El peligroso discurso de “los culpables”
Rodolfo Piza | Miércoles 06 abril, 2016
Cuando una sociedad está desesperada, puede verse tentada a escoger fórmulas mágicas de solución y a apoyar a aquellos que desarrollan el “discurso de los culpables”
El peligroso discurso de “los culpables”
Hace un año, los analistas y expertos políticos vaticinaban que en Estados Unidos asistiríamos, más que a una elección para suceder al presidente Barack Obama, a un juego de coronación para escoger entre Clinton (Hillary, esposa de Bill, exsenadora, exsecretaria de Estado) y Bush (Jeff, hijo y hermano de George, exgobernador de Florida).
De pronto, en pocos meses aparecieron en escena varios retadores del sistema (“outsiders”), independientes sin tradición partidaria, que recién se inscribían como “Republicanos” o “Demócratas” para pretender las candidaturas de ambos partidos. Donald Trump se autocalificaba como apolítico e independiente, pero se inscribió en el Partido Republicano para luchar por la candidatura a la Presidencia e irrumpió como favorito en las encuestas para alcanzar esa candidatura, con un discurso populista, simplista y xenófobo (de derecha). Bernie Sanders, un senador que se calificaba de independiente y “socialista” (de izquierda), e irrumpió con gran apoyo de la juventud, en las primarias demócratas para procurar arrebatarle la candidatura nada menos que a Hillary Clinton. Los números electorales no le han sido tan favorables como las encuestas, pero su irrupción sin duda cambió el escenario tranquilo que anunciaba la elección de la candidata en el Partido Demócrata.
Bernie Sanders, con más tradición política (es senador por Vermont); y Donald Trump, con más experiencia en “negocios”; se presentan ante los electores como dos retadores con un discurso fácil: encontrar un culpable a quien echarle las culpas de los sinsabores del sistema. El culpable es “Wall Street”, afirma Sanders. El culpable es el “inmigrante”, afirma Trump. Cierto que la cargan contra algunos otros “demonios”, pero el centro de sus discursos es cargarla contra los señalados. Y eso es precisamente lo más preocupante.
Cuando una sociedad está desesperada, puede verse tentada a escoger fórmulas mágicas de solución y a apoyar a aquellos que desarrollan el “discurso de los culpables”. Desde tiempos antiguos, encontrar y señalar con el dedo a “un culpable” (a un chivo expiatorio) de los males de una determinada sociedad, ha sido la fórmula demagógica más sencilla para engatusar a un pueblo y lanzarlo a una “cruzada” que no resuelve los problemas que preocupan a los electores.
Es la vieja historia de acusar a los persas, a los macedonios o a los alemanes de los males de Grecia. Es la vieja historia de echarle la culpa a los “burgueses capitalistas”, al “imperialismo yanqui” o a la “clase dominante”. Es la vieja historia de culpar a los judíos, a los musulmanes, a los comunistas, a los neoliberales o a “los mismos de siempre”. Es la nueva historia de culpar a la Unión Europea de los males de la Inglaterra a la espera del referendo, etcétera.
No nos toca votar en países distintos al nuestro, pero nos gustaría que esas naciones dejaran a un lado los discursos simplones y se concentraran en soluciones sensatas y mucho más serias. Nos gustaría, aún más, que la demagogia y el populismo no echaran raíces en Costa Rica.
Rodolfo E. Piza Rocafort
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