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Sábado, 14 de diciembre de 2024



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Empobrecimiento, empleo, inflación, IMAS

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 22 agosto, 2022


Desde el 19 de julio de 2021, hace más de un año, he venido señalando que el empobrecimiento que hemos sufrido desde la covid-19 y los niveles de ocupación menores a los de antes de esa enfermedad requerían recursos fiscales adicionales para atender a las familias en situación de pobreza.

A pesar de que la tasa de desempleo se ha venido recuperando no se ha alcanzado el nivel de ocupación anterior a la pandemia. Además, sufrimos nuevas causas de empobrecimiento: el encarecimiento de bienes por la interrupción de las cadenas de valor y la congestión de contenedores en los puertos con la inflación subsiguiente, la invasión de Putin a Ucrania con el encarecimiento de alimentos, fertilizantes, combustibles y metales, el incremento de las tasas de interés para combatir la inflación.

Desdichadamente no se han tomado medidas y los recursos reales destinados a paliar la situación de las familias pobres más bien se han venido reduciendo, tal como lo señalé desde hace seis meses. Pero lo que es peor, el IMAS actualmente con menores recursos reales a hace un año, ni siquiera acepta las llamadas de familias pobres desesperadas por obtener ayuda e incluso con hijos estudiando que no tienen beca, y cuando logran comunicarse les dicen que no disponen de citas para oír sus problemas y estudiarlos. Ver mi artículo “Pobres y sin apoyo” del pasado 11 de julio https://rodriguez.cr/mar/index.php/alternativas/1182-pobres-y-sin-apoyo.

La situación sigue empeorando y desdichadamente la Encuesta de Hogares nos revelará un doloroso incremento en el número de familias pobres.

La pobreza por ingreso se mide determinando si el ingreso de la persona es o no suficiente para comprar la canasta básica alimentaria (pobreza extrema) y si alcanza o no para comprar la canasta básica no alimentaria (pobreza). El ingreso por persona y el costo de las canastas básicas alimentaria y ampliada se determinan con los datos de julio que son los previos a realizar la Encuesta de Hogares.

Antes de la pandemia, la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del trimestre terminado en febrero de 2020 determinó una tasa de desempleo muy elevada de 12,2%, que se duplicó en los 5 meses hasta julio de 2020 cuando llegó a 24,4%., creando enorme empobrecimiento.

Esa tasa ha venido disminuyendo desde entonces por dos razones: una por la generación de empleos, otra por disminución de la tasa de participación que se da cuando las personas sin empleo dejan de buscar ocupación. La segunda de esas causas no aumenta el numero de personas empleadas, y por eso desde hace más de dos años vengo insistiendo en la necesidad de que no se considere solo la tasa de desempleo, sino también el número de ocupados.

Ciertamente desde los datos de mayo pasado la ECE nos indica que la tasa de desempleo es menor a la anterior a la pandemia, y al mes de junio fue de 11,7. (menor al 12,2% de febrero 2020).

Pero en primer lugar esa tasa es muy alta. En los 114 meses en que hay medición de la ECE antes de la pandemia apenas en 8 ocasiones se dio una tasa superior.

Pero más importante, aún no se ha recuperado el nivel de ocupación de febrero de 2020. En efecto a junio pasado había 73.252 personas menos con empleo que antes de la pandemia. De ellas las mujeres fueron 34.333 lo que significa que había 3,98% menos mujeres con ocupación que en febrero de 2020. Entre los hombres hay 38.919 menos empleados lo que significa 2,85 % menos que antes de la pandemia.

Si se mantuviera el nivel de ocupación del último mes antes de la pandemia habría habido en junio 142.630 personas adicionales con empleo, lo que habría aumentado considerablemente los ingresos de las personas. De modo que este año con relación a la población hay muchas personas más que antes de la covid-19 que no tienen empleo.

Además, se debe tomar en cuenta no solo el número de personas ocupadas sino sus niveles salariales, y claro como se distribuyen. Dado que el crecimiento en los últimos dos años ha sido más fuerte en el régimen especial de comercio de las zonas francas y como en este sector productivo se da ocupación a personas con mayores calificaciones, difícilmente podría esperarse que se haya dado un aumento mayor al de los ingresos promedios entre las personas ubicadas en los últimos deciles según nivel de ingreso.

Por lado de los costos la situación es aún más negativa que por el de los ingresos. La canasta básica alimentaria de junio aumentó 22,7% respecto al año anterior. El aumento a julio no parece que pueda ser muy diferente. Eso quiere decir que si el ingreso de las personas fuera Igual al del año pasado podrían comprar 18,5% menos canastas básicas alimentarias.

Como hay muchas personas en la distribución de ingresos cerca de la línea de pobreza lo que posiblemente ocurra con el cálculo de la pobreza por ingresos de este año es que se dé un considerable y doloroso aumento.

Por eso lamento se vea con indiferencia la condición de las familias pobres mientras la realidad es: MÁS FAMILIAS POBRES Y MENOS RECURSOS PARA ATENDERLAS.

Lo más urgente es restablecer el nivel de compra en términos reales de los recursos del IMAS para las familias pobres al nivel que tuvo el año pasado, y asegurar que el IMAS reciba a las personas en necesidad que requieren que se les estudie su caso aplicándoles el SINERUBE en caso de que no cuenten con ese estudio. Esto URGE. Y se debe hacer dentro de los límites de gasto establecidos por la regla fiscal, dándole prioridad respecto a otras erogaciones.

Lo segundo es destinar los recursos que se quieren usar para poner un tope al precio de la gasolina a un programa de emergencia semejante al Bono Proteger, utilizando la experiencia de ese caso para mejor focalizar los recursos en favor de las personas en pobreza.

Cómo es sabido las personas pobres no pueden protestar ni hacer que se les reconozcan sus derechos. Están demasiado ocupadas en sobrevivir para hacer manifestaciones. Pero la consciencia de todo ciudadano de bien debe hacer que nuestros corazones nos movilicen para atender sus necesidades básicas. Es lo mínimo que nos exige la fraternidad humana y el llamado del cristianismo. No le demos la espalda al dolor de los pobres.

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