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E-Congress

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 10 julio, 2008


Vericuetos
E-Congress

Tomás Nassar

La empresa de la manzana mordida acaba de sacar al mercado en Estados Unidos el iPhone 3G, versión avanzada de su primer teléfono celular que causó conmoción en el mundo, y que ahora se ofrece el doble de rápido y a mitad de precio.
En la era en que todo es “e” (e-commerce, e-press, e-solutions) y “on-line”, Apple, que creó sus líneas “i” (iPod, iTune, iPhone) podría convertirse en el gran “e-Partner” de Costa Rica en la búsqueda de remedios “on-line” para nuestros gravísimos problemas de ingobernabilidad.
Podríamos pedir a Apple el desarrollo de un programa de “e-Congress” y de un artilugio de esos que podríamos llamar “iVote” para hacer que la democracia vuelva al pueblo.
La idea partiría de una reforma constitucional por la cual quede definitivamente abolido el Parlamento como institución permanente, lo que internacionalmente nos daría tantísimos méritos y beneficios como nos trajo la abolición del ejército. Al fin y al cabo ejército y Asamblea tienen en común la pérdida total y definitiva de los sentidos porque no logran nunca sintonizar con el pueblo al que no oyen, no ven, no sienten, cuya inconformidad perciben con muy mal olfato y cuyos problemas manejan con pésimo gusto.
El nuevo e-Congress estaría en Internet, de manera que todos los ciudadanos y el Ejecutivo puedan hacer efectiva la iniciativa parlamentaria. Esto permitiría que todos nos enteremos de los detalles de las leyes que se proponen y las votemos directamente cada cierto tiempo, con lo cual no tendríamos que esperar a que un grupo de señores y señoras, muy respetables, decidan que es hora de pensar en el país y no en las próximas elecciones, y se pongan a legislar.
Tendríamos eso sí, que asegurarnos que todos los ciudadanos tengamos acceso tanto a Internet como al nuevo iVote de Apple, con el cual podríamos ejercer el derecho al voto de manera individual, inversión que en comparación con el actual presupuesto del Poder Legislativo resultaría una bicoca.
Imagínese nada más algunos de los inmensos beneficios del programa: no más improductivas y eternas sesiones, ni mociones interminables, ni pactos, ni comisiones legislativas, ni expulsión de diputados rebeldes, no más pérdida de empréstitos por inercia legislativa, ni donaciones cuestionables, ni diputados subidos en el Monumento Nacional (qué feo), etc.
En el plano de lo económico permitiríamos a Apple el uso comercial de la idea en todo el mundo a cambio de que nuestro programa sea desarrollado gratuitamente y sus iVote sean proveídos sin costo; y, claro, probablemente esta columna gane algún Nobel por apoyar a todos los países a deshacerse de sus congresistas.
Pero además, qué gran cosa: no más salarios, ni dietas, ni pensiones para los ex diputados, no más carros oficiales ni cupones de gasolina, no más celulares pagados por nosotros, no más café ni galletitas, no más computadoras, asesores ni asistentes parlamentarios, planilla administrativa, gasto en papel, tinta, electricidad, mantenimiento, no más recepciones, no más gasto superfluo, no más viajes al exterior (que maravilla), no más procesos electorales para elegir diputados, etc.
En serio y en broma, el mundo feliz no tiene por qué ser una utopía.

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