El artículo 50 de la constitución política
| Martes 09 junio, 2009
El artículo 50 de la constitución política
Dispone el artículo 50 de la Constitución Política: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza. Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. Por ello, está legitimada para denunciar los actos que infrinjan ese derecho y para reclamar la reparación del daño causado. El Estado garantizará, defenderá y preservará ese derecho. La ley determinará las responsabilidades y las sanciones correspondientes”.
La protección constitucional del ambiente genera pasiones y posiciones.
Pasiones porque todos valoramos la importancia de conservar y disfrutar los recursos naturales que posee nuestra hermosa Costa Rica. Frente a acciones u omisiones, estatales o privadas, que causen un perjuicio o daño al ambiente, reaccionamos. Nos duele ver un árbol cortado, un río sucio, una vista panorámica obstruida, un pedazo del Parque Metropolitano La Sabana cercenado, un animal muerto, el humo surcando nuestro hermoso cielo azul.
Una premisa básica en materia ambiental es: toda conducta humana produce un impacto ambiental. Lavarnos las manos, utilizar un vehículo de transporte, comer en un restaurante, participar de un centro educativo y trabajar, generan un impacto.
Posiciones, porque el ambiente conlleva un dilema filosófico implícito: ¿hasta dónde conservamos el ambiente y hasta dónde permitimos el desarrollo?
Esta discusión desemboca en lo que podemos llamar la política ambiental de un país.
Esta es producto de la interacción de grupos de intereses diversos y en algunos casos opuestos.
Mario Valls, hablando sobre la política ambiental nos dice que “Todos estos intereses, temores y opiniones condicionan a la política y a las estructuras administrativas responsables del ambiente que es un conjunto sistemáticamente integrado”.
La política ambiental la podemos definir como un conjunto de decisiones y acciones tomadas en forma preponderante por el Estado que se consideran indispensables para lograr una ordenación racional del ambiente”.
Con la política ambiental se pretende dar respuesta a la pregunta de ¿qué hacer? por parte del Estado para producir una ordenación racional en materia ambiental.
La respuesta a esta pregunta enfrenta dos tesis muy marcadas: la primera que sostiene que debemos conservar el statu quo. Que debemos conservar el estado actual del ambiente, con el fin de preservarlo para las futuras generaciones. Que ante la duda sobre el impacto que generan ciertas acciones humanas y del grado de madurez para llevarlas a cabo (dudamos de nosotros mismos como administradores), es mejor dejar las cosas como están. Creemos que el futuro nos dará una mayor sabiduría para actuar y que la tecnología permitirá desarrollar las actividades con un menor o nulo impacto.
La segunda, la del desarrollo, que considera la necesidad de hacer uso de nuestros recursos para generar riqueza y satisfacer nuestras necesidades. El desarrollo de actividades productivas genera beneficios, económicos y sociales, además de que contribuye con el desarrollo de las comunidades.
¿Qué decisión debemos tomar como país?
Si analizamos las políticas ambientales de la mayor parte de las naciones del mundo, descubriremos que ninguna ha asumido ninguna de las dos posiciones en forma pura. ¿Por qué? Porque no hay país, por más deseos que tenga, que pueda vivir de la conservación y no hay ningún país que obviando el ambiente pueda desarrollarse. En ambos casos, el sistema es insostenible.
Todos los países necesitan hacer uso de sus riquezas para generar desarrollo, requieren utilizar sus recursos hídricos para generar electricidad, utilizar los recursos minerales no metálicos para producir agregados para la construcción, utilizar la madera para producir artículos necesarios para bienestar, entre muchos otros recursos. Si no los utiliza, debe pagar el costo que representa adquirirlos fuera de sus fronteras. Un ejemplo muy real: los hidrocarburos. Todos conocemos los efectos que produce comprarlos en el exterior. Un problema asociado a ello es la fuente de ingresos para adquirirlos. ¿Con qué dinero compraremos dichos bienes? Qué actividades desarrollaremos para generarlo? Muchos responderán que con el turismo que genera la conservación. Respetuosamente les pido que hagan un estudio del costo de adquisición de los bienes y servicios, en comparación con los ingresos que genera el turismo. La respuesta es contundente.
El desarrollo sin conservación es insostenible. No podemos desarrollarnos si no tenemos políticas claras de uso y conservación de nuestros recursos. Si hacemos uso de los recursos (aguas, suelo, minerales, bosques, playas, entre muchos otros) debemos hacerlo garantizando su uso racional y efectivo. No podemos sobreexplotar nuestras fuentes de agua, no podemos sobreexplotar nuestros bosques y recursos minerales.
Costa Rica debe encontrar un equilibrio que le permita lograr un balance entre conservación y desarrollo. Debemos tomar como punto de partida al hombre y sus necesidades. En el centro del tema ambiental está el hombre: sin el hombre la naturaleza no tiene sentido. De igual forma, el hombre si no respeta al ambiente, no podrá subsistir.
