Estrés pre-navideño
Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 09 diciembre, 2009
Hablando Claro
Estrés pre-navideño
Nada parece estar más lejos de la realidad que esas imágenes apacibles que dibujan la Navidad en perfecta paz y con sonrisas dentífricas.
Heme aquí un año más, incumpliendo las mil promesas que me hice la última vez de tomar las cosas con calma. He corrido tanto que el único asunto en la agenda con categoría de prioridad uno ahora es la dosis (ni siquiera diaria) de acaso 30 minutos de ejercicio, una sesión de masajista para atacar las contracturas musculares y las habituales pastillas de “nunca antes” que ahora me resultan cada vez más comunes entre mis efectos personales.
Y usted, ¿qué tal? No me diga que ya no sabe para donde ir, entre las posadas, las compras, el árbol, el amigo secreto, la tamaleada, los traguitos acá y las despedidas allá? Alto. Detengámonos un momento para intentar recuperar la paz navideña:
Será imposible que quede bien con todo el mundo. Por lo tanto una de las primeras cosas que debemos hacer es realmente decidir dónde y con quiénes queremos estar. No acepte invitaciones solo para quedar bien con otros. Intente quedar bien con usted mismo. Comparta este tiempo con la gente que es realmente importante en su vida. Agradezca las demás invitaciones y por favor: no caiga en la tentación tica de dar un sí cuando de antemano sabe que no irá. Decline con toda cortesía. Usted es el único dueño de las 24 horas de su día.
Si decide ir de compras, recuerde que no puede hornear queques o hacer la primera tanda de tamales el mismo día. Una forma terrible de complicarnos la existencia en Navidad es precisamente esa: querer hacer de todo en jornadas maratónicas que resultan extenuantes y hasta frustrantes, porque sin duda, algo saldrá mal si queremos hacerlo todo al mismo tiempo. Esto no es teoría. Es pura experiencia. Se lo garantizo.
Sin duda, las compras y el manejo de nuestros recursos (dicen los economistas que siempre serán insuficientes) pueden constituir el principal motivo de estrés. Si a estas alturas usted no ha comprado nada, le recomiendo que no se espere, como otro millón de congéneres, para ir de compras el sábado o el domingo. Saque una mañana o si es del caso un día entero de vacaciones (no crea que la empresa se vendrá al suelo sin su determinante presencia) y váyase, lista en mano, a comprar los obsequios. Y por favor recuerde que los presentes son eso: objetos que se presentan como ofrendas a los amigos y seres queridos y que por tanto deben comprarse pensando en las características y gustos de cada persona. No sea usted de esos que regalan un perfume a una amiga que es alérgica crónica o le entrega un delicioso chocolate a un compañero diabético.
En todo caso, intente regalarse y regalar tiempo: uno de los bienes más preciados y realmente escasos de nuestro tiempo.
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