EL BOMBETAZO DEL SIGLO
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 28 marzo, 2011
EL BOMBETAZO DEL SIGLO
Gallo pinto con wantán, español y mandarín, glamour con polada, dragones y payasos… Bombetas surcaron el cielo y bombetillas dejaron su rastro en el evento del Siglo, imperdible para muchos, de infaltable convocatoria para un pueblo que vive aún en el subdesarrollo de sus días ancestrales.
Sin alfombra roja, pero con la misma intención, desfilaron hasta el “ Cubo de Cristal” los especímenes más variados del ajedrez tico. Se dieron la mano con el pretexto de la magna inauguración políticos, deportistas, religiosos, artistas y 25 mil representantes del folclor nacional que tuvieron la suerte de estrenar una butaca del galáctico escenario.
Cada uno con la convicción interna de que el destino lo eligió testigo del acontecimiento de la centuria y orgulloso por ser gendarme de algún recuerdo del viejo coloso caído, sobre el cual se levantó el futurista templo deportivo.
“ Aquí vi al Papa”… “ Yo estaba en el gol de Pastor”… “Bruno Conti me firmó un autógrafo”, “ Klinsmann me tiró un beso”, “ Le dí la mano a Pelé”… Cada uno de esos episodios son algo así como el alma en pena del difunto estadio, flotando sobre el psicodélico escenario que renovó sus ropas con la pirotecnia china.
Ante el derroche de imaginación oriental, con su arte halagando los sentidos, los ticos pusimos nuestros infaltables payasos, los humoristas de siempre, las modelos de silicón y el irrespetuoso chiflido que cobijó a políticos y castigó a los futbolistas y su no tan luminosa faena.
Los invitados chinos respetaron el protocolo con disciplina tibetana, mientras que muchos de los nacionales hicieron gala de la “moda furris”, con sus trajes a cuadros, camisetas sport bajo el saco, desprovistos de corbatas, o con tacones aguja que de seguro laceraron la carne con el paso del tiempo.
Fieles a su estilo, los chinos batallaron en el campo de juego hasta el minuto final y en honor al conejo a quien este año le pertenece sacaron uno de su chistera, en el ocaso de la noche, y con el gol agónico invocaron de regreso el verdadero y tradicional espíritu del aficionado tico.
“Mucho estadio pa tanta perra”… “Mejor jugamos en el Sapri, que allí sí nos hacemos sentir”… “Mucha inauguración para esta mejenga”, “Si no pudimos con esos chinillos… ¿A quién le vamos a ganar?”
Porque aunque hoy se levante la imponente obra de corte celestial, la Sabana toda sigue marcada por los tiempos del potrero, las carretas, el verolís de los maizales, y por ese olor a “polo” que, para bien o para mal, todos llevamos a cuestas.
Y para ser fieles al sentimiento supersticioso–religioso, alguien lanzó su propia bomba profética tras el pitazo final. “La Sele no tendrá buenos resultados hasta tanto no descanse en paz el chinito que murió aquí”.
“Callate con tus cartagadas”, fue la única respuesta, diluida en medio de aquel tropel que dejó la obra extraterrestre y empezó a surcar los viejos trillos de la Sabana, como desandando el tiempo, de regreso a una realidad que fue asaltada por aquellas horas estelares, en cuyo lapso se hermanaron otra vez todas las clases y estratos de una Costa Rica inigualable.
Amado Hidalgo
Abogado y Periodista deportivo
Para La República
Gallo pinto con wantán, español y mandarín, glamour con polada, dragones y payasos… Bombetas surcaron el cielo y bombetillas dejaron su rastro en el evento del Siglo, imperdible para muchos, de infaltable convocatoria para un pueblo que vive aún en el subdesarrollo de sus días ancestrales.
Sin alfombra roja, pero con la misma intención, desfilaron hasta el “ Cubo de Cristal” los especímenes más variados del ajedrez tico. Se dieron la mano con el pretexto de la magna inauguración políticos, deportistas, religiosos, artistas y 25 mil representantes del folclor nacional que tuvieron la suerte de estrenar una butaca del galáctico escenario.
Cada uno con la convicción interna de que el destino lo eligió testigo del acontecimiento de la centuria y orgulloso por ser gendarme de algún recuerdo del viejo coloso caído, sobre el cual se levantó el futurista templo deportivo.
“ Aquí vi al Papa”… “ Yo estaba en el gol de Pastor”… “Bruno Conti me firmó un autógrafo”, “ Klinsmann me tiró un beso”, “ Le dí la mano a Pelé”… Cada uno de esos episodios son algo así como el alma en pena del difunto estadio, flotando sobre el psicodélico escenario que renovó sus ropas con la pirotecnia china.
Ante el derroche de imaginación oriental, con su arte halagando los sentidos, los ticos pusimos nuestros infaltables payasos, los humoristas de siempre, las modelos de silicón y el irrespetuoso chiflido que cobijó a políticos y castigó a los futbolistas y su no tan luminosa faena.
Los invitados chinos respetaron el protocolo con disciplina tibetana, mientras que muchos de los nacionales hicieron gala de la “moda furris”, con sus trajes a cuadros, camisetas sport bajo el saco, desprovistos de corbatas, o con tacones aguja que de seguro laceraron la carne con el paso del tiempo.
Fieles a su estilo, los chinos batallaron en el campo de juego hasta el minuto final y en honor al conejo a quien este año le pertenece sacaron uno de su chistera, en el ocaso de la noche, y con el gol agónico invocaron de regreso el verdadero y tradicional espíritu del aficionado tico.
“Mucho estadio pa tanta perra”… “Mejor jugamos en el Sapri, que allí sí nos hacemos sentir”… “Mucha inauguración para esta mejenga”, “Si no pudimos con esos chinillos… ¿A quién le vamos a ganar?”
Porque aunque hoy se levante la imponente obra de corte celestial, la Sabana toda sigue marcada por los tiempos del potrero, las carretas, el verolís de los maizales, y por ese olor a “polo” que, para bien o para mal, todos llevamos a cuestas.
Y para ser fieles al sentimiento supersticioso–religioso, alguien lanzó su propia bomba profética tras el pitazo final. “La Sele no tendrá buenos resultados hasta tanto no descanse en paz el chinito que murió aquí”.
“Callate con tus cartagadas”, fue la única respuesta, diluida en medio de aquel tropel que dejó la obra extraterrestre y empezó a surcar los viejos trillos de la Sabana, como desandando el tiempo, de regreso a una realidad que fue asaltada por aquellas horas estelares, en cuyo lapso se hermanaron otra vez todas las clases y estratos de una Costa Rica inigualable.
Amado Hidalgo
Abogado y Periodista deportivo
Para La República