Juan Carlos Hernández
juancarlos.hernandez@ambien-t.com
Dispone el artículo 50 de la Constitución Política: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza. Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. Por ello, está legitimada para denunciar los actos que infrinjan ese derecho y para reclamar la reparación del daño causado. El Estado garantizará, defenderá y preservará ese derecho. La ley determinará las responsabilidades y las sanciones correspondientes”.
La protección constitucional del ambiente genera pasiones y posiciones.
Pasiones porque todos valoramos la importancia de conservar y disfrutar los recursos naturales que posee nuestra hermosa Costa Rica. Frente a acciones u omisiones, estatales o privadas, que causen un perjuicio o daño al ambiente, reaccionamos. Nos duele ver un árbol cortado, un río sucio, una vista panorámica obstruida, un pedazo del Parque Metropolitano La Sabana cercenado, un animal muerto, el humo surcando nuestro hermoso cielo azul.
Una premisa básica en materia ambiental es: toda conducta humana produce un impacto ambiental. Lavarnos las manos, utilizar un vehículo de transporte, comer en un restaurante, participar de un centro educativo y trabajar, generan un impacto.
Posiciones, porque el ambiente conlleva un dilema filosófico implícito: ¿hasta dónde conservamos el ambiente y hasta dónde permitimos el desarrollo?
Esta discusión desemboca en lo que podemos llamar la política ambiental de un país.
Esta es producto de la interacción de grupos de intereses diversos y en algunos casos opuestos.
Mario Valls, hablando sobre la política ambiental nos dice que “Todos estos intereses, temores y opiniones condicionan a la política y a las estructuras administrativas responsables del ambiente que es un conjunto sistemáticamente integrado”.
La política ambiental la podemos definir como un conjunto de decisiones y acciones tomadas en forma preponderante por el Estado que se consideran indispensables para lograr una ordenación racional del ambiente”.
Con la política ambiental se pretende dar respuesta a la pregunta de ¿qué hacer? por parte del Estado para producir una ordenación racional en materia ambiental.
La respuesta a esta pregunta enfrenta dos tesis muy marcadas: la primera que sostiene que debemos conservar el statu quo. Que debemos conservar el estado actual del ambiente, con el fin de preservarlo para las futuras generaciones. Que ante la duda sobre el impacto que generan ciertas acciones humanas y del grado de madurez para llevarlas a cabo (dudamos de nosotros mismos como administradores), es mejor dejar las cosas como están. Creemos que el futuro nos dará una mayor sabiduría para actuar y que la tecnología permitirá desarrollar las actividades con un menor o nulo impacto.
La segunda, la del desarrollo, que considera la necesidad de hacer uso de nuestros recursos para generar riqueza y satisfacer nuestras necesidades. El desarrollo de actividades productivas genera beneficios, económicos y sociales, además de que contribuye con el desarrollo de las comunidades.
¿Qué decisión debemos tomar como país?
Si analizamos las políticas ambientales de la mayor parte de las naciones del mundo, descubriremos que ninguna ha asumido ninguna de las dos posiciones en forma pura. ¿Por qué? Porque no hay país, por más deseos que tenga, que pueda vivir de la conservación y no hay ningún país que obviando el ambiente pueda desarrollarse. En ambos casos, el sistema es insostenible.
Todos los países necesitan hacer uso de sus riquezas para generar desarrollo, requieren utilizar sus recursos hídricos para generar electricidad, utilizar los recursos minerales no metálicos para producir agregados para la construcción, utilizar la madera para producir artículos necesarios para bienestar, entre muchos otros recursos. Si no los utiliza, debe pagar el costo que representa adquirirlos fuera de sus fronteras. Un ejemplo muy real: los hidrocarburos. Todos conocemos los efectos que produce comprarlos en el exterior. Un problema asociado a ello es la fuente de ingresos para adquirirlos. ¿Con qué dinero compraremos dichos bienes? Qué actividades desarrollaremos para generarlo? Muchos responderán que con el turismo que genera la conservación. Respetuosamente les pido que hagan un estudio del costo de adquisición de los bienes y servicios, en comparación con los ingresos que genera el turismo. La respuesta es contundente.
El desarrollo sin conservación es insostenible. No podemos desarrollarnos si no tenemos políticas claras de uso y conservación de nuestros recursos. Si hacemos uso de los recursos (aguas, suelo, minerales, bosques, playas, entre muchos otros) debemos hacerlo garantizando su uso racional y efectivo. No podemos sobreexplotar nuestras fuentes de agua, no podemos sobreexplotar nuestros bosques y recursos minerales.
Costa Rica debe encontrar un equilibrio que le permita lograr un balance entre conservación y desarrollo. Debemos tomar como punto de partida al hombre y sus necesidades. En el centro del tema ambiental está el hombre: sin el hombre la naturaleza no tiene sentido. De igual forma, el hombre si no respeta al ambiente, no podrá subsistir.
Juan Carlos Hernández
juancarlos.hernandez@ambien-t.com