¿Cuál paz?
Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Viernes 19 diciembre, 2008
Arnoldo Mora
Cuando la Roma imperial conquistaba un territorio, sus temibles legiones imponían lo que llamaban la “pax romana” que, las más de las veces, no era más que la paz de los cementerios.
Pero en tiempos de esa pseudopaz y en un remoto rincón de ese descomunal imperio, surgió la tenue voz de un coro angelical que, desde una humilde gruta en Belén, se convertiría con el paso del tiempo en un rugido que habría de conmover los cimientos mismos de la historia universal.
Hoy, por desgracia, ese hermoso himno se ha convertido, por obra y desgracia de la sociedad de consumo, en un eslogan publicitario que contrasta brutalmente con la realidad circundante.
Nunca ha habido en tiempos de aparente no-guerra menos paz que ahora. Basta salir a las calles y ver los accidentes o los asaltos (cuando se tiene la suerte de no ser víctima de estos) o penetrar en los hogares y ser testigo de la violencia doméstica, para darse cuenta de la atmósfera de violencia desenfrenada y, hasta ahora, incontrolable en que vivimos cotidianamente los costarricenses y que se acrecienta en el mes de diciembre debido al consumo de licor.
Pero la paz no es solo la ausencia de la violencia callejera o intrafamiliar. La paz que se proclamó en Belén es igualmente la expresión de la justicia social y la no agresión a la Naturaleza.
Cada acto de violencia que se comete en esos campos constituye una derrota para todos los ciudadanos amantes y cultores de la paz que, sigo creyendo, son los más en este país; pero, sobre todo, representa un fracaso para el actual régimen cuyo máximo jerarca ostenta el honor de haber sido honrado con el Premio Nobel de la Paz. ¡Qué ironía! ¡Qué escarnio para los hombres y mujeres de “buena voluntad” del mundo entero, pero especialmente para los propios costarricenses!
Porque, si ha habido desaciertos en este gobierno, han sido precisamente en lo que tiene que ver con la prevención y castigo del delito. El Ministerio de Seguridad Pública y otros organismos como la DIS, han sido objeto merecidamente de la crítica de la opinión pública por supuestos escándalos de corrupción, a pesar de que el presupuesto asignado a la seguridad ciudadana se ha incrementado como nunca antes en nuestra historia.
Pero la paz no es solo la ausencia de violencia callejera o doméstica. La paz es también el respeto a los postulados de la justicia social y no agresión a la Naturaleza. En uno y otro caso se ha atentado flagrantemente en contra de la paz en este gobierno.
La paz social ha sido pisoteada por la negligencia del Ministerio de Trabajo en las construcciones de hoteles de lujo en las paradisíacas playas del Pacífico, en donde humildes trabajadores son tratados como esclavos. La paz con la Naturaleza está siendo violada en las Crucitas, donde el gobierno ha prohijado un cuestionable proyecto de explotación minera a cielo abierto, que constituye una hecatombe ecológica y una amenaza a la salud de los habitantes de la región por el peligro de contaminación de los ríos.
Por eso la paz es hoy algo más que un canto de ángeles. Debe ser asumida por los “hombres (y mujeres) de buena voluntad” como un ideal a construir de manera beligerante en todas las esferas del quehacer humano.
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