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Dividir, polarizar, instigar, violentar

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 10 enero, 2020


Sinceramente


Luego de una larga y molesta enfermedad hoy retomo mi columna Sinceramente. Gracias por su comprensión.

Siempre la democracia ha dividido. Divide a la comunidad ya que al aparecer un candidato, una propuesta, o un programa, la ciudadanía toma partido y en consecuencia se divide, unos a favor y otros en contra.

Cuando la escogencia en democracia ha sido hecha, siempre el gobierno y las autoridades electas buscan la unidad de la comunidad en torno a sus planes y proyectos y a muchos también propuestos por sus adversarios. Esa ha sido una forma de hacerlos sentir parte de la actualidad política y de usufructuar las buenas ideas expuestas por quienes no fueron electos. Esta ha sido una larga y positiva tradición cívica costarricense.

Esto ha cambiado de manera sensible en el país en las últimas dos o tres elecciones. El país elige pero la campaña electoral se mantiene. Con furia, insultos y truculencias la campaña de desgaste y descrédito ruge en el país como si no hubieran votado los costarricenses en dos rondas electorales. Los argumentos disociadores de la comunidad corren parejos y los elementos polarizadores y divisores de la comunidad son expuestos de manera continua en un bombardeo incesante en redes, medios y agencias de noticias comprometidas con una y otra causa. No hay descanso ni tregua. Los acuerdos legislativos son satanizados. Los proyectos conjuntos con una parte de la oposición se exponen como una traición y las personas sencillas, en desorientación, realmente no saben qué pensar.

El país ha desarrollado una clase instigadora de operadores políticos. Troles en redes, personajes variopintos en medios y herramientas como las agencias de noticias comprometidas que dan respaldo a infundios son cada vez más corrientes. Ya cuesta saber cuándo lo publicado es real y verdadero. No es fácil discriminar la mentira y la difamación de la verdad.

Quienes más pierden con esta lucha a muerte y con esta estrategia de dividir, polarizar, instigar y violentar son los propios ciudadanos. Grupos que parecen serios con troles y perfiles muchas veces falsos que opinan en redes señalan que el actual gobierno es ilegal y producto de un fraude electoral. Que el presidente del TSE es el que ha hecho el fraude. Todo sin pruebas, todo con perfiles falsos, generando un daño sin límites a la credibilidad ciudadana en una institución clave para la vida democrática.

La institucionalidad se ve afectada por todos los costados. La campaña comenzó atacando personas. Todos corruptos y siempre los mismos era la consigna. Esta acusación hecha sin pruebas buscaba acabar con la legitimidad de la dirigencia política tradicional y democrática del país. El país cambió de gobernantes así como de partidos y esperó alcanzar las transformaciones prometidas por quienes habían asegurado un cambio. Ya dos administraciones en secuencia se han producido con caras y partido nuevo no vinculado con el bipartidismo y la campaña continua violenta hoy en contra de la dirigencia electa, con los mismos argumentos de corrupción e ilegitimidad. La dirigencia política que antes atacó a los corruptos y a los mismos de siempre, hoy es atacada usando los mismos términos y calificativos. El país cambió sin necesariamente elegir a los deseados, a los buenos, a los razonables, a quienes pudieran hacer las cosas en consenso, en búsqueda de armonía social y política. Manipulación emocional con asuntos religiosos generaron una elección inesperada. La religión y el fanatismo han irrumpido fuertemente en la política.

Al menos muchos de los actuales resultados no muestran el cambio positivo que el país esperó del primer gobierno apartado del bipartidismo ni como de este segundo. Ahora la campaña también ruge contra las instituciones, contra el Poder Ejecutivo, claro contra los ministerios, contra el Poder Legislativo y su brazo la Contraloría General de la República así como contra el Poder Judicial. El ataque ha sido directo y muy destructivo contra el TSE.

Pareciera que buscamos afanosamente la destrucción integral de las instituciones que Costa Rica y sus gentes erigieron en un esfuerzo de muchas décadas. Esta es una lucha feroz por lograr el descrédito y la pérdida de confianza en leyes, instituciones y personas gobernantes. Los partidarios anti sistema, los que no creen en la democracia liberal, ni en los partidos políticos, ni en la constitución y ni en la primacía del derecho van ganando.

Dividir, polarizar, instigar, violentar pareciera la consigna de estos días y todo para ahora elegir o mal elegir a personajes locales a las alcaldías del país. Lo que es claro es que el país no conoce de mayores planteamientos de ninguno de los candidatos. Es un fenómeno político local, pero da la impresión que los participantes pueden caracterizarse por su falta de definición y soluciones sustanciales a los problemas de su cantón. Los electores no pareciera que tienen interés en quién los vaya a liderar en sus cantones respectivos.

Destruir la institucionalidad, las leyes y las personas para ser electo es escupir hacia las nubes, algo siempre cae en nuestras caras. Destruir sin buscar una sustitución racional y estudiada de lo que tanto se critica carece del mínimo sentido. No proponer, no exponer ideas, no persuadir a la ciudadanía con argumentos de por qué una institución debe de sustituirse o mejorarse y antes bien por el contrario buscar destruirla en sus cimientos por que sí… es un síntoma que revela ignorancia, búsqueda descarnada del poder por el poder y de alguna manera incapacidad, al carecer del sustrato intelectual para poder articular planes, proyectos, operaciones, y alternativas a lo existente que se denuesta día a día.

Debemos construir el país. Debemos mejorar las instituciones. Debemos hacer el esfuerzo por apreciar las bondades de lo que existe y aprovechar las oportunidades para mejorar lo que tenemos en los aspectos y debilidades que creamos perjudican a la comunidad.

¡Feliz 2020!






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