1.000, otro de sus sueños. Curiosamente, luego del juego reconoció: “Yo tenía mucha experiencia, había estado en mundiales, pero me temblaban las piernas, tenía miedo de no marcar”. ¿Qué hay de malo en sentir miedo? Lo negativo es no soñar, pero el miedo hay que reconocerlo como parte inherente en el camino al éxito; incluso, hasta podemos usarlo como medio de motivación para prepararnos a fondo y así alejarnos del fracaso.
Los compañeros de Pelé en la selección carioca reconocen que él los hizo crecer, pues a pesar de su fama siempre fue un jugador de equipo. No le bastaba solo su extraordinario talento, porque nunca dejó de jugar con y para los demás. Cora Weis afirma que: “Soñar solo es un sueño, soñar juntos lo convierte en realidad”.
Una promesa puso en camino a una estrella. Pelé enseñó la ruta: hagamos la promesa de soñar despiertos, de tener la cabeza en las nubes y los pies en la tierra, de ganar a pesar de los miedos y de trabajar sin cansancio hasta ver los sueños realizados como peldaños para alcanzar nuevas alturas y desafíos. ¿Cuál es tu promesa?