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Doble moral

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 26 agosto, 2009



Hablando Claro
Doble moral

Muchísimos mensajes o productos comunicativos que se transmiten a través de los medios masivos de difusión en todo tipo de presentaciones (noticias, anuncios propaganda y publicidad) resultan francamente ofensivos no solo a la dignidad de la mujer y la familia (“impúdicos”, según la terminología empleada en la Ley 5811 de Protección de la Mujer contra Propaganda Degradante) sino que claramente atentan contra la inteligencia, la ética y la estética.
En este sentido, todos coincidiremos en que las pantallas de la televisión y las planas de algunos de nuestros diarios y revistas —por citar solo dos ejemplos— están plagadas de mensajes que nos producen un inmediato rechazo. Ese rechazo típico que nos hace reaccionar con una mueca de desaprobación y nos hace voltear la página, echar mano del control remoto o simplemente desvincularnos definitivamente de la relación como consumidores de algunos de esos medios.

Me declaro en extremo sensible a la publicidad que ofende la mínima inteligencia. En esa categoría, persisten “piezas” publicitarias de detergentes, desinfectantes y hasta hamburguesas o supermercados que me irritan sobremanera porque limitan la aspiración del alcance de la plenitud y la realización de las mujeres a la peregrina ilusión de que la limpieza y el ahorro son las llaves que nos harán acreedoras de la bendición-aprobación y por supuesto el amor del marido y los hijos.
Y no me conformo solo con cambiar de canal o dar la vuelta a la página o el dial. En función de mi poder como consumidora-ciudadana, desde hace tiempo decidí no acceder a compras que insistan en vender esos devaluados sueños de felicidad. Es mi forma de protestar. De la misma manera que se promueve en el mundo no consumir atún, si este ha sido capturado a costa de los pobres delfines. Es lo que conocemos como el poder de uno. Y es realmente un gran poder.

Lo que definitivamente no puedo acuerpar —así se trate de un loable intento de defender mi sensibilidad— es que una oficina con denominación de órgano central de partido único, esté censurando publicidad simplemente porque se le antoja que tiene contenido violento, únicamente porque el publicista tuvo la idea de denunciar que le estaban coartando su derecho a decir que la marca de enfrente tiene precios más altos que los de su supermercado.

Definitivamente no. Aunque quienes me conocen saben que detesto el manido expediente de hombres disfrazados de mujer, ciertamente detesto más la censura. Sobre todo cuando esa censura afecta solo a ciertos productos comunicativos y no aplica a los contenidos vergonzantes de “noticias” sean estas reportajes televisivos o primeras planas de periódicos que venden su producto mediante titulares machistas e imágenes degradantes de las mujeres.
Estamos plagados de raseros de doble moral. Nos urge un debate serio sobre el tema.

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