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El fin no justifica los medios

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 19 diciembre, 2013


Costa Rica necesita una nueva ruta 32, una nueva ruta a San Ramón, nuevos puertos en el Caribe, como necesario le fue modernizar el Aeropuerto Juan Santamaría y la 27


De cal y de arena

El fin no justifica los medios

En el Barómetro de las Américas que registra la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, el grado de legitimidad del sistema político costarricense cae de un cuarto lugar en 2006 al décimo en 2012, el más bajo en 34 años. A la hora de medir el interés de los gobernantes por lo que piensan los gobernados, el índice nos ubica en el último lugar del Continente Americano. Y en el registro de la medición de opinión pública del Latinobarómetro estamos de penúltimos en punto a la confianza del ciudadano en el gobierno y de últimos en lo que es aprobación de la gestión de gobierno. Ahí figura la corrupción como el problema más importante para la sociedad. Frustración, descreimiento y hartazgo ante un estado de cosas incubado durante años, desde que los valores entraron en crisis y legado inevitable de esa mancuerna de intereses forjada entre funcionarios públicos y gestores privados para delinquir, con corrosivos efectos sobre la estructura social y el rendimiento de la administración del Estado. Un cáncer presente desde hace rato, ahora con grados de descomposición sin parangón. En este contexto salta el proyecto de ley #18495, el de la carretera Río Frío-Limón, plagado de cláusulas perjudiciales al interés nacional aunque así no lo quiera ver —¡qué curioso!— la desprestigiada cúpula gobernante.
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Por supuesto que el país necesita reconstruir su red vial en sus líneas vitales de comunicación de sur a norte y de este a oeste. Una recomposición casi que total dado el avanzado deterioro en que están las carreteras y sus puentes, por lo demás desbordados ya por el explosivo incremento de su uso, como lo delatan los estudios del LANAMME y de la agencia japonesa para la cooperación exterior JICA. La ruta nacional 27 (última carretera “remozada” con base en planos y proyecciones hechos bastantes años atrás y por lo mismo inconexos con la actual realidad) está saturada y hay horas y circunstancias en que los vehículos se desplazan penosamente. Ni se diga lo que sucede en la ruta nacional 32, vital para el flujo de la economía nacional pues por Limón y Moín se moviliza a empujones el 80% del comercio exterior. Apenas pocos años después de su entrada en servicio, se está hablando de complementar con un trazado adicional la 27 para salvarla del colapso, lo que no pudo evitarse en el caso de la 32. Se impone, pues, emprender la reconstrucción de la carretera. Pero no a cualquier costo económico ni por la imposición de condiciones leoninas ni bajo la sospecha de prácticas corruptas. Costa Rica necesita una nueva ruta 32, una nueva ruta a San Ramón, nuevos puertos en el Caribe, como necesario le fue modernizar el Aeropuerto Juan Santamaría y la 27. Pero… ¿qué diablos pasa que la marcha hacia estas obras se empaña con contratos con condiciones leoninas, costos devastadores y prácticas de sospechosa inspiración? El fin no justifica los medios. Así hay que advertirlo a ciertos conglomerados de empresarios, políticos y caciques regionales que desesperadamente presionan la aprobación del contrato auspiciado por entidades del gobierno de China, sin reparar en los nocivos términos de su clausulado.

Álvaro Madrigal

